Visto lo visto e intuyendo lo que se viene en el panorama político español, me pregunto hasta cuándo vamos a estar como ciudadanos civilizados tragando y tragando.
Entiendo que en algún momento de nuestra existencia cívica hemos olvidado, o claudicado de exigir, altura moral, preparación académica, profesionalidad a nuestros dirigentes. Tal vez nos creímos de verdad que todos somos iguales y estamos capacitados para dirigir gobiernos. Permítanme decirles que entre un portero de discoteca, un camionero, un maestro de escuela adicto a las prostitutas, un galán de la noche madrileña que ha plagiado su tesis, amañado primarias, miente por defecto, pasa la sobremesa de los domingos en clubs y saunas de su suegro, y yo, la que más capacitada esté sea servidora.
Soy la única consciente de que ; por muy bien que administre mi familia, gestione emociones de adolescentes y escriba dos o tres cositas por semana, interesantes o no, eso lo juzgan ustedes, haya trabajado años al servicio de medios de comunicación y de empresas, montado un emprendimiento de antigüedades con logística europea y emprendido varias veces en distintos continentes, en distintos idiomas y lo haya hecho con éxito, estableciendo, además, redes profesionales y de amistad, que me ayudarían en caso de necesitarlo al primer llamado y haber autopublicado dos libros… Todo esto, que me hace sentir muy orgullosa, no me capacita para llevar ministerios, carteras y dirigir gobiernos. A nuestros políticos, sus inexistentes carreras profesionales fuera de la política y en la política, tampoco. Y a tenor de lo que conocemos, mi altura moral- y la de ustedes- es mucho más elevada.
Uno no es más por tener más, ganar más, dirigir más o mandar más, sino por servir mejor a los suyos, siendo estos su familia, sus empleados, sus compañeros, sus amigos, sus vecinos, sus ciudadanos. Mientras uno no tiene los círculos cercanos bien servidos será incapaz de servir bien a los lejanos. Y esto lo olvidamos con frecuencia porque recibir y servir es más fácil con el de fuera, que uno sabe que tarde o temprano se marchará, y el vivir y convivir permanentemente con los mismos se hace tedioso y hasta incómodo porque ya se sabe que siempre es lo mismo. Por eso al de fuera le exigimos poco, nada. Somos capaces de perdonarle todo y no guardarle rencor si cortamos amistad con él, y a los cercanos… con ellos vamos a degüello.
Y tal vez algo parecido, pero a la inversa, nos pase con la política: a los nuestros les perdonamos todo: robos, desfalcos, corrupciones, amaños…y a los otros a degüello, cuando el pecado es el mismo y aún debería dolernos más. Cada lado del hemiciclo se siente bien servido cuando gobiernan los suyos y tal vez por eso perdonamos a partes iguales, cuando en el fondo nos abandonan de la misma manera en necesidades principales y nos crean obligaciones fiscales que antaño no teníamos. Y así en los últimos años los de la izquierda han tragado con amnistía a golpistas, con la ley de malversación que sólo beneficia a quien maneja cuentas públicas, la desigualdad fiscal entre españoles, han visto sentados a terroristas y afines en el hemiciclo apoyando la gobernabilidad de España de los suyos, han aplaudido la desigualdad de penas entre hombres y mujeres, callan ante la tala de olivos centenarios y la instalación en su lugar de parques solares en pro de una mejora del clima y el calentamiento o cambio global, el delirio trans y su proselitismo entre niños y jóvenes, el arrinconamiento del español en las comunidades donde hay dos lenguas oficiales, la reescritura de la Historia reciente y la que nos hizo grandes, las directivas europeas que asfixian… Tragan con todo, con un presidente que no asume responsabilidades, ni convoca elecciones porque sabe que las perdería… Y no perdonan el que el ex ministro de transportes y el secretario general de su partido se vayan de putas y se las cambien y repartan como los niños los cromos. ¡Puritanos de tragaderas infinitas!
Y esa es nuestra altura moral. Las putas harán el cambio de gobierno, serán las salvadoras de España y provocarán la alternancia del gobierno que vino a limpiar cloacas, a dejarlas trasparentes y a ser el gobierno feminista del siglo XXI. Para después prohibir la prostitución con permiso del político putero que dejó a la vista de la UCO toda evidencia.
Almudena González Barreda
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