Bogotá no puede seguir siendo la ciudad del miedo. En la capital del país, la inseguridad nos está paralizando y, sobre todo, condicionando nuestra vida cotidiana. No es aceptable que caminar por las calles, ir a un parque, a la tienda o, simplemente, tomar el transporte público se haya convertido en un acto de valentía.
Aunque oficialmente se habla de una reducción en las cifras de algunos delitos de alto impacto como extorsiones, delitos sexuales y hurtos, no sucede lo mismo con los homicidios. Asimismo, no podemos perder de vista que el subregistro es elevado y que, la situación no va a ser mejor con un gobierno nacional que continúa anclado a su retórica ideológica de “Paz Total” que no es más que eso, una retórica.
Esa política de Gustavo Petro es un fracaso y solo ha desencadenado impunidad rampante para los delincuentes y abandono para la ciudadanía.
Las cifras corroboran lo que digo. Solo en Bogotá, en los meses de febrero y marzo, se registraron 183 homicidios, de los cuales aproximadamente la mitad habrían sido perpetrados bajo la modalidad de sicariato.
Los asesinatos por encargo son una forma de violencia que refleja no solo la presencia de estructuras criminales bien organizadas, sino también un gobierno nacional incapaz de contenerlas o de reconocer su crecimiento, endilgando responsabilidades a otros.
Frente al mismo periodo del año pasado, los homicidios aumentaron, el uso de armas de fuego se incrementó, pasando del 61% al 67% en apenas un mes.
Además, localidades como Fontibón registraron un alza del 200% en asesinatos. En el parque El Golfito, ubicado en esa misma zona, fue donde ocurrió el intento de magnicidio contra el senador y precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay, un hecho que debería haber encendido todas las alarmas del Estado, pero no fue así.
Lo de Petro es vergonzoso. Además de protagonizar semanalmente espectáculos televisados impuestos a la sociedad, culpa a otros de su desastre en materia de seguridad y se declara “preocupado” por el desempeño de varias carteras. Lo insólito es que ya lleva 55 ministros y 127 viceministros; como quien dice: nadie le sirve. Esto solo significa que tiene una real incapacidad para direccionar, incluso, a personas de su propia ideología política.
Mientras tanto, el tiempo corre y la inseguridad gana terreno porque realmente no existe ni existirá una voluntad de paz por parte de los delincuentes. Todo este caos podría haberse evitado, así como el intento de magnicidio contra Miguel, quien sigue batallando por su vida y ha demostrado ser valiente.
La política de “Paz Total” no ha traído paz, ha traído caos y esto también se ve reflejado en las ciudades. Y, por si fuera poco, el Ministerio de Justicia, en cabeza de Eduardo Montealegre, tiene listo un anteproyecto que no busca otra cosa distinta que premiar a delincuentes, lo que va a tener serias implicaciones en materia de seguridad.
La política de seguridad no puede ser una excusa ideológica, ni un plan sin resultados. Si casi la mitad de los homicidios en Bogotá son ahora sicariatos, es porque el crimen ha dejado de temerle al Estado. Y eso es responsabilidad directa del Ejecutivo.
PORTADA
Petro sanciona la ley que permite el acceso a las artes y las culturas en las aulas
Nacen las primeras diferencias en el Frente Amplio
Cámara aprueba iniciativa que previene el reclutamiento de mercenarios
Pacto Histórico es oficialmente partido político