En el artículo anterior abordé uno de los temas preferidos de confrontación por polarización ideológica: las funciones del Estado, desde un enfoque pragmático y no ideológico, y con la mira puesta en encontrar si realmente hay justificaciones para los enfrentamientos entre izquierda y derecha.
La conclusión, sin duda, es que que el desafío contemporáneo se centra más bien en liberar al Estado de la corrupción, desmantelar la captura corporativa y diseñar instituciones que sirvan al interés general, y que carece de todo sentido polarizarse alrededor de las diferencias ideológicas en economía política, sino enfocarse en la capacidad real del Estado para generar desarrollo y bienestar para el país.
Ahora abordaré otra de las discusiones ideológicas preferidas y motivo de peleas a diario: si el Estado debe o no ser el operador de los servicios públicos. Nuevamente desde un enfoque pragmático y no ideológico para poderlo discutir concluyentemente sin pasiones que nublen la razón.
Por todo el mundo hay ejemplos exitosos y fallidos de prestación de servicios públicos en distintas modalidades. Veamos algunos (1):
Ejemplos exitosos de gestión estatal
Transporte público en Singapur y Hong Kong: ambos son gestionados con fuerte control estatal, planificación a largo plazo y mecanismos de financiamiento estables. Resultado: sistemas confiables, puntuales y accesibles.
Agua y saneamiento en París (remunicipalización): en 2010 la ciudad recuperó el control del servicio que estaba en manos de los privados Veolia y Suez. El cambio permitió reducir costos y reinvertir en infraestructura, mejorando cobertura y transparencia.
Electricidad en Noruega: con empresas públicas regionales y un mercado regulado, se garantiza alta cobertura, tarifas competitivas y estabilidad en el suministro.
Ejemplos exitosos de gestión privada o mixta
Salud en Países Bajos y Alemania: operadores privados administran seguros y servicios bajo estricta regulación estatal. El resultado ha sido acceso universal con altos estándares de calidad y eficiencia.
Telecomunicaciones en Chile: la privatización en los años 90, acompañada de fuerte regulación y competencia, permitió cobertura nacional amplia y precios relativamente bajos en comparación con la región.
Gestión de aeropuertos en España (modelo AENA): aunque AENA es pública, abrió espacio a concesiones privadas en servicios complementarios, logrando altos estándares de eficiencia y calidad reconocidos internacionalmente.
Ejemplos fallidos de gestión estatal
Empresas públicas de energía en Venezuela: la captura política y el clientelismo llevaron al colapso del sistema eléctrico, con apagones recurrentes y deterioro de infraestructura.
Ferrocarriles en Argentina (décadas 80–90 antes de concesiones): bajo administración estatal, sufrieron de ineficiencia, déficit crónico y abandono de vías.
Ejemplos fallidos de gestión privada
Colapso energético en Texas (2021): un sistema altamente desregulado, basado en el mercado sin suficiente planeación estatal, dejó a millones sin luz ni calefacción tras una tormenta invernal.
Privatización del agua en Cochabamba, Bolivia (2000): concesión a Aguas del Tunari resultó en aumentos excesivos de tarifas, lo que generó la “Guerra del Agua” y la posterior reversión del contrato.
Ferrocarriles en Reino Unido (1990s): la privatización fragmentó la operación y mantenimiento, generando problemas de coordinación, alzas en tarifas y accidentes. En 2002 el Estado tuvo que retomar parte del control (Network Rail).
Los ejemplos muestran que ni el “Estado” ni el “mercado” (ni lo público ni lo privado) son garantía de éxito por sí mismos. No es que lo privado sea mejor que lo público ni viceversa en cuanto a las empresas de servicios públicos. La clave para su éxito no tiene que ver con lo ideológico. Hay dos asuntos clave para que sean exitosas en función del bienestar de la sociedad, por lejos más difíciles.
El primero está en la capacidad de control de la corrupción y la solidez de la regulación en ambos casos, incluyendo: la protección de la captura del Estado en el caso de los privados y la protección de la captura de la politiquería en el caso de las empresas públicas de servicios.
El segundo depende de la disponibilidad de recursos financieros del Estado suficientes para asegurar la cantidad, cobertura y calidad necesarias de la infraestructura de servicios.
Son estos asuntos clave lo que debería ser objeto de nuestro esfuerzo en encontrar lo mejor para nuestra sociedad. En todo caso, no depende de escoger dogmáticamente entre “Estado” o “mercado”. Por lo cual, un enfrentamiento sobre esto también resulta insulso.
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Nota (1): investigados con ayuda de chatGPT y DeepSeek
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