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Confidencial Noticias 2025


La abogada Balanta fue protagonista de la elección de un magistrado de la Corte Constitucional por parte del Senado hace dos semanas. Y perdió. En una entrevista en la W Radio la semana anterior, y ya al final, ante una pregunta eficaz de uno de los periodistas en torno a lo que ella había visto mal del proceso y que debería mejorarse, afirmó (no literalmente) que el proceso estaba bien, pero que detrás estaban seres humanos, dando a entender que ellos fueron los que estuvieron mal.

Ese proceso, que la abogada dice que está bien, escogió a su contendor el abogado Carlos Camargo, cuyo mayor mérito era el de haberle dado puestos y contratos a familiares y allegados de senadores, magistrados y políticos cuando ocupó los puestos de Defensor del Pueblo, en la Federación de Departamentos, Consejo Electoral, Registraduría, sin experiencia en la rama judicial (Orozco, 2025), como si no se necesitara gran experiencia y una trayectoria plena y amplia para ser magistrado de una Alta Corte. Llegó a la política por sus relaciones familiares con políticos conservadores de Montería y un par de padrinos. Clientelismo en toda la extensión de la palabra, pasando por encima de los intereses de la Nación. Una barbaridad.

La abogada Balanta, por el contrario, no tenía vínculos con la política, 45 años de experiencia en la rama judicial y muy estudiada. Su único pero fue que el presidente Petro se alineó con ella, lo que marcó que medio país la detestara sin saber nada de quién era, presumiendo que sería una magistrada de bolsillo y que, con ello, la Corte podría volverse petrista (W Radio, 2025).

Y como si esto no fuera poco, al terminar el proceso, el presidente Petro le pidió la renuncia a tres ministros pertenecientes a partidos cuyos senadores no votaron por su candidata. Una demostración del clientelismo y del uso de los puestos clave del Gobierno para “alinear” congresistas y lograr que apoyen las iniciativas del ejecutivo. Todo mal.

Con este recuento no queda sino criticar a la abogada Balanta por su frase. Obviamente el proceso no está bien. En sí misma es una frase pusilánime, de alguien que no quiere entrar en confrontaciones y usa eufemismos para tratar de no molestar en sus respuestas. La frase, aunque cierta, nada funciona porque no existen las personas adecuadas, declina cualquier posibilidad de mejora hacia adelante.

Si el correcto funcionamiento de la aplicación de las leyes y normas del país se basara en que las personas fueran correctas, bondadosas y transparentes, entonces no tendríamos ninguna esperanza para lograr que tengamos una sociedad próspera que genere bienestar para todos. Tendríamos que cambiar a las personas que integran esa sociedad. Eso implicaría cambiar la cultura de esa sociedad, en la cual se tendría que privilegiar la educación para lograrlo en varias generaciones. Pero siempre habría que contar con una primera generación que pudiera educar a la siguiente con los valores adecuados; pero no existe esa generación. Es decir, no tenemos esa posibilidad, y siendo optimistas, lo lograremos en varias generaciones dependiendo de lo que nos pueda influir el mundo, que tampoco está bien al respecto.

Por lo tanto, no es práctico que nos quedemos en esta solución, de corte romántico y utópico como todas las que apuntan al “debiera ser”, pero que la realidad muestra que no “pudiera ser” por las condiciones actuales. Así que, por más exaltaciones que los periodistas hicieran sobre la demostración de sabiduría de la abogada, caemos todos en la trampa de que, a la manera religiosa, como no podemos cambiar lo que está mal lo único que queda es rogar para tener la serenidad de aceptarlo. Nada más mediocre que una declaración de no futuro como esta, una declaración pusilánime.

Lo esperado es que las personas que, como la abogada Balanta, han llegado a acumular una experiencia notoria en su campo, y sufren el atropello de las maquinarias politiqueras, el clientelismo y el manzanillismo, hagan propuestas de cómo cambiar el proceso, puesto que a las personas es imposible cambiarlas. Necesitamos rediseñar esos procesos constitucionales que quedaron mal, para que pese a los malos seres humanos que son los actores que los operan, sí obtengamos buenos resultados para todos los colombianos.

Rafael Fonseca Zarate

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