Paul Krugman, premio Nobel de Economía en 2008, ha lanzado una advertencia que trasciende las fronteras de Estados Unidos: la democracia más influyente del mundo está en peligro, y advierte que su deterioro no se debe únicamente a Donald Trump, es más estructural. En su más reciente artículo, Krugman sostiene que el expresidente es solo el síntoma de una enfermedad política más profunda, incubada durante décadas en el Partido Republicano, que hoy se ha convertido en una fuerza abiertamente autoritaria (1). Aquí sus principales planteamientos que resultan preocupantes para el mundo libre.
Una democracia iliberal
El economista cita a Bright Line Watch, grupo de politólogos que monitorea la calidad democrática global, según el cual Estados Unidos ya puede considerarse una “democracia iliberal”: un sistema donde las elecciones se mantienen, pero el poder del Estado se usa para castigar a los disidentes, manipular instituciones y premiar leales.
Krugman describe cómo la administración Trump, respaldada por aliados en la Corte Suprema, el Congreso y algunos medios ideológicos, instrumentalizó el aparato público como arma política, desde el Ejército hasta la justicia y las agencias reguladoras.
La banalización del autoritarismo
El fenómeno no pasa inadvertido, sino normalizado. Krugman critica que buena parte de los medios tradicionales sigan abordando los abusos de poder como si fueran simples escándalos, comparables a Watergate. Pero esa comparación, afirma, “es ridículamente ingenua”: lo que en los años setenta habría sido un delito de Estado, hoy ocurre varias veces por semana.
Esa banalización del autoritarismo no es solo estadounidense. Es global. Ocurre cuando el poder se disfraza de libertad y el discurso del “pueblo contra las élites”, el populismo, se convierte en coartada para vaciar la democracia desde adentro.
El centro político que desapareció
Krugman trae un muy interesante análisis que se apoya en los datos de Voteview que mide el comportamiento legislativo en el Congreso: en la época de Nixon existía un centro político que permitía acuerdos bipartidistas; muestra que ese espacio hoy ha desaparecido. Mientras los demócratas permanecen cerca de la socialdemocracia europea, los republicanos se desplazaron radicalmente hacia la derecha, al punto de parecerse más a los partidos ultranacionalistas de Europa oriental, como Fidesz en Hungría o AfD en Alemania.
Ese viraje tiene raíces históricas: el antiguo sur segregacionista, los Dixiecrats, abandonó el Partido Demócrata en tiempos de Reagan y colonizó el Partido Republicano con su carga ideológica de racismo, conservadurismo religioso y resistencia a la igualdad. El resultado: un GOP (Grand Old Party, sigla y sobrenombre que conserva el Partido Republicano) que ya no es un partido, sino un movimiento identitario cerrado sobre sí mismo.
El problema no es Trump, sino su ecosistema
Para Krugman, Trump es un hombre cruel y vengativo, “el peor que haya ocupado la Casa Blanca”, pero lo realmente grave es el ecosistema político que lo sostiene.
El Partido Republicano ha adoptado el Führerprinzip, el principio del líder, donde la voluntad del caudillo sustituye a la ley. Cuando la lealtad personal reemplaza la lealtad institucional, la democracia deja de ser un sistema de reglas y se convierte en un culto al mando.
Las raíces del malestar
Krugman no reduce el fenómeno a una sola causa. Lo explica como una tormenta de factores interconectados:
• El poder plutocrático, es decir, la captura del sistema político por una élite económica que concentra riqueza e influencia.
• El abandono de regiones enteras, víctimas de la desindustrialización y la desigualdad territorial.
• El declive del empleo masculino y la pérdida de estatus de los sectores blancos tradicionales.
• La fragmentación social provocada por Internet, que multiplica la desinformación y destruye los consensos.
• Y el racismo persistente, que reaparece con fuerza en tiempos de incertidumbre.
Todo ello alimenta una frustración colectiva que el populismo autoritario convierte en resentimiento político.
Una advertencia que nos incluye
Lo que Krugman denuncia sobre Estados Unidos no es una excepción, sino una advertencia universal. La captura del Estado por fuerzas que desprecian la democracia, pero saben usar su lenguaje, se repite, con variaciones, desde Washington hasta Budapest y también rondan en nuestras capitales latinoamericanas, donde la polarización erosiona el juicio al mismo tiempo en que la corrupción saquea las instituciones (en las últimas décadas también lo habíamos visto desde la extrema izquierda, en La Habana, Caracas y Managua).
Hoy, la amenaza a la democracia ya no necesita ni golpes ni tanques. Basta con el desgaste lento de las normas, la manipulación del discurso público y la indiferencia social ante la mentira.
Epílogo
Trump es solo un síntoma, dice Krugman. La enfermedad es más antigua y más profunda: un sistema político que perdió el sentido moral de la libertad y lo reemplazó por la voluntad de dominar.
Y esa enfermedad no se detiene en las fronteras estadounidenses. Su propagación en la era digital, del poder plutocrático y de la desinformación masiva, amenaza a todas las democracias. Defenderlas ya no significa solo votar, sino repensar la libertad bajo el lente de la ética. Su cura, si aún la hubiera, dependerá de recuperar el valor de la verdad, de los límites del poder y de la responsabilidad de la ciudadanía.
Notas
(1) Krugman, Paul, 2025. Declining American Democracy: Trump is a Symptom, Not the Cause. The modern GOP is inherently authoritarian. Paul Krugman Blog, Notes on economics and more. https://paulkrugman.substack.com/p/declining-american-democracy-trump?r=3r4l4j&utm_medium=ios&triedRedirect=true
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