Desde hace varios meses está rondado por las oficinas de los miembros de la Junta Directiva de EPM una propuesta para desmembrar al conglomerado, justificada bajo la ya tan conocida retórica de eficiencia y competitividad. La idea, en términos simples, es tomar las áreas de servicio, de apoyo y de logística, que son esenciales para el funcionamiento de la empresa y que actualmente son desempeñadas desde la Subgerencia de Centro de Servicios Compartidos, para pasarlos a una filial GBS (Global Business Services), una empresa aparte de EPM.
Si a alguien se le hace estar viendo la secuela de una película, es porque se trata de la misma estrategia utilizada para poder privatizar a UNE. La primera movida para regalar a UNE se dio en el 2006, cuando se decidió escindir a la unidad de telecomunicaciones de EPM para convertirla en una empresa aparte. Una vez separada, convertida en negocio aparte, se dificulta el ejercicio de transparencia ante la ciudadanía y se facilita la adopción de prácticas corporativas propias del sector privado y no de una entidad construida a partir del patrimonio de los ciudadanos.
Al dejar de ser parte de EPM y funcionar por aparte, es más fácil argumentar la necesidad de dejar entrar el capital privado por mantener la “competitividad” porque se deja de percibir como parte integral de una empresa pública cuyo objetivo principal es estar al servicio de la ciudadanía, se presenta la idea de que sin la entrada del privado la compañía pública dejará de ser sostenible.
Si siguen el recetario de UNE, una vez empaqueten a toda el área de servicios dentro de la filial GBS el paso a seguir será que la persona que pongan a cargo de la nueva empresa haga todo lo posible por vender la idea de que su negocios es inviable, tal como sucedió con Marc Eichmann, el último presidente de UNE postulado desde la Alcaldía de Medellín y quien en una entrevista admitió cómo su tarea expresa era hacer ver a la compañía como un negocio atractivo para poder fusionarla, o sea, venderla.
¿Cuál es el paso a seguir? Hacer una fusión donde el control operativo de la filial esté en manos de la parte privada, así la ciudad mantenga la participación mayoritaria en la empresa fusionada; un mal trato que sólo aceptaría quien ya tenga claro que el objetivo final es la venta total de la empresa pues el privado, ni corto ni perezoso como fue Millicom, tomará todas las decisiones que lleven a la desvalorización total de la empresa de manera tal que la compra total por parte de la parte privada aparezca como una especie de rescate. Decisión que se someterá a un Concejo de Medellín que no opondrá resistencia alguna justificando la pérdida del patrimonio público por tratar de rescatar algo de dinero antes de que la empresa se termine de ir a pique.
La propuesta de creación de la filial GBS debe ser rechazada de manera contundente por toda la ciudad porque es la repetición de la misma fórmula de destrucción de lo público que se vio con UNE. No se puede aceptar que una empresa construida para ser la joya del patrimonio de la ciudad empiece a ser desmontada parte por parte para que capitales privados extranjeros se hagan con ella. No se puede ser tan indolente de ver cómo quieren precarizar a los trabajadores que han hecho grande a la empresa por el afán de que las ganancias que generan queden en los bolsillos de unos pocos y no en las arcas públicas para el avance de la ciudad.
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