Las encuestas no eligen presidentes, y menos faltando cinco meses para las elecciones, pero sí revelan cómo se está moviendo el subsuelo emocional del país. La medición de Invamer de noviembre deja claro que Colombia está entrando en una fuerte recomposición: la izquierda aparece con un liderazgo nítido en primera vuelta, la derecha dura conserva un músculo emocional importante, y el centro sigue débil en arranque, pero competitivo en un escenario final. Tres velocidades, tres relatos y un solo tablero donde cada movimiento altera todo.
La lectura no es obvia. Requiere separar el ruido del dato y entender qué está diciendo la sociedad cuando distribuye su preferencia entre Iván Cepeda, Abelardo de la Espriella y Sergio Fajardo. Las cifras hablan, pero lo hacen en clave de tensiones más profundas: continuidad, rabia y moderación. Con ayuda de la IA analizamos esas tensiones.
1. La izquierda gana la primera vuelta, pero no tiene asegurado el país
Iván Cepeda encabeza la intención de voto con un 31,9 % en el escenario con todos los candidatos. No es un apoyo “personalista”: es la cristalización de un bloque político que sigue viendo en la izquierda la narrativa dominante para interpretar el país, incluso después del desgaste del gobierno Petro. El reto es evidente: liderar sin heredar ciegamente, corregir sin renunciar, y evitar que el voto favorable al proyecto progresista se lea como cheque en blanco al continuismo.
El país está fracturado en dos mitades casi simétricas: 50,2 % dice preferir un candidato cercano al Gobierno; 46,9 % se va por la oposición. Cepeda no puede confiar en esa ventaja: la segunda vuelta lo obliga a hablarle a un electorado que duda entre la desconfianza hacia la derecha radical y el temor a repetir improvisaciones y malos resultados gubernamentales. La encuesta revela más que apoyo: expone una demanda de responsabilidad, de orden institucional y de resultados.
2. La derecha dura mantiene un voto emocional fuerte, pero con techo limitado
Abelardo de la Espriella es segundo con un 18,2 %. Su fuerza no nace de un proyecto de país: nace del enojo acumulado, del sentimiento de agravio moral, de la narrativa anti-política que se ha instalado en sectores urbanos y redes sociales. Es un voto real, duro, resistente al desgaste. Pero también es un voto con un techo evidente. Cada vez que se simula una segunda vuelta, la sociedad se repliega: Cepeda le gana con amplitud y Fajardo por un margen considerable.
La pregunta no es si De la Espriella puede pasar a segunda vuelta: puede. La pregunta es si puede ganar: hoy, no. Y esto coloca a la derecha en su viejo dilema: su base más ruidosa no es su base más representativa. El establecimiento conservador y empresarial tendrá que decidir si prefiere apostar a la “furia rentable” o a la “viabilidad gubernamental”.
3. El centro sigue pequeño en primera vuelta, pero sigue siendo decisivo donde importa: en segunda vuelta
Fajardo aparece con 8,5 %: una cifra fría, casi decepcionante. Pero en segunda vuelta, el clima cambia. Le gana a De la Espriella con holgura y casi empata con Cepeda. Es un candidato que no domina las alturas de la primera vuelta, pero que recoge la ansiedad del país cuando se reduce la oferta electoral. Representa una cierta necesidad de equilibrio: ni el vértigo de la radicalización ni la reanudación de la improvisación.
Su debilidad es conocida: carece de narrativa emocional de entrada. Su ventaja también: tiene la menor resistencia cuando el votante debe elegir entre extremos. En un país fatigado de tensiones, puede convertirse en el destino de electores de centro, segmentos empresariales y sectores de derecha desconfiados de la radicalización.
4. Tres campañas, tres estrategias y un solo problema compartido: la incertidumbre del rumbo
La encuesta no muestra un país inclinado hacia un modelo definitivo. Muestra un país tenso, dividido entre la urgencia de resultados, el hartazgo con la política habitual y la necesidad de un nuevo pacto de gobernabilidad. Por eso, cada campaña queda obligada a revisar su brújula:
- La izquierda debe demostrar que aprendió de sus errores y que puede gobernar sin polarizar.
- La derecha debe decidir si quiere ganar o solo hacer ruido.
- El centro debe construir una narrativa capaz de entusiasmar, no solo de tranquilizar.
Ningún bloque tiene la victoria asegurada. Más que ofrecer certezas, la encuesta ofrece advertencias.
5. Un país frente al espejo
Más allá de las cifras, la encuesta muestra algo más profundo: Colombia está buscando un relato que supere el péndulo entre indignación y esperanza. Ninguno de los tres proyectos logra articularlo del todo. La izquierda tiene liderazgo sin hegemonía. La derecha tiene volumen emocional sin viabilidad institucional. El centro tiene viabilidad electoral sin potencia narrativa.
Esa tensión es peligrosa, pero también es productiva: obliga a cada sector a dejar de hablarle solo a su nicho y volver a hablarle al país. La sociedad está enviando un mensaje claro, mejorado con respecto a las elecciones del pasado: no votará solo por identidad ideológica; votará por quién logre ofrecer un horizonte de estabilidad, resultados y coherencia.
El país sí está dejando claro en la encuesta qué tipo de país quiere dejar de ser.
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