Contra viento y marea Colombia ha demostrado su capacidad para sobreponerse a la adversidad a través del Plan Nacional de Vacunación.
Esta semana, el ministro Fernando Ruiz, quien con tanto éxito ha llevado los destinos de MinSalud durante la pandemia, publicó una imagen en su cuenta de Twitter que pueden resumir con su poder el heroísmo de quienes han sacado adelante la vacunación en nuestro país.
A lomos de burro, entre caminos de herradura totalmente llenos de barro mojado, dos profesionales de la salud transportan dosis de vacunas para inmunizar a los habitantes de la hermosa Sierra Nevada de Santa Marta.
Sus batas quirúrgicas contrastan con lo agreste del paisaje.
La imagen es tremenda, y puede leerse de muchas formas. La mirada más crítica no dudará en señalar que la foto delata el atraso en el que se encuentra la infraestructura rural de un país que lleva 200 años sin entender el potencial de sus campos. Esto es cierto.
Pero también, a través del heroísmo de quienes a lomos de burro suben por las empinadas pendientes de la Sierra, se puede leer que no hay dificultad que sea superior a los colombianos.
Y es que el Plan Nacional de Vacunación se ha enfrentado a todos los problemas habidos y por haber. De manera natural, y en una contrarreloj donde cada segundo significa la vida de un colombiano en riesgo, el reto de inmunizar a los colombianos contra el coronavirus es histórico.
Porque las vacunas, como si fueran una radiografía del país, deben recorrer caminos no hechos, problemas logísticos, ausencia de instalaciones, problemas de almacenamiento, amenazas de grupos armados ilegales. Y también, sobre todo en el último mes, los bloqueos producto del paro nacional.
Y pese a todo lo anterior, el espíritu colombiano persiste contra la adversidad, así sea a lomos de burro. Es evidente que se corre el riesgo de romantizar la pobreza y el atraso aquí, pero en épocas de extrema dificultad como esta, con todo en contra, uno debería reconocer el valor de los que se sobreponen a la adversidad para salvar millones de vidas.
En efecto, hablamos de millones de motivos: para inicios de junio, y contradiciendo a las voces que auguraban el fracaso del Plan Nacional de Vacunación, el país registró más de 10 millones de dosis acumuladas y 3,3 millones de segundas dosis aplicadas en todo el territorio nacional. Estos números son impresionantes y significan que millones de vidas se han salvado de perecer por Covid-19 en Colombia.
Algo similar puede decirse del caso de Bogotá, donde también el liderazgo de Alejandro Gómez, secretario de Salud, debe ser reconocido más allá de cualquier tinte político que podamos tener. En la capital ya contamos con 2 millones de dosis aplicadas, con un acelerado ritmo de vacunación que ha sabido sortear las decenas de bloqueos diarios del paro. El primer millón de dosis fue aplicado en dos meses y medio. El segundo millón en solo un mes. Es como si la ciudad se hubiera decidido a luchar contra toda adversidad para rescatar la vida.
De no ser por el impulso de Bogotá con la vacunación, este tercer y largo pico de la pandemia tendría cifras más escalofriantes que las registradas actualmente, con ese terrible promedio de 100 fallecimientos diarios, que son 100 familias de luto cada día.
Por eso la vacunación es importante y debería convertirse en un propósito de país de una forma más decidida que la actual.
Mi eterno reconocimiento a los héroes y heroínas de la vacunación, a todos y cada uno de ellos. Mujeres y hombres que de manera anónima están salvado a Colombia de la catástrofe.