En esta oportunidad quisiera que el lector se preguntara, ¿Cómo estoy reaccionando ante la corrupción? En una escala de 1 a 10, ¿Qué tanta indignación me produce? Al responder esta pregunta no puedo evitar sentir que la sociedad colombiana ha pasado por tantos hechos de corrupción que está en shock, que parece que ya no reacciona. Pero cuáles son las razones por las cuales, en la actualidad, ya no reaccionamos ante actos de corrupción, ¿Acaso estamos tan acostumbrados que otro hecho más no nos sorprende?
¿Es esto perjudicial para nuestra sociedad? Yo creo rotundamente que sí, que esta actitud no nos deja progresar, veamos:
En primer lugar, porque esta actitud pareciera sucumbirnos en un “ya no importa nada” y eso es absolutamente perjudicial. Esto nos lleva a ya no querer saber más de política, a ya no querer escuchar a ningún(a) candidat@.
Y en segundo lugar, porque con esta actitud, la desconfianza se apodera de la sociedad. Lo que hace que sea imposible tejer redes y trabajar unidos por causas comunes.
La situación es tan grave que la sociedad bogotana se indigna más por un “MIERDA” al aire en un canal de televisión nacional, que cuando un político se roba los recursos públicos para comprar relojes caros y autos de colección. Lo anterior porque como sociedad tenemos absolutamente alterada nuestra capacidad para indignarnos, llevamos tantos años viendo y escuchando corrupción que lamentablemente lo naturalizamos, es parte de nuestro paisaje.
Pero no lo sigamos permitiendo, tenemos que recuperar esta capacidad e indignarnos justamente por los hechos que son realmente graves. Aprendamos de nuevo, volvamos a sentirnos realmente molestos con quienes se roban nuestros sueños porque esta indignación es el fundamento del reproche moral que como sociedad hacemos a los corruptos y la condena que estos pueden recibir de nuestra parte.
Hoy digo “a la mierda los corruptos” y lo sostengo sin titubeos en todos los canales y emisoras de radio hasta que nuestra sociedad colombiana despierte y recupere la justa capacidad de indignación. Los recursos públicos son sagrados y no podemos seguir permitiendo que los corruptos se apoderen de ellos.
Cuando volvemos a indignarnos, vuelve a interesarnos la política, volvemos a creer en el progreso y en que con pequeñas acciones como el votar a conciencia, podemos cambiar el mundo.