Después del mundial de Brasil 2014, James Rodríguez se encontraba en su cénit como futbolista. Real Madrid desembolsó 75 millones de euros al AS Mónaco para tenerlo en sus filas, y de pasó le dio la codiciada dorsal número 10.
Su punto más alto se dio en la primera temporada con el ‘merengue’ y después comenzó su declive. Una mezcla de lesiones con actos de indisciplina fueron gastando el crédito que tenía con el club. Los escándalos de su vida nocturna afloraron cuando se separó de Daniela Ospina y la directiva empezó a buscarle una salida.
De ahí saltó al Bayern Múnich, donde jugaba con relativa regularidad, a pesar de no ser titular indiscutido. Después regresó al Real Madrid, donde en ocasiones ni la banca veía con Zinedine Zidane.
Tal fue el desgaste, que el colombiano migró a Inglaterra con Everton, un equipo de segundo renglón. Fue convencido por Carlo Ancelotti, entrenador que tuvo en su primera etapa con Real Madrid. Allí tuvo actuaciones destacables, pero de nuevo una serie de lesiones le quitaron regularidad.
El cariño de la gente lo tenía, pero la decisión del club de contratar a Rafa Benítez volvió a condenarlo. De entrada el entrenador insinuó que no iba a contar con él por su falta de forma física. Con la necesidad de minutos, después de que Reinaldo Rueda no contara con él para la Copa América, James vio en Al-Rayyan un destino óptimo, pues iba a jugar en el país sede del mundial e iba a conservar un sueldo alto.
Sin embargo, nada salió como lo planeó el mediocampista. Colombia no clasificó al mundial, tuvo un par de lesiones y ahora no cuenta con buena relación con la directiva después de ofrecerse unilateralmente al Valencia, equipo que también lo despreció.
James Rodríguez va a sumar 200 días sin jugar en una liga como la de Catar. Aún le queda más de un año de contrato y su equipo se habría negado a rescindir su contrato. Así las cosas, el porvenir del colombiano se ve lúgubre.
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*Foto: fcf.com.co