Hace unos días me subí a un taxi y el conductor me empezó a hablar del Tour de Francia, pero no de la camiseta blanca del líder de los jóvenes que tiene Egan Bernal o las recuperaciones milagrosas de Rigoberto Urán que lo tiene vivito en la clasificación general, más bien se enfocó en el “fracasado de Nairo Quintana”.
En ese tipo de conversaciones, tan casuales, pero al mismo tiempo tan cotidianas, refleja mucho de lo que somos, hablamos desde nuestra ignorancia, menos racionales y más viscerales, quizás, por eso en muchas ocasiones votamos emberracados, tenemos una memoria cortoplacista y eso sí, somos medalla de oro en darle palo a nuestros deportistas y perdonarle muchas embarradas a los que permanentemente nos decepcionan.
Como colombianos, que tenemos la fortuna de tener deportistas fuera de serie, debemos aprender que en el deporte son más las derrotas que las victorias, un ejemplo claro son los atletas que logran su clasificación a los Juegos Olímpicos, la mayoría saben que pelear por los tres cajones del podio es una proeza y solamente asisten a mejorar sus tiempos, a romper sus marcas, en pocas palabras, enfocados en seguir creciendo, para algún día luchar por la de oro.
Lo mejor que podemos hacer es disfrutar y no juzgar, estamos muy lejos de entender los sacrificios y esfuerzos de todos nuestros deportistas, llegar a la élite mundial en cualquier escenario es privilegio de unos pocos y para fortuna nuestra, en muchas disciplinas, hay un colombiano que muestra lo mejor de nosotros.
En la etapa 18 del Tour, cuando Nairo le dio cátedra a todos, les recortó casi seis minutos en la general a los líderes, superando las malas decisiones colectivas del equipo Movistar, volviendo a demostrar que es un fuera de serie. Apenas finalizó la etapa pensé en mi amigo taxista, espero que se haya emocionado y ojalá con esta victoria, cambie sus conversaciones con los pasajeros.