De un total de 346 comunas en todo Chile, solo 5 votaron “rechazo” al plebiscito para aprobar o no una asamblea que produzca una nueva constitución “desde cero”. De esas 5 comunas, una queda en el norte con 505 votos (Colchane, en límites con Bolivia) y la otra, con 31 votos, es una base científica con presencia del ejército (La Antártica). Las otras tres son muy significativas (Las Condes, Vitacura y Lo Barnechea) porque representan el 6% de la región de Santiago y el 2% de todo Chile, pero concentran la mayor riqueza y el mayor nivel educativo, y presentaron alrededor del 50% de los votos de rechazo. En estas comunas las personas en hogares sin servicios públicos representan 0.5% frente a 14.1% de todo el país. A su vez, la pobreza multidimensional es de 3.48% comparada al 20.7% promedio en todo el país (BBC Mundo, 2020-oct-27). Estos indicadores explican bien su voto por el status quo, porque viven en un mundo diferente que les es favorable. Este es quizá, el meollo del problema del llamado estallido social en Chile, que al parecer no sólo fue una sorpresa para el mundo, sino también para los chilenos de ese pequeño submundo privilegiado.
El rechazo se fundamentó en el miedo a la posibilidad de una refundación, a la pérdida de los privilegios y la incertidumbre que genera una asamblea constitucional. La opinión de un habitante de esas comunas (citado por la fuente) “estamos mucho mejor que en 1975, somos número 1 en Latinoamérica y estamos bien, tratando de salir adelante” resume la desconexión entre esos dos submundos. El “estallido”, como significativamente se la ha llamado, representa una sorpresa, algo que no se veía venir en medio del “oasis” al que se refería el presidente Piñera que tenía la fama de ser un país con un sólido manejo económico, corrupción en niveles relativamente bajos y con instituciones estables. Es decir, la élite dirigente al parecer no lo veía venir. Parece raro, dado que las movilizaciones sociales en 2006 (¡hace 14 años!) eran ya un anuncio fuerte sobre los problemas. O las manifestaciones en 2010, y la llamada revolución pingüina en 2011, que buscaba la educación pública gratuita y de calidad, que terminó en un sistema de becas, para proteger los intereses de las universidades privadas cuando el grito de ayuda era para fortalecer las universidades públicas.
En la semana anterior el pueblo chileno aprobó por una enorme mayoría que se escribiera una nueva constitución: más del 78% contra 21%. Sería la primera constitución redactada en tiempos de paz, con representantes elegidos por la población y en el que participarán por primera vez y paritariamente las mujeres.
El péndulo ha cambiado sus extremos en Chile con mayor nitidez que en otros lugares. Cuando alcanzó la presidencia Allende en 1970 giró a la izquierda con un modelo socialista, que ganó con un tercio de los votos y que no hizo consenso con todo el país para tomar esa nueva ruta. Pocos años después, tuvo de tajo un giro a la derecha extrema con el golpe de Pinochet en 1973, que instaló el Neoliberalismo como doctrina económica y política única, y promulgó una nueva constitución en 1980 que fue sometida a un referendo, fraudulento según sus detractores. En todo caso, para no perder de vista los hechos, todo ese período de la dictadura fue la imposición a la fuerza y con violencia, de la voluntad de los sectores más extremos de la derecha, el poder económico pero también parte de las clases medias, para acabar con el socialismo de Allende: dejó más de 3,000 muertos y desaparecidos, más de 40,000 víctimas y una diáspora de perseguidos políticos. Esa constitución pasó de un Estado que garantizaba derechos a uno subsidiario en el que los servicios públicos, la salud y la educación estaban operados por privados, y para cuyo acceso mediaba un precio, que una gran parte de la población no iba a poder pagar, generando exclusión y pérdida de derechos en la práctica. Una constitución que constreñía las posibilidades de asociación sindical, y que no fomentaba la contraparte al poder económico en los mercados.
Sin embargo, cuando retornó la democracia en 1990, no se cambió el modelo económico ni la constitución, sustentados por los buenos resultados en los indicadores macroeconómicos, alcanzando un crecimiento mucho mayor al de Latinoamérica y catalogado como el milagro de la región. En parte también porque los terribles años anteriores hacían preferir la calma política y social, y en parte importante también porque la constitución fue redactada especialmente para que fuera muy difícil introducirle cambios profundos (Infobae, 2019-dic-01).
Aún así se lograron muchas reformas parciales a la constitución para suavizarla y mejorarla en aspectos democráticos. Pero pese a todos estos esfuerzos y debido a la dificultad de reformarla, se ha llegado a que incluso la clase política haya coincidido en redactar una nueva constitución, para eliminar la sombra de que la anterior fue producto de la dictadura y que gran parte de la población la considera ilegítima. Como se conoce, un proceso así no se sabe a dónde llegará y si la nueva constitución logre encontrar el equilibrio buscado y sea aceptado por la gran mayoría de los chilenos en el referendo de 2022, lo cual será indispensable.
Lo malo de la constitución anterior y del sistema económico impuesto es que efectivamente produjo crecimiento económico admirable a los ojos del mundo, pero no trajo bienestar para todos los chilenos. Generó problemas estructurales como la concentración de la riqueza, pobreza irreductible en grupos poblacionales y los altos niveles de endeudamiento en clases populares y clases medias.
Los indicadores de concentración de la riqueza e inequidad son fuertes: el 33% del PIB total llega a tan solo el 1% de la población, y el 19% a la cifra increíble del 0.2%, lo que se traduce, según los analistas, en que solo 300 familias son “dueñas” de todo Chile. Mas de 6’000,000 de adultos no pueden pagar sus deudas, el salario medio es menor a 600 USD pero, dice la fuente, “el mercado es mas caro que en París” y “tienen que usar las tarjetas de crédito hasta para comprar el pan”; y tristemente la pensión media es de apenas 286 USD. El modelo da acceso al crédito pero lo que llaman “la precarización del trabajo” ha llevado a la muy peligrosa combinación de salarios insuficientes, carestía y unos muy pocos recibiendo todos los beneficios (Podcast Diana Uribe, 2019-nov-16). Hay suficientes y variadas fuentes periodísticas y de analistas disponibles que permiten comprender los aspectos rigidizantes de la constitución actual que no dejan avanzar en la implementación de políticas que respondan a los problemas actuales, unido a la falta de representatividad y de confianza de la población sobre sus políticos.
La precarización del trabajo se ha explicado porque la única forma de lograr buenos empleos es obteniendo una buena educación, pero el sistema ha llevado a que esa buena educación sea privada y costosa, la cual hay que pagar a crédito. La deuda presiona al nuevo profesional a emplearse en lo que toque, dejándolo a merced de los empleadores libremente que pueden conseguir mejores costos a través de este mecanismo. Por su parte, la carestía ejerce una enorme presión sobre las malas condiciones de ingreso de la mayoría, pero se va dando igualmente de manera paulatina, a cuenta gotas pero constante, lo cual puede explicar en parte el fenómeno del “estallido”. Esta carestía es una contradicción para un país en el que se suponía que las buenas cifras de crecimiento venían acompañadas con competitividad, lo cual debiera empezar con los costos de los bienes y servicios internamente.
La nueva constitución tendrá que abordar los temas de salud, educación, vivienda, participación y representatividad, y la dificilísima tarea de encontrar equilibrios en todo ello. Un sistema económico que no castre la competitividad que nace en la competencia de los privados en los mercados, pero que no concentre el poder de algunos pocos oferentes, que induzca al trabajo y a la competitividad personal, pero que no ahogue a ninguno de sus conciudadanos y les permita una vida digna, con prosperidad. Un Estado que regule lo menos que toque, pero que garantice los derechos fundamentales de las personas, y que en su relativa medida, haya privilegios para todos. Será complejo, profundo y ojalá no doloroso, y el mundo, pero sobre todo los vecinos latinoamericanos, debemos estar expectantes de los resultados de esta evolución política; como advertía uno de los economistas del Chicago Boys (alumno de Friedman) al ser consultado en su momento “no hay medidas correctivas que sean indoloras” para justificar el cambio de modelo al Neoliberalismo extremo. Ojalá las medidas correctivas que le traerá esta nueva constitución le sirvan al bienestar de todos los chilenos.
Lo más lógico en nuestro país es que aprendamos de la historia que están escribiendo en Chile. Que no haya “estallidos” es una clara responsabilidad de la clase dirigente (el poder económico y el poder político), al estar leyendo y corrigiendo los excesos del sistema actual, algunos generados por los favoritismos de la relación inmoral en la que el poder económico determina al poder político, y otros por corrupción abierta. Que no sorprenda la desconexión total de los poquísimos privilegiados del sistema con la inmensa mayoría que ven que su forma de vida cada vez es más precaria, y que a eso lo menosprecien con todas las discusiones torpes pero alevosas de los activistas pidiendo más represión y violencia.
Hay que poner atención: la derecha debe tener la claridad de hacer buenos gobiernos y es el único responsable de que la izquierda, que dicen amenazante, avance como promesa de solución a su menosprecio. Bajarle a la polarización y subirle a la transparencia y al sentido patrio de trabajar bien por los demás, de entender que si se es próspero es indispensable que todos a su alrededor deben mejorar también en su prosperidad, para que haya un mínimo equilibrio, en el cual todos podamos vivir bien, en paz y con esperanza.
Algunas fuentes consultadas: Podcast Diana Uribe, 2019-nov-16; Infobae, 2019-dic-01; El País, 2020-oct-28; BBC Mundo 2020-oct-23; BBC News, 2019-oct-25; BBC News 2020-oct-26; BBC Mundo, 2020-oct-27; BBC Mundo, 2020-oct-28.
* @refonsecaz – Consultor en competitividad