Es posible que la apatía que se siente en la mayoría de las personas con respecto a actuar en contra de la corrupción se deba a que no se entienda cómo es que afecta el bolsillo de cada uno, y se piense que eso no tiene mucho que ver con las personas comunes. No es así lamentablemente. Nos impacta en todo, todo el tiempo de nuestras vidas y en forma más grave de lo que podríamos ilusoriamente pensar.
Empecemos por un pequeño ejemplo usando una historia que narra el conferencista Yokoi Kenji Díaz, en la cual explica cómo venden la cosecha en Japón los pequeños cultivadores: simplemente la ponen al frente de la casa con un letrerito con el precio y una cajita para dejar la plata allí y coger el cambio si se requiere. No se requiere tener una tienda, con alguien que esté atendiendo la venta y sobre todo cuidando el dinero de la transacción, y que no se necesita un supervisor para cuidar que el vendedor tenga cuentas exactas y que no pueda tener la tentación de robar algo del producto de la venta, y así sucesivamente. Eso se traduce en que lo que venden se puede vender a menor precio porque todo lo demás no agrega valor a la cosecha pero si agrega costo. Ese mayor costo es el de la corrupción. Si no fuéramos deshonestos podríamos prescindir de esos costos de cuidarnos para que no robemos. Esta primera relación entre corrupción y el bolsillo de cada uno es simple: si hay corrupción hay carestía, todo nos cuesta más.
Esos mayores costos en cada transacción se trasladan a los precios de todos los productos en todas las industrias. Por esa misma explicación podemos intuir que si hay corrupción todo nos cuesta más y somos menos competitivos que otras naciones en el mundo; por lo tanto no podemos aspirar a exportar más todo lo que podríamos cuando tenemos competencia de países que son menos corruptos que nosotros y perdemos la oportunidad de tener más empleos y mejores condiciones generales de vida por esta vía. También sale más barato comprar al mundo y perdemos empleos por lo que no somos capaces de producir competitivamente. El desempleo generado contribuye a que los salarios se puedan mantener bajos mientras que todos los productos cuestan más, lo que termina generando más pobreza porque cada día todos somos un poco más pobres que el día anterior.
Todas estas relaciones son más complejas que estas pequeñas frases (como todo en economía), además de que cada generalización se refiere a la mayoría y siempre habrá excepciones, pero nos permiten entender más fácilmente por qué es tan grave la corrupción y nos afecta a todos.
Para terminar lo que pasa dentro de las empresas: cuando los empleados hacen robos sistemáticos de materiales, productos o dinero, o piden comisiones por pagar sus cuentas o por aprobar sus compras, hace que las empresas tengan más costos que los que debieran tener y por supuesto terminan siendo trasladados al precio de los productos; es decir, carestía que impacta a los clientes de esas empresas. Sus competidores, si es que no sufren del mismo mal, tendrán espacio para subir sus precios, generando igualmente carestía a los demás consumidores. De esta manera, si pensamos que sucede igual en todas las empresas y en todos los productos, con una corrupción generalizada como la que vivimos, todos los precios son más altos impactando el bolsillo de todos.
La corrupción con los dineros públicos sí que trae malas noticias en este sentido. Las relaciones de causa-efecto pueden ser lejanas pero igualmente contribuyen a mayor carestía y menor bienestar.
Por ejemplo, pensemos en la construcción y operación de una carretera: si hubo corrupción al adjudicar el contrato, o incluso corrupción en que los proponentes se pusieron de acuerdo en los precios de sus propuestas, y hay también corrupción en todo trámite con las entidades para obtener un pago o para lograr que se dirima una reclamación, todos estos defectos en la contratación y la relación contractual puede derivar en un sobrecosto en la vía que incluso puede ser de varias veces más de lo que debiera ser. Eso ¿qué tiene que ver con las personas? En muchas formas. Una fácil: el mayor costo de la vía se va a reflejar directamente en los peajes, que a su vez impactan los fletes de los camiones, que a su vez son un componente del precio de todos los productos que transportan contribuyendo en la carestía, de nuevo. Por otro lado, si la vía requiere dinero del Estado (que es normal, parte en peajes parte en recursos públicos) querrá decir que la plata de todos alcanzará para menos vías y eso hace que sea más difícil el andar de los camiones por todo el país que deriva en desabastecimiento y mayores fletes, y otra vez en carestía. Para empeorar, se traduce también en falta de competitividad con las consecuencias que ya anotamos. Todo termina en el bolsillo de cada colombiano, no hay escapatoria.
Ahora pensemos en la corrupción en el sector de la educación. Si las escuelas y colegios que se construyen llevan corrupción en su contratación, costarán más por tener que darle una “mordida” a los funcionarios encargados, lo cual las harán más costosas además de que seguramente su calidad se verá comprometida y generará más costos mas adelante, lo cual significará que se harán menos instituciones educativas y habrá menos dinero para pagar a los profesores, lo que llevará a que menos niños de nuestro país tengan acceso a una buena educación lo que podría significar que tendremos menos adultos preparados para contribuir al país y a su economía, con lo cual el dinero de todos los impuestos alcanzará menos para asistencia social, probablemente se requerirá más gasto policial asociado a inseguridad, habrá menos emprendimientos y en general, un menor bienestar general.
Lo anterior nos introduce en la dimensión del bienestar. El valor de vivir en un país que propicie mayor bienestar para sus connacionales se podría medir en el dinero que necesitaría cada persona para ”comprar” el mismo nivel en un país que no lo tenga (en el caso hipotético de que se pudiera, como por ejemplo en la seguridad: muros, rejas, guardias, armas, etc., y mucho más difícil de evaluar el valor del sentimiento de seguridad en el bienestar de las personas). Medido así resultamos muy pobres los colombianos, incluso los que tienen los mayores ingresos.
La corrupción en el caso de la salud podría ser más dramática: en un país normal, con baja corrupción, habrá la posibilidad de tener mucha mejor cobertura de salud, lo cual redundará en que las muertes y mala vida por enfermedades mal atendidas afectarán menormente a sus habitantes. Por el contrario, en un país corrupto donde el dinero no se ha podido usar en tener más hospitales, con mejor dotación y mejores salarios para el personal asistencial, se debería tener dinero para comprar esa mejor atención comparable; esto es lo que se cubre con las pólizas de salud que llamamos medicina prepagada, que está reservada solo para quienes tienen como pagarlas. Otra vez termina impactando el bolsillo, para seguir con la forma de explicación usada. Y los que no pueden pagarlas sufren mucho cuando se enferman, presentan una menor expectativa de vida y tienen un bajísimo bienestar por este defecto de la sociedad en que vivimos.
Uno de los mayores impactos proviene de una corrupción “legal”: cuando los empresarios financian a los políticos para que desde el Gobierno y el Congreso éstos les devuelvan menores impuestos, menor regulación y barreras a su competencia. Con menores recursos públicos ya sabemos cómo se impacta el bienestar, además de que sin regulación y matando la competencia esos empresarios logran subir más los precios, es decir más carestía.
Se podría seguir así poniendo sobre el texto ejemplos y ejemplos de cómo la corrupción arruina en forma muy importante las posibilidades de prosperidad a la gran mayoría de la población, de la cual prácticamente sólo se excluyen los corruptos.
Revisando cómo afecta la corrupción nuestro bolsillo, quedan algunas frases sueltas a manera de conclusión:
Si tuviéramos un país sin corrupción, viviríamos todos mejor.
La corrupción nos baja el nivel de vida y nos hace pobres.
Si vamos a votar en la siguiente elección, de ninguna forma podemos volver a elegir a los corruptos. Elegir bien es un asunto clave.
Si es empresario, antes de reducir salarios y tratar de ahorrar en costos, elimine la corrupción.
Si somos testigos de actos corruptos, usemos las vías institucionales para denunciarlos.
Si somos de verdad patriotas que amamos a nuestra patria, no participemos en corrupción alguna.
Los corruptos nos traicionan a todos los colombianos, excluyámoslos ya de nuestra cotidianidad.
@refonsecaz – Ingeniero, consultor en Competitividad.