La música llegó a Miguel Uribe Turbay cuando tenía 5 años y su padre Miguel Uribe Londoño, contrató un profesor para que le enseñara a interpretar el piano, aprendizaje que le sirvió para desahogar la pena de perder a su madre (Diana Turbay), cuando apenas era un niño y por una causa que por su corta edad, le era incompresible.
Más que un instrumento musical, el piano fue una especie de ‘mejor amigo’ para Miguel. Más adelante comienza a interesarse por otros instrumentos (guitarra, batería, violonchelo y acordeón), convirtiendo la música en una oportunidad para ser feliz, palabras que dice con voz entrecortada por la tristeza que le produjo el no tener a su madre cerca en los momentos en que toda persona necesita de esa mujer que nos da la vida, la misma que durante los primeros años de la infancia nos despierta todos los días para que nos alistemos para ir al colegio, que nos lleva a la cama y nos da el besito de las buenas noches, y en ocasiones nos narra un cuento de hadas mientras llega el sueño.
También compartía mucho tiempo con sus primos y a pesar del asesinato de su madre, vivió una infancia alegre y de mucha intimidad con su círculo familiar.
Gracias a que su papá escuchaba música clásica y ranchera, se familiariza con estos dos géneros, más adelante le encuentra gustó a los boleros, género en donde los Panchos son sus exponentes favoritos.
Interpretando instrumentos musicales aprendió además a conquistar a las chicas de su edad cuando le llegó la época de las novias, y aunque reconoce que no tiene voz de cantor, mantiene el deseo de mejorar en esta faceta, tarea que dice tener pendiente.
El baile lo empieza a practicar en las fiestas juveniles a las que le invitaban, encontrando en el merengue de la agrupación Ricarena a un gran aliado que le evitó la pena de decirle a sus amigos(as) que no era muy diestro en este arte.
A pesar de que vivió una parte de los años en que los niños de la cuadra iban de casa en casa invitando a sus amigos a salir a la calle, para jugar fútbol, canicas, yermis, ponchado y hasta trompo, Miguel prefería los juegos de mesa, es decir el ajedrez y las cartas. Eso sí, no desperdició los momentos que le quedaban libre para disfrutar de una pequeña caminata por las calles del barrio y compartir un helado en compañía de sus primos, una amiga de la cuadra o de una compañera del colegio.
Cuando su padre le comunicó la noticia de la muerte de su progenitora, no lloró ese día, solo lo hizo hasta el momento en que entendió que su madre estaba muerta.
Durante muchos años sintió mucho resentimiento pero con el tiempo aprendió a perdonar. En este proceso ayudó su abuela, doña Nidia Quintero, quien le enseñó que la única manera de reconciliarse con la vida es a través de Dios.
Su abuela cumplió el papel de madre y le enseñó la importancia de servir a los demás. La acompañaba a la Caminata de la Solidaridad, a las charlas con mujeres líderes, a los eventos en los barrios donde la invitaban, etc. Doña Nidia le enseñó a valorar a la familia, los amigos y las personas cercanas. A disfrutar cada momento de la vida.
En el 2006, participó en un homenaje a su abuela con la banda marcial del Colegio Los Nogales, interpretando el redoblante, marchando en frente del entonces presidente Álvaro Uribe, abriendo aquella versión de la marcha tradicional de la Caminata de la Solidaridad Por Colombia.
Recuerda este episodio con mucho cariño porque ese toque fue para su abuela, a quien considera como su mayor ejemplo. Asegura que le encantaría ser su nieto preferido, aunque confiesa que ella los quiere y los adora a todos por igual.
De su abuelo, el expresidente Julio Cesar Turbay, admira la fortaleza, disciplina y superación con la que salió adelante, porque al ser hijo de un inmigrante libanés que vivía en la pobreza absoluta, no tuvo las mismas oportunidades que tenían muchos pero esto fue no fue obstáculo para no lograr la meta de dirigir los destinos de un país, que parecía no tener futuro por estar sumido en la violencia generada por las guerrillas de las FARC, el ELN, el M19 y el EPL, sumado a los hechos trágicos que provocaba el narcotráfico y el nacimiento de unas autodefensas.
Miguel cuenta que no se molesta ante las burlas y mofas que hacen de su abuelo, porque cree que vienen de un sector de la sociedad que busca reducir al mínimo los logros de quien consideraban como “un inferior”.
El trabajo como concejal de Bogotá y como secretario de Gobierno, le cambió su manera de pensar, y conocer esa ‘Bogotá Profunda’ donde la pobreza extrema es la protagonista, y darse cuenta de muchas historias de vidas, entre ellas, las que hay detrás de las víctimas de la trata de personas, la violencia sexual y prostitución infantil, le hicieron entender en lo necesidad de luchar por cambiar esos problemas que a veces parecen invisibles pero que están a la vista de todos, a la espera de una solución.
De los momentos que comparte junto a su familia, el que más disfruta es cuando están en la cocina preparando su plato favorito (arroz, carne y papa).
El llegar cansado, con el estrés de los largos recorridos que debe hacer en medio de su campaña al Senado y encontrar esa sonrisa de su pequeño bebe y el abrazo de su esposa y de las hijas de su señora, a quienes considera como propias, le llenan de emoción y felicidad y le dan motivos para continuar con su objetivo de trabajar todos los días por un mejor país.