En las zonas rurales de Colombia, el campesinado reclama hoy su reconocimiento como motor de identidad cultural. En la actualidad, hombres y mujeres del campo no solo producen alimentos, sino que son guardianes de conocimientos ancestrales, tradiciones agrícolas y saberes transmitidos por la oralidad, la música, la gastronomía y el arte. Frente a las presiones de la modernidad y la migración, sus prácticas se consolidan como pilares vivos de la memoria colectiva que exigen visibilidad y protección.
Por: Tania Alexandra Casallas Cardenas. [email protected]
En Colombia, el campesinado no es un grupo homogéneo sino un mosaico compuesto por hombres y mujeres de la región Insular, la Amazonía, la Orinoquía, el Caribe, la Andina y el Pacífico que trabajan la tierra con saberes, lenguajes y prácticas que varían según el clima, la historia y las rutas de movilidad.
Son miles y miles de familias distribuidas por todo el territorio cuyos rostros y oficios responden a realidades muy distintas, pero que confluyen en un rasgo común, su vida cotidiana está profundamente anclada al territorio y a relaciones sociales que transmiten memoria.
Esa diversidad territorial y numérica es precisamente la plataforma desde la cual se construye la identidad cultural colombiana, las múltiples tradiciones regionales que se construye con recetas, músicas, refranes, rituales agrícolas, saberes sobre plantas y técnicas de cultivo, no existen por meros adornos, sino que son prácticas productivas y simbólicas que alimentan ciudades, mercados y narrativas nacionales.
Al reconocer al campesinado como sujeto cultural se visibiliza un patrimonio vivo que impulsa la creatividad, la gastronomía, las expresiones artísticas y la resiliencia frente a las crisis; por eso, su protección y promoción no es solo una política rural, sino una inversión en la cohesión cultural del país.
Prácticas que se consolidan como identidad colectiva
Las prácticas rurales se anclan en el territorio y en el lenguaje de los espacios; nombres de zonas naturales, rituales de siembra y festividades locales actúan como archivos vivos que conectan a las personas con su pasado y con su entorno.
Esa dimensión simbólica no es menor, varias expresiones culturales originadas en contextos rurales han sido reconocidas y protegidas en Colombia por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) como patrimonio inmaterial, lo que confirma que los modos de vida del campo constituyen elementos centrales de la identidad nacional.
En lo material, la conservación de semillas, las prácticas agrícolas tradicionales y los saberes sobre plantas, funcionan como soportes de memoria que atraviesan generaciones, tal es el caso de la red de guardianes de semillas de vida (RGSV) quienes resguardan variedades locales y conocimientos sobre su manejo, prácticas que sostienen biodiversidad y seguridad alimentaria y que, a la vez, portan relatos y técnicas que definen identidades locales. Reconocer y proteger esos sistemas de semillas es también reconocer historias y relaciones sociales que no aparecen en registros formales pero que sostienen la continuidad cultural.
Además, son las redes y los espacios de intercambio cultural los que transforman prácticas privadas en patrimonio colectivo y las proyectan hacia audiencias más amplias. Cuando una receta, una canción o una técnica agrícola se comparte públicamente, no solo se reafirman vínculos internos, sino que se construye reconocimiento externo que puede traducirse en apoyo económico, en políticas de salvaguardia y en orgullo comunitario.
Ese tránsito de lo íntimo a lo público contribuye a que la identidad campesina deje de ser un sector aislado de un territorio, para convertirse en un elemento reconocido y valorado dentro del tejido cultural del país.
El sentimiento de ser campesino
Con el propósito de mostrar la experiencia viva del campesinado, en este proyecto entrevistamos a Carlos Carrillo, campesino de Tabio-Cundinamarca, quien ha realizado tareas de siembra y ordeño. Carlos es la voz central que acompaña este reportaje; su testimonio recorre la rutina del campo, las labores compartidas en familia y la sensación profunda de pertenencia de quienes trabajan la tierra “el hecho de vivir en el campo ya genera un arraigo con la tierra”, y con esa frase resume una relación que va más allá del trabajo y se vuelve identidad.
Su relato pone en primer plano la dimensión cotidiana de esa identidad, habla de jornadas en las que la leche se consume recién ordeñada, de sacar la papa y tener que lavarla, y es que no son sólo acciones productivas; son rituales y saberes que organizan el tiempo y sostienen la memoria colectiva. Al escuchar a Carlos, queda claro que cada práctica contiene una historia familiar y una forma de ver el mundo que distingue al campo de la vida urbana.
Pero el testimonio también expone tensiones concretas, la migración juvenil motivada por el deseo de conseguir mejores oportunidades de vida, el abandono institucional del campo y las dificultades para comercializar la producción, donde la figura de los intermediarios limita los márgenes de ganancias de los productores.
Frente a ese panorama, Carlos señala vías de resistencia y visibilidad, con las festividades locales como el Encuentro Nacional del Torbellino y el Día del Campesino, además, de las nuevas formas de comunicación en las que creadores de contenido pueden llegar a dar visibilidad del trabajo campesino y atraer miradas urbanas.
El testimonio de Carlos Carrillo y las prácticas campesinas muestran que la identidad cultural colombiana se teje en los surcos, las cocinas y las faenas compartidas, no son simples tradiciones, sino saberes que sostienen memoria, biodiversidad y seguridad alimentaria, y que hoy enfrentan retos, por eso es urgente acompañar estas comunidades con políticas sostenidas, redes de comercialización justas y procesos educativos que reconozcan la ruralidad como proyecto de vida.
Este artículo forma parte de un proyecto transmedia que profundiza en esta temática, complementado por una entrevista y por un programa radial en Concéntrika al Oído, disponibles en el canal de YouTube de Concéntrika Medios, donde invitamos a escuchar de primera mano este acercamiento al campesinado colombiano.
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