Una dudosa elección presidencial y protestas en todo el mundo por parte de los venezolanos me han inspirado el título de esta columna. En efecto, los colombianos somos testigos de cómo los comicios del vecino país tienen serios indicios de ilegitimidad direccionados por la dictadura de Nicolás Maduro. Por ello, tenemos el sentido de hermandad y empatía acompañándolos desde las principales ciudades capitales atiborrándolas con multitudes de compatriotas y criollos en los plantones convocados por la valiente líder, María Corina Machado. La estrategia hace eco en los cinco continentes.
No me cabe duda que las marchas, protestas o plantones convocados por cualquier ciudadano o movimiento tienen el respaldo de millones y las garantías constitucionales en un país Democrático. Agarrarse de ese derecho para exigir, con respeto y cero violencias, garantías frente a las determinaciones de nuestros gobernantes es una tarea ciudadana principalmente cuando sentimos fuertes “vientos de cambio” que atentan contra nuestra calidad de vida, el futuro de nuestras familias, la estabilidad económica y falta de honestas políticas públicas para generar certeros cambios. Debemos estar alerta.
En todo caso, los colombianos somos “campeones mundiales” en promover esta clase de movilizaciones para apoyar a propios y extraños. Precisamente este antecedente matizado con el fervor de exigir con gritos y arengas mejoras en varios frentes de nuestra tropezada vida social nos deben alentar, más temprano que tarde, a reclamar pacifica y masivamente por temas puntuales como: respetar el derecho a un servicio de salud digno, una reforma pensional sin vicios de trámite en el Congreso, una transformación en el código laboral alejada del interés politiquero, una estrategia seria para disminuir el desempleo y bajar la informalidad, incentivar la inversión interna y externa, entre otros temas trascendentales. Ahora es Colombia y los colombianos.
Dice el presidente de la Corte Constitucional José Fernando Reyes Cuartas, palabras más palabras menos que: “los ciudadanos puedan ir a la plaza pública es lo que justifica que seamos una democracia. Mientras haya opinión pública, mientras haya marchas, eso demuestra que hay una democracia palpitante. Eso sí, sin violencia, sin negar los derechos ajenos”. Y es que en nuestra golpeada patria la vulneración tacita de nuestros derechos por parte de cada gobierno de turno se convirtió en una constante que se suaviza con mensajes progresistas pero con graves consecuencias a futuro para las comunidades, no solamente del ámbito rural sino urbano. Debemos hacer palpitar con euforia nuestros derechos.
Un ejemplo cotidiano y palpable es la inseguridad en todos sus fondos y formas por parte de grupos terroristas y bandas criminales con las cuales se abren espacios de treguas y acuerdos sin cumplir. Los resultados: más secuestros, más ataques contra nuestra fuerza pública, más masacres, más vulneraciones contra los derechos humanos, más hambre, más pobreza, más miseria y más incertidumbre. Ante ello, la ciudadanía debe reaccionar con una marcha justificada contra los marcados atropellos y sus descarnados autores. Para otra muestra, el botón de la odisea para el reclamo y entrega de medicamentos, situación de la cual fui testigo presencial cuando me atreví a madrugar a realizar una larga fila para obtener unas medicinas a eso de las 4:00 am y en la que me llamó la atención abuelitos realizando este ritual sin compasión alguna del clima, la incomodidad y la falta de humanismo por parte de quienes prestan servicio. Esto último, se debe rechazar en la plaza pública.
Debemos ir a la plaza pública a protestar por la compra de congresistas para pasar por debajo de la mesa leyes cuestionables para el ciudadano de a pie, por el ataque constante a medios de comunicación, periodistas y la libre expresión, por el incumplimiento de los grupos al margen de la ley de aturdir a la población civil, por generar incertidumbre entre los empresarios colombianos, por los elevados precios en la canasta familiar, por los contantes escándalos de corrupción del gobierno y sus más cercanos familiares y por las inexpertas determinaciones de varios funcionarios de primer nivel del tan recalcado “gobierno del cambio”. Dicho todo lo anterior, la evidencia muestra la necesidad de prepararnos para seguir en la tónica de seguir exigiendo cambios serios y responsables desde las plazas públicas de todo el país sin importar nuestra línea ideológica.
Ahora es Colombia!, insisto. Porque olfateo como el mejor de los sabuesos -un labrador pura sangre- las oscuras intenciones del Gobierno Gustavo Petro de seguir en el poder, sea con una jugada Constitucional o promoviendo a otra u otro para ser él la sombra en el poder y seguir con su tal proyecto político. De tal manera, el titular debe emocionarnos por nuestras patria, su gente y su futuro, para lo cual es urgente estar atentos y si es necesario salir a protestar por cualquier intento de irrespetar la Constitución y las leyes, lo cual finalmente nos pondría en el mismo escenario de la actual Venezuela y su acertijo de sacar del poder al señor dictador, Nicolás Maduro. Ojalá este herrado…