¿Alguien quiere pensar en las niñas?

“Una niña, un maestro, un libro y una pluma pueden cambiar el mundo”— Malala Yousafzai

Cada año, el 11 de octubre, se celebra el Día Internacional de la Niña, una fecha para reflexionar sobre el presente y el futuro de millones de niñas en el mundo, especialmente en Colombia. Las niñas son semillas de cambio, pequeñas portadoras de sueños que, con las condiciones adecuadas, pueden florecer en mujeres fuertes y líderes capaces de transformar el mundo. Algunas como Malala Yousafzai, activista pakistaní por los derechos de las niñas, ha luchado enfrentando todo tipo de ataques violentos, atentados y el exilió. Cuando en una sociedad como la árabe ella levanto la voz para exigir educación para las niñas, puso en jaque y cuestiono el régimen que criminaliza y violenta la presencia de la mujer en la sociedad, menoscabando derechos y otorgándoles el rol de la infamia, el silencio y la vergüenza.

Por eso hoy quiero dedicar este espacio a pensar en ellas, en su vida, su cotidianidad y en que estamos haciendo para asegurar un mundo mejor para su existencia. El propósito de esta columna ha sido en principio escribir, poder narrar algunos de los temas sobre los que trabajamos junto a mi equipo a diario y profundizar en que se está haciendo bien y cómo podemos replicarlo. Por ello profundizo estas líneas en algunas herramientas fundamentales como la educación, la seguridad y la movilidad como elementos esenciales sobre los que se debe discutir y exigir para una vida libre de violencias y con oportunidades para nuestras niñas.

A nivel global y en Colombia, las niñas continúan enfrentándose a enormes desafíos. En Bogotá, los informes recientes no son alentadores: hasta abril de 2024, se registraron más de 532 casos de delitos sexuales contra menores, un aumento del 30% en comparación con el año anterior. Las cifras de violencia intrafamiliar también han aumentado, alcanzando un alarmante crecimiento del 211% en los casos denunciados. Estos números, además de ser aterradores, nos urgen a tomar acción inmediata y a garantizar que las niñas vivan en un entorno seguro, donde puedan desarrollarse plenamente.

Uno de los pilares fundamentales para el empoderamiento de las niñas, además de la educación, es su capacidad de desplazarse con seguridad y autonomía. Bogotá, una ciudad que alberga a más de 9,3 millones de habitantes y donde se realizan más de 14,6 millones de viajes diarios, ha comenzado a entender esto y ha implementado programas clave que promueven la movilidad segura para las niñas. El programa “Al Colegio en Bici” es un ejemplo de cómo una política pública puede transformar vidas. Con más de 4.800 estudiantes participando en 2024, de los cuales el 43% son niñas, esta iniciativa no solo ofrece un medio de transporte seguro, sino que también fomenta la independencia y confianza de las niñas en su día a día. Además, el programa “Biciparceros”, que acompaña a estudiantes que utilizan sus propias bicicletas, ha creado una red de confianza, aunque todavía persiste una brecha de género importante: solo el 27% de las participantes son mujeres. Reducir esa disparidad es una tarea pendiente.

Otro ejemplo es la “Escuela de la Bicicleta”, un programa liderado por el Instituto Distrital de Recreación y Deporte (IDRD), que enseña a niñas y niños a usar la bicicleta como medio de transporte. En 2023, las mujeres representaron el 87% de los procesos de enseñanza de la Escuela, lo que muestra el interés y la necesidad de estos espacios para empoderar a las niñas y adolescentes. La bicicleta no es solo un medio de transporte, es también una herramienta de libertad y autonomía, algo crucial para las niñas en su camino hacia la igualdad.

Sin embargo, aunque el uso de la bicicleta está en auge en Bogotá, todavía existe una gran disparidad entre hombres y mujeres. A pesar de que las mujeres realizan el 54% de los viajes diarios en la ciudad, solo una de cada tres personas que se desplaza en bicicleta es mujer. Esto refleja no solo una cuestión cultural, sino también los problemas de seguridad que muchas niñas y mujeres aún enfrentan al moverse por la ciudad. La movilidad segura es solo un componente del empoderamiento de las niñas, pero está profundamente interconectada con su acceso a la educación. Cuando una niña puede ir a la escuela sin miedo, su mundo se expande. Es por esto que el trabajo de activistas como Malala Yousafzai es tan relevante, porque nos recuerda que una niña con acceso a la educación tiene el poder de cambiar su vida y la de su comunidad. En Bogotá, los esfuerzos para facilitar la movilidad de las niñas deben complementarse con políticas que garanticen su acceso a una educación de calidad y sin interrupciones.

No podemos hablar del empoderamiento de las niñas sin recordar ejemplos inspiradores como el ocurrido esta semana en México, donde Claudia Sheinbaum, se convirtió en la primera mujer presidenta de México. Su ascenso es un testimonio de cómo una niña que sueña, una niña con educación y apoyo, puede alcanzar los más altos cargos y liderar cambios trascendentales. Cada niña en Colombia y en el mundo debe tener la oportunidad de seguir ese camino. En este Día Internacional de la Niña, no solo debemos celebrar los avances, sino también redoblar nuestros esfuerzos para garantizar que cada niña tenga las oportunidades que necesita para alcanzar su máximo potencial. Como sociedad, debemos recordar que el futuro depende de la imaginación, la educación y la libertad de nuestras niñas. Es hora de que todas las niñas en Colombia y en el mundo reciban las herramientas necesarias para cambiar sus propias vidas y, a través de ello, cambiar el mundo.

Quena Ribadeneira