Una tormenta en un vaso de agua. En eso ha terminado la alharaca uribista por los cambios que el alto mando militar y el Ministro de Defensa Iván Velásquez anunciaron en días pasados en la estrategia y operatividad de nuestras fuerzas militares. La narrativa opositora de quienes se proclaman como los únicos defensores de la fuerza pública, en su afán por golpear a Petro, construyeron el Fake News de que se trataba de su desmantelamiento para favorecer a las organizaciones armadas ilegales y a las estructuras criminales que este gobierno heredó de ellos.
El grito en el cielo lo pusieron para aprovechar la resolución firmada por el Ministro de Defensa que ordena la transformación de los “Comandos Conjuntos” y las “Fuerzas de Tarea” tal y como se conocen hasta ahora, que fueron creadas a comienzos de siglo, en el primer Gobierno de Álvaro Uribe, para que Ejercito, Armada y Fuerza Aérea, encararan la confrontación con las guerrillas, principalmente las FARC, que habían entrado a una fase de guerra de movimientos, dejando atrás la típica modalidad de guerra de guerrillas.
El oportunismo de los sectores de la derecha política no ha podido prosperar porque ha sido el propio alto mando militar el que ha salido a dar las explicaciones sobre estas medidas y decisiones. En su boletín de prensa del 2 de noviembre del 2024, las Fuerzas Militares aclararon que estos cambios ocurren “tras un análisis detallado del contexto estratégico y una revisión a la estrategia militar mediante mesas de trabajo de equipos multidisciplinarios incluyendo inteligencia, operaciones, planeación y un análisis de la amenaza y retos que enfrentan las Fuerzas Militares…”. Advierten además que “los cinco Comandos Conjuntos, continuaran con su misionalidad en el planeamiento y evaluación del ambiente y contexto estratégico en cada una de sus áreas geográficas asignadas.” y a renglón seguido reiteran que “las Fuerzas de Tarea Omega, Hércules y Vulcano continúan operando en las áreas actuales y serán orgánicas del Ejercito nacional”.
Estos energúmenos críticos del gobierno no quieren reconocer o no logran dimensionar que, al adentrarnos en el cierre definitivo del conflicto político armado con el Acuerdo de Paz del 2016, a pesar de la subsistencia del ELN, ha ocurrido una transformación de la criminalidad en Colombia. Y que las nuevas amenazas surgidas de dicha transformación no es posible atenderlas con la doctrina y organización militar propia de la guerra anterior. Se requiere examinar que aporta cada fuerza –Ejercito, Armada y Fuerza Aérea- a la acción y operación conjunta. Quizás, la evaluación del alto mando ha concluido que los comandos y unidades conjuntas que fueron definitivos para cambiar la correlación de fuerzas militares a favor del Estado, se empoderaron de tal forma que debilitaron cada una de las fuerzas regulares.
Las nuevas circunstancias de afectación de la seguridad en la Colombia de hoy ameritan cambios audaces. Mas inteligencia y contrainteligencia, fortalecimiento y cualificación del mando de cada fuerza, identificación y promoción de la virtud en la juntanza y coordinación de las fuerzas militares, y capacidad de despliegue rápido para responder oportunamente a los ataques y amenazas en los territorios. Y, sobre todo, no distraerse con alharacas electoreras.