Hace algunos días circuló de manera masiva en las redes sociales un video de la Doctora Concha Baracaldo que podría llamarse así: cante, aunque no cante. Allí la nueva directora del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar aparece cantando de manera desapacible, por decir lo menos, un fragmento del Himno a la alegría del poeta Shiller que Beethoven incorporó en una de sus composiciones más hermosas, la Novena Sinfonía.
Además de entonar de manera destemplada el fragmento del himno, no se sabía la letra, pero sin problema invitó a los funcionarios que le acompañaban a cantar con ella. Frente a la Sra Baracaldo en otro video, se ven servidoras y servidores públicos, tomados de las manos entre la estupefacción y una cierta sonrisa socarrona. Creo que se trataba de la primera reunión que tenían con la flamante directora a quien en distintos medios de comunicación hemos cuestionado por las denuncias de presunta corrupción cuando trabajó en la Alcaldía Chía durante el período del también acusado Fernando Rojas. También le hemos cuestionado por ser una persona que desconoce totalmente las responsabilidades para uno de los cargos más importantes en este gobierno del Cambio: dirigir el sistema que busca proteger la vida de niñas, niños y adolescentes y al mismo tiempo promover de manera oportuna y pronta, condiciones materiales de vida digna para sus familias.
Después de la desafortunada presentación de la señora Baracaldo la cual la lleva del anonimato al desprestigio, no hemos vuelto a verle cantando, ni tampoco pronunciándose de manera clara y vehemente sobre las medidas que desde el ICBF van a tomar de cara al horror de lo que está ocurriendo con las niñas y los niños en Colombia.
Además de los abusos que día a día se denuncian a través los defensores de la niñez, los medios de comunicación, las redes sociales, a las niñas y niños en Colombia los están matando. Este año tenemos la dolorosa cifra de 425 muertes. Matanza en las cuales hay responsabilidades de las familias, del Estado, de los guerreros de siempre que les convierten en blanco de sus actuaciones violentas. En otro país esta situación habría ameritado tomar decisiones urgentes y estructurales, pero nada ha pasado.
Por el contrario, vemos con dolor cómo se hubiera podido evitar el asesinato por parte de su padre, del niño Gabriel Esteban González, si la Comisaría de familia en Bogotá, hubiera decretado medidas de protección, por violencia intrafamiliar por parte del Señor González, no sólo a la madre sino también a los dos hijos, como lo establece la normatividad vigente. En cambio, esta comisaría, con sus precarias medidas, dejó desprotegido al niño en manos de un hombre que había demostrado ser violento. No hay que olvidar que son las comisarías la primera puerta que tocan quienes son víctimas de violencia intrafamiliar. Allí llegan mujeres en condición de enorme vulnerabilidad, viejos y en ocasiones niñas y niños para buscar justicia.
En múltiples investigaciones se ha documentado que el área de protección especial en el ICBF siempre ha sido la más compleja porque implica de acuerdo al Código de Infancia, artículo 50, restablecer los derechos de niñas, niños y adolescentes, restablecer su dignidad e integridad como sujetos y su capacidad para hacer un despliegue efectivo de sus derechos, los cuales le han sido vulnerados. Cuidar y proteger sin limitarles su condición de ciudadanas y ciudadanos en formación es una delicada misión.
La dolorosa historia de Gabriel Esteba es otra de las historias de cientos de niñas y niños a quienes se les violan sus derechos porque de manera desafortunada por acción u omisión jueces de familia, defensores y comisarios no cumplen de manera diligente esta fundamental tarea.
Y para colmo de males la Señora Baracaldo acaba de nombrar en la Dirección de Protección de la niñez del ICBF a un amigote suyo, con quien trabajó en la Alcaldía de Chía y es experto en vivienda ¡No hay derecho¡!