Los pésimos indicadores sociales demuestran que Colombia sufre por graves problemas económicos que encarecen el dólar desde mucho antes del 7 de agosto pasado. Porque se importa en exceso y se exporta muy poco, debilidades que no puede corregir, y que sí empeora, un endeudamiento externo exagerado, de 175.900 millones de dólares, todo fruto de las recetas del FMI y los TLC a favor de otros países.
Por esas mismas causas –agravadas por la guerra en Ucrania, que puede conducir a una catástrofe nuclear– la crisis global conducirá a una recesión también universal, recesión que arrastrará a Colombia, juicio en el que coincido con usted.
El peor de los mundos.
Entre lo poco que nos ha defendido están las exportaciones de petróleo, por 13.000 millones de dólares en 2021 y unos 22.000 millones este año. Sin ellas, ¿se imagina cuánto costaría el dólar y cómo sería el tamaño de la crisis nacional?
De otra parte, podemos coincidir en que Colombia tiene una dependencia excesiva del petróleo y de otros bienes básicos mineros y agrarios –el llamado extractivismo–, dependencia que debe corregirse con más producción industrial y agropecuaria. Pero lograrlo exige renegociar los TLC –en lo que su gobierno no está– y aceptar que ese cambio es un proceso complejo que no necesita destruir los hidrocarburos, el carbón y la minería, sino explotarlos con un correcto manejo ambiental, económico y social.
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De ahí que tuviéramos otra gran diferencia en la campaña presidencial cuando en agosto de 2021 planteó que en su gobierno no se firmarían nuevos contratos para buscar más gas y petróleo –que son los mismos–, controversia que sigue en pie porque el punto sigue en su programa y su ministra de Minas lo está aplicando sin que usted la haya corregido, presionando además el alza del dólar.
Con franqueza debo decirle que esa insistencia es muy equivocada, Señor Presidente. Porque es imposible reemplazar los dólares de la exportación de petróleo con más turistas a Colombia, y menos si tenemos que pagar las importaciones de combustibles una vez dejemos de producirlos. Y las reservas de hidrocarburos se acabarán pronto si no se buscan y encuentran nuevos yacimientos.
También yerra en lo ambiental. Porque, por su subdesarrollo, Colombia produce tan poco carbono que, aún si destruyera su economía reduciendo a cero la combustión de combustibles fósiles, en nada cambiaría el calentamiento global, fenómeno global, no nacional. Porque solo aportamos el 0,60 por ciento, menos del uno por ciento, de los gases de efecto invernadero del mundo y con el 60 por ciento de ese porcentaje no por la quema de hidrocarburos sino, principalmente, por la deforestación. Si dejáramos de exportar petróleo, además, otros países lo harían y las emisiones globales de CO2 serían las mismas.
Y ningún gobierno de país productor de petróleo y gas en el mundo dejará de firmar nuevos contratos de exploración y explotación. Ahí están los ejemplos de México, Brasil, Argentina y Venezuela, todos además en sus transiciones energéticas.
Colombia también debe transitar hacia las energías alternativas –como la solar y la eólica y mantener la hidráulica–, pero no como un salto al vacío sino aprovechando los hidrocarburos y el carbón hasta tanto podamos darles los reemplazos adecuados.
Cordialmente, lo invito entonces a anunciar que sí habrá nuevos contratos para hidrocarburos en Colombia. Para defender los ingresos del país y para quitarle presión al encarecimiento del dólar, también empujado al alza por el maltrato que la reforma tributaria le da a Ecopetrol.