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Confidencial Noticias 2025


En un país donde la polarización política ha contaminado incluso las cifras, sorprende —y alegra— que un medio tradicionalmente crítico del actual gobierno como El Tiempo reconozca, aunque con cautela, un avance fundamental en la economía nacional. El editorial del 9 de julio, titulado “Mantener el rumbo”, admite que “por primera vez en cerca de cuatro años, la carestía rompió el nivel simbólico del cinco por ciento anual”, con una inflación que cerró junio en 4,82 %. No es un dato menor, ni tampoco un milagro fortuito: es resultado de decisiones políticas y económicas que el gobierno del presidente Gustavo Petro ha impulsado pese a las tormentas mediáticas.

Lo relevante del editorial no está solo en los datos —que son positivos y contundentes— sino en el giro discursivo. El Tiempo reconoce que “la marcha de las cosechas resultó favorable”, y que “no solo el clima influyó positivamente en lo sucedido”, sino también una “caída notoria de los costos de producción”. Es decir, hay un componente estructural, de política pública, que comienza a dar frutos. El impulso a la producción nacional de alimentos, la transición hacia energías más limpias y el enfoque en soberanía alimentaria no eran frases vacías: son hoy medidas que estabilizan precios y mejoran el poder adquisitivo de los hogares.

Y aquí viene el punto central que el editorial señala con claridad y que debemos subrayar aún más: “Lo importante es que el poder adquisitivo de las familias colombianas es mayor, lo que beneficia a los más pobres”. Este es el corazón de la política económica progresista del gobierno Petro: no se trata solo de indicadores macroeconómicos fríos, sino de transformaciones reales en la vida cotidiana de millones de personas. El precio de la papa, el tomate y las frutas frescas en las plazas de mercado bajó; las tarifas de electricidad, en un país históricamente golpeado por el abuso de los servicios públicos, disminuyeron por el aumento en la generación hidroeléctrica. Esa es la economía popular respirando con algo más de alivio.

El editorial incluso reconoce que “el índice de precios al productor para la agricultura” muestra mejoras importantes. Este dato es fundamental porque conecta con una de las grandes apuestas del gobierno: revitalizar el campo. No es casualidad que en este año hayan aumentado las compras públicas a campesinos, los programas de agricultura familiar y el impulso a economías regionales. La reducción de los costos de producción agrícolas es, entonces, el resultado de haber puesto el foco donde realmente estaba el abandono estatal.

Claro está, El Tiempo no puede evitar el tono dubitativo: “nadie ve posible ubicar pronto al país en la meta de largo plazo del Emisor”, advierte, y menciona el 93 % de cumplimiento del techo deseado de inflación como señal de alarma. Pero incluso esa observación termina dándole la razón al gobierno: hemos avanzado mucho más de lo esperado, en menos tiempo y bajo condiciones difíciles, incluyendo una oposición feroz en los medios y en el Congreso.

Es llamativo, además, que la editorial aborde el debate sobre la reducción de tasas de interés por parte del Banco de la República. Aunque señala que “el debate técnico apunta a ser intenso”, también admite que “hay algo de espacio para reducir los intereses”. Esto es clave: si las tasas bajan, el acceso al crédito mejora, las familias y las pymes se reactivan, y la economía puede entrar en un ciclo de crecimiento más robusto. Todo esto sería posible gracias a los resultados que hoy celebran incluso los sectores más escépticos.

En conclusión, cuando El Tiempo dice que “hay que mantener el rumbo”, lo que está reconociendo —aunque no lo diga de manera explícita— es que el rumbo actual, el que traza el gobierno Petro, empieza a dar frutos concretos. En un país donde buena parte de la opinión pública se forma por lo que dicen los grandes medios, este tipo de editoriales no solo son una señal de objetividad —tardía pero bienvenida— sino también una oportunidad para abrir un diálogo más justo sobre lo que está funcionando.

Por eso, celebro este editorial no solo por sus cifras, sino porque revela que incluso los discursos más duros se empiezan a replegar ante la contundencia de la realidad. Cuando los datos hablan, hasta El Tiempo escucha. Y eso ya es una victoria en sí misma.

Quena Ribadeneira

Quena Ribadeinera

Concejal de Bogotá

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