¿Democracia o tiranía?

Jaime Acosta

En Colombia se entierran treinta mil fallecidos por el covid, asesinan todos los días un campesino o un líder social o un excombatiente de las FARC, se masacran jóvenes, se multiplican los criminales, se cometen fraudes procesales, se asesinan mujeres y niños y nada sucede. Una sociedad indiferente ante la muerte violenta, con clústers de corrupción, escuelas de asesinos, y abogados fiscales y jueces trabajando para garantizar impunidad.

La productividad criminal y de corrupción de Colombia es de las más altas del mundo mientras la productividad de la economía es de las más bajas en la globalización. Entonces ¿qué Estado y qué sistema político se tiene? Escasa democracia real y poca economía de la innovación para un desarrollo sostenible con paz y equidad.

La minga pone el pecho por todos

Centenares de indígenas asesinados y miles de desplazados parece no ser razón suficiente para que el ocupante de la Casa de Nariño los escuche y parar un genocidio en marcha. La minga no pide plata, pide que se respeten los acuerdos de paz, que no asesinen más indígenas y que el estado haga real presencia con sus fuerzas militares porque nunca están cuando los asesinatos ocurren, tampoco llegan a neutralizar a los sicarios, y de la policía ya se sabe que poco están para la gente. Mientras la minga viaja a Bogotá en los campos siguen asesinando indígenas, excombatientes y líderes. Al final nadie sabe quienes son los asesinos porque el gobierno señala unos grupos y omite e inventa otros.

El Cauca y toda la región del Pacífico sufre una violencia despiadada siendo un territorio de una inmensa y espectacular diversidad, rica en recursos naturales, mirando al océano del futuro y la gente esperando oportunidades para desarrollar sus potencialidades. Sin embargo, hay latifundistas retardatarios y violentos, narcotraficantes desalmados, gobernantes y políticos aliados que bloquean el desarrollo y la convivencia pacífica.

La lucha contra el narcotráfico no es sincera porque es un negocio internacional que no interesa acabarlo ni reducirlo a sus mínimas expresiones en Estados Unidos, en Colombia y en ninguna parte. Sin la cadena de los cultivos ilícitos el efecto económico del covid sería peor en éste país.

Los infiltrados inventados

Hay una estrategia ideológica para distraer la atención, atraer ignorantes y hacer lo que les da la gana con el estado, la gente y los territorios. Cuando la protesta emerge viene la represión. Se conoce de vándalos prefabricados en las ciudades que se hacen pasar por terroristas, y cuando del campo se trata el gobierno dice que son el ELN y las disidencias de las FARC los que están detrás de la protesta y de los muertos. No es la pobreza, la ausencia de estado, la falta de democracia y las trampas a la paz. No, según la doctrina de Trump, Pence, Pompeo y Uribe, son los terroristas castro chavistas, rebautizados socialistas. Afortunadamente llegan Biden y Harris.

Interpretando a Duque, al ministro de defensa y al director de la Policía, si lo ocurrido el 9 de septiembre en Bogotá fue pensado y ejecutado por el ELN y la disidencia de las FARC la ciudad ya está en su poder y sólo falta que la alcaldesa les entregue la llave de la capital. Si también tienen infiltrada la minga, entonces el lunes 19 llegan a Bogotá, el 20 van a la Plaza de Bolívar, y el 21 Duque entrega la presidencia a un enemigo invisible porque no hay nadie con ese propósito y poder. Mucha mentira y bastante manipulación con el fin de ocultar tanta corrupción y justificar tanto fascismo.

La Andi

Bruce Mc Master dijo que la minga era un obstáculo para la reactivación económica, lo cual muestra que les importa un carajo la vida de los indígenas y de otros colombianos vulnerables y abandonados a su suerte; y de sus comentarios también es posible inferir que podría haber represión y no un discurrir tranquilo de diez mil marchantes que pueden ser veinte, treinta o cuarenta mil en una ciudad de ocho millones de habitantes. Si la minga llega a la Plaza de Bolívar sin Esmad y sin la perturbación de vándalos prefabricados, no sucederá nada malo, entonces el congreso y Duque podrán recibir a los mingueros para escucharlos y darles inmediatas soluciones.

Que la economía esté primero que la vida es propio de un país donde la violencia no duerme hace 27.500 días. McMaster expone lo que piensa el empresariado en un país fraccionado, sin conciencia social y escaso de humanidad, inseguro y sin rumbo.

No hay excusa para bloquear a la minga y la protesta apelando al covid porque hace rato la gente ya volvió a las calles, a los trancones, a los centros comerciales, a cafeterías y restaurantes, a los parques y a las grandes superficies.

El futuro se construye con la ciudadanía

La gente está indignada, le mortifica el presidente, cada vez menos quieren saber de Uribe, tampoco de liberales y conservadores decadentes y de sus partidos derivados, y no quiere periodistas y dirigentes gremiales comprados y adoctrinados. A la gente poco le dicen los políticos porque están en garroteras electorales y no asumiendo el liderazgo que ahora Colombia necesita y exige. La gente está desamparada mientras su angustia vital aumenta. Sólo Fajardo ha estructurado hasta ahora una propuesta en educación y empleo para que Duque tome de ellas lo que considere para ayudar a superar los impactos del covid.

Quienes podrían blindar la protesta de desmanes son los políticos en la calle conversando con la gente para que la protesta sea enorme, pacífica, propositiva, transformadora y democrática. A la gente no se la debe desamparar tres años y solo volver a ella cuando se necesita su voto, menos en estos tiempos de incertidumbre y de crisis nacional e internacional y de un mal gobierno soportado en un partido que nada tiene de centro y menos de democrático.

La democracia se construye y defiende con la gente y las tiranías se piensan y arman en contra de la gente.

@acostajaime