Como una vaca muerta atravesada. Así se comporta la derecha en el mundo y en Colombia respecto al reconocimiento de los impactos de la crisis climática. Su negacionismo no tiene limites para proteger los negocios, la producción de bienes y su consumo desaforado, sin ningún tipo de miramientos sobre el agotamiento de los recursos naturales y el riesgo para la sobrevivencia de la especie humana y de la vida en el planeta.
Para esa corriente política, el cambio climático es un invento de hippis ambientalistas o marxistas reciclados que no merece ninguna atención. Luis Carlos Vélez, el agitador político empaquetado de periodista de la FM, nos regaló una gala de esa conducta, pordebajeando con una ignorancia sin límites, la COP16 sobre biodiversidad que entre el 21 de octubre y el 3 de noviembre sesionará en Cali, puerta de entrada a nuestro pacifico biodiverso. Fue tan bochornoso el episodio que precipitó su salida de esta cadena radial propiedad de uno de los grandes grupos económicos del país.
Pero esta ceguera ideológica que se expresa en negar el cambio climático y sus impactos, deriva en con especie de ignorancia cognitiva respecto a la incidencia que tiene este fenómeno planetario sobre la democracia, incluso en su versión mas formal y procedimental. Porque hay suficientes evidencias de la afectación en la disponibilidad de recursos y en la seguridad económica que exacerban la desigualdad y la pobreza que traducidas en malestar social incrementan la inestabilidad política, estimulan nuevos conflictos y fenómenos migratorios, por cuenta de la crisis climática. Ello genera una enorme presión sobre el proceso de toma de decisiones publicas de los parlamentos y los gobiernos.
Lejos están de entender, los energúmenos de la derecha que las barreras que tenemos para enfrentar el cambio climático son de naturaleza política. Si bien, el cambio climático nos llama la atención sobre los modelos económicos extractivistas e intensivos en el uso de recursos naturales como las energías fósiles, su control y transformación desde una perspectiva limpia y sostenible no será el resultado de la acción de la “mano invisible” de los mercados. Son decisiones que se adoptan en escenarios globales como las Naciones Unidas o regionales como la Unión Europea o la Organización de Estados Americanos, como también los gobiernos y parlamentos de las naciones.
El mayor peligro del negacionismo de la derecha consiste en la imposibilidad de construir los consensos necesarios como sociedad global, nacional y local para proteger la especie humana del apocalíptico riesgo climático que nos acecha. Se oponen o no les interesa que avancemos en cerrar las brechas entre científicos y académicos con las ciudadanías y los tomadores de decisiones públicas que inspiren, documenten y entreguen evidencias a los poderes públicos para adoptar las decisiones adecuadas en su oportuno momento.
A esta derecha que convirtió el lucro y la ganancia en una religión le interesa relativamente poco que el cambio climático ocupe un lugar prioritario en las agendas públicas, que atraviesen como eje articulador los planes de desarrollo, los programas de gobierno y las políticas publicas superando el cortoplacismo y formulando soluciones y acciones de un alcance que supere el periodo de un gobierno. Las emergencias y desastres por razones climáticas obligan a superar el burocratismo, la paquidermia y los procedimientos engorrosos que pululan en las entidades públicas.
Pero son las ciudadanías quienes pueden quitar esta vaca muerta del camino para avanzar en una perspectiva de justicia social y ambiental, y de democracia de alta intensidad. Por ello, el repertorio de formas y escenarios de participación o de democracia directa combinada con democracia representativa es fundamental en una apuesta por la vida desde la política. Y en ello, Colombia viene conquistando un lugar de liderazgo mundial, a pesar de los negacionistas.