El espacio es de todos, no para todo

“¡Quiero vivir en una ciudad en la que pueda caminar a donde quiera ir!”. Así, con signos de admiración, era la frase que leí hace unos meses y que se estancó en mi mente. ¿Y qué es lo primero que debe tener una ciudad para ser “caminable”? Un espacio público amplio, limpio y sin obstáculos. Esa ha sido una de las más importantes luchas que hemos dado en el Concejo de Bogotá en el último año: defender al peatón y al ciclista, como los más vulnerables, del uso abusivo que tantos hacen del espacio público en la ciudad. Les quiero hablar de mi sueño: una ciudad democrática y equitativa.

¿En Bogotá se gobierna para quién? ¿Para quiénes estamos tomando las decisiones? Esta ciudad tiene alrededor de 2.5 millones de vehículos (contando motos, carros, camionetas y camiones) y cerca de 8 millones de habitantes, la mayoría de los cuales se movilizan en medios de transporte diferentes al vehículo particular y aportan a la movilidad sostenible de la ciudad.

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Bogotá, desafortunadamente, se ha convertido en aquella ciudad en la que unos tienen para un Ferrari pero no para pagar un parqueadero, en la que algunos creen que pueden abusar de su privilegio para pasar por encima de los derechos de los otros a un espacio público digno y sin vehículos en los andenes o en las ciclorrutas. Y así sea un Ferrari, un Twingo o una Toyota de un esquema de seguridad, NADIE tiene derecho a pasar por encima del derecho que tienen los otros a disfrutar de un espacio público seguro y amigable para todos; es por ello que debe quedar claro que Bogotá no será más una ciudad tolerante con los mal parqueados, ese mal que afecta negativamente la movilidad de una sociedad así algunos se nieguen a verlo.

En Debre Marqos, Etiopía, se identificó que los mal parqueados reducen hasta en un 24.1% la capacidad de las vías principales; en Nueva York, estos vehículos aumentan hasta en un 15% los tiempos de viaje del resto de la población y son los directamente responsables de hasta el 45% de la congestión de la metrópoli; en Londres han sido responsables del aumento del 6% en los accidentes de tránsito; y en nuestra ciudad, Bogotá, los mal parqueados llegan a reducir el flujo de tráfico hasta en un 54%. ¿Y nos van a decir que no es un problema serio?

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Por eso Bogotá debe trabajar en recuperar su autoridad, la que con operativos quita a los vehículos mal estacionados de las calles, la que impone comparendos y se lleva los carros a los patios, la que detiene a las motos que van a toda velocidad por los andenes poniendo en riesgo su vida y la de otros. Y eso nos trae otro reto: no podemos normalizar la violencia contra la autoridad cuando esta hace su trabajo de defensa del espacio público. Hace unos meses la conductora de una grúa que participaba de un operativo con la Secretaría de Movilidad recibió un golpe en su cabeza con una piedra del tamaño de un ladrillo; piedra lanzada, presuntamente, por un ciudadano cuyo vehículo habría sido inmovilizado minutos antes. ¿Son esos los comportamientos que vamos a defender? ¡Claro que no! Es esa conflictividad social a la que no podemos llegar. Si hablamos de una democracia y equidad más profunda en la ciudad, no podemos dejar atrás el respeto y la obediencia a las normas, pues si estas no se respetan y obedecen viviremos en la absoluta impunidad y estas perderán toda su eficacia.

¿Cómo podría funcionar así una sociedad?

Reconocemos el gran trabajo de esta Secretaría de Movilidad y de la lucha frentera contra los mal parqueados del Alcalde Galán, pero debemos ir más allá, por lo que me voy hasta el

Congreso de la República: señores congresistas, ¿por qué la gradualidad de las multas no solo tiene en cuenta la gravedad de la infracción sino también el valor del vehículo de quien cometió dicha infracción? A lo que me refiero es que la multa por mal parqueo (C2 según el Código Nacional de Tránsito – Ley 769 de 2002) no equivalga a 15 salarios mínimos mensuales para todos, sino que si su vehículo cuesta $270 millones o $400 millones, la multa se calcule según ese valor para que la sanción sea realmente efectiva y quienes cometen la infracción lo piensen dos veces antes de dejar su carro tirado en la mitad de la calle o un andén.

Bogotá debe ser referente mundial de defensa del espacio público, del respeto por los derechos de todos a movernos y de no permitir que unos pocos abusen de sus privilegios cortando el flujo del tráfico de la ciudad por no ser capaces de pagar un parqueadero. No lo olviden, #SiTienePalWhiskyTienePalHielo, si tiene para el carro tiene para el parqueadero.

Nota: justo la noche antes de terminar de escribir esta columna, los ocupantes de una camioneta a la que denuncié por mal parqueada me insultaron, amenazaron y persiguieron mientras sacaba a mi perro y compraba unos medicamentos. Sospecho que querían ubicar el lugar de mi casa. En Bogotá se debe defender el espacio público y recuperar la autoridad. Estos hampones no lograrán nada con intimidaciones.

Juan David Quintero