Parece que ha pasado al olvido el debate que meses atrás se levantado con la aprobación del proyecto de ley que aumenta las transferencias del gobierno central a los entes territoriales; esa decisión sigue enfrentado a los economistas más distinguidos del país, con los que dicen defender la descentralización y dar cumplimiento a lo emanado de la constitución del 91, que ordenaba unas transferencias superiores al 40% de lo recaudado por el Estado con destino a las regiones. Los primeros con justificaciones lógicas, critican la decisión.
Por un lado, se defiende la necesaria descentralización y por el otro, la responsabilidad fiscal de un país que tiene el 91% de sus recursos comprometidos, y que para cumplir con lo aprobado tendrá dos caminos: o buscar más deuda o subir los ya impagables impuestos.
Pero lo que me llama la atención del proyecto aprobado en el Congreso de la república, y debe pasar su examen en la Corte Constitucional, es que no es más que otra argucia para que los entes territoriales sigan manteniendo la sumisión debida frente al centralismo reinante; es decir, siguen siendo la mayoría de los territorios, totalmente dependiente de los recursos que desde el gobierno se les gire, y como es obvio estos irán dirigidos al ya cacareado discurso de la superación de las necesidades básicas que sufre la gente, que sin lugar a dudas será el argumento que se impulsara en lo que se vislumbra serán las discusiones del proyecto de competencias que se debe surtir para que entre en vigencia de manera completa.
¿Y muchos dirán donde esta lo malo de lo anterior?, Pues sin querer poner en duda la buena voluntad de los que impulsaron la iniciativa, el proyecto no es más que el traje de sacoleva que se utiliza para posar de descentralistas. La solución no debe ser mayor dependencia de los recursos del nivel central, la solución es dinamizar las economías de las regiones para que estas sean autónomas en la satisfacción de sus necesidades, es hacer que tengan economías dinámicas que generen empleo y riqueza, es acompañarlos para que aprendan a nadar en la piscina del mercado en donde puedan ofrecer los productos que más los caracteriza como región, eso sí, con valor agregado.
Con la aprobación de este proyecto, los corruptos de los territorios más pobres deben estar refregándose las manos; ya que a mayor transferencias más plata hay para robar y para repartir. como decían en mi tierra los llamados “embilletados” llenos de alegría y festejando los resultados en las pasadas elecciones locales: “vamos a seguir robando los mismos”
El tema no puede ser un falso discurso de adelgazar el Estado Nacional para que se engorde el Estado Territorial, el Estado es uno solo. A lo que debemos propender es a que el Estado disminuya la capacidad de incidir en el nivel de vida de las personas y dejar al mercado que se encargue de generar riqueza; el trabajo del Estado debe ser generar las condiciones para que los ciudadanos cada vez menos dependan de él, y que cada vez se impulse el libre mercado que permita generar puestos de trabajo, impulsar la competencia, mejorar el número de empresas de todos los tamaños en los territorios.
Solamente la productividad hará que las regiones más pobres del país cambien ese status y puedan ver el futuro con mayor esperanza. entre más pequeño sea el Estado menos corrupción hay; entre más pequeño sea el tamaño del Estado más oportunidad hay para que las empresas y las iniciativas privadas cumplan con la función de dinamizar la economía.
Departamentos productivos es lo que necesitamos, y no más dependencia económica que nos lleva a jugar un papel de mendigos ante el poder central. no queremos descentralización, lo que anhelamos es independencia económica para ser dueños del mejoramiento de nuestro nivel de vida.
Decía un defensor del federalismo Rodrigo Rivera, “La descentralización es el frac de sacoleva que se ponen lo centralistas para posar de tal; aun cuando saben que la verdadera respuesta es otra”
Jefferson Mena
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