Se pasa noviembre entre elecciones, abucheos, manifestaciones pacíficas y visitas a cementerios. ¿Han ido ya? Les recuerdo que es tiempo de indulgencia (no de amnistía) y hay almas a las que les viene bien un empujón desde la tierra. Ya les aviso; a mí, “mis amigos del purgatorio”, me ayudan con frecuencia. Si digo siempre, les mentiría y mentir, por mucho que ahora lo llamen cambiar de opinión, está mal, siempre ha estado mal y siempre lo estará.
Si tienen pensado viajar a España y visitar su espectacular capital, ciudad de mi alma: abierta, libre, inteligente, ordenada, bonita y llena de rincones hermosos les recomiendo si van bien pintones, y son demócratas al uso, que se den un paseo por la nueva zona rosa de la capital: la calle Ferraz. Jóvenes y no tan jóvenes, guapos y limpios, con melenas largas, pero sedosas, y camisas de cuello bien planchado, de botines de piel y zapatillas último modelo, se dan cita cada semana entre las siete de la tarde y las diez de la noche. Más tarde de esa hora, mejor no. Un despistado puede encontrarse con el garrote de algún policía que haya aguantado más de lo debido.
Un crush en la calle Ferraz
No les digo yo que no vayan a caer rendidos ante algún compañero pacífico de la calle. Si es así, aprovechen a hacer videos de él, o ella de refilón, para más tarde ‘stalkearle’ en las redes sociales. Normalmente la gente es de hábitos, así que si va con frecuencia es probable que lo encuentre de nuevo y ¿quién sabe? Puede que se encienda una chispa, o el roce haga el cariño y en cuestiones políticas parten de ser demócratas al uso, punto de ganancia para la futura pareja. Más de una relación he visto yo nacer en los autobuses de línea de mi ciudad natal, ¡con lo cortos que son algunos trayectos!
En una esquina de la calle, junto a la Iglesia del Sagrado Corazón, están también los que rezan, Rosario en mano, para que acabe la locura que parece se ha instalado en el gobierno de España. ¡Qué Dios nos proteja! Tal vez alguno de los ahí reunidos sea de los míos y pida a las almas de los que un día fueron políticos, ex presidiarios o policías que intercedan por nuestro querido Estado, que está moribundo. No, no exagero, a muchos les da más miedo ver a un católico rezar por su país, que a cientos de exaltados increpar a la policía. Rezar, hoy por hoy, es lo más subversivo, punky, antisistema y revolucionario que hay, porque el que reza ama y el que reza por su enemigo, rompe los esquemas profundos del mal. Y eso es una locura que pocos entienden.
¿Qué es un demócrata al uso?
Un demócrata al uso es el que se vale del Estado de Derecho para cumplir con su deber como ciudadano libre y responsable. Los hay además con una escala de valores morales fuertes y arraigados, que con más o menos fe entienden que el Estado y la ley hay que protegerlos siempre, y ello les impide, por ejemplo, confiarle el voto a un candidato que miente o cambia de opinión, descaradamente. Que hace un uso cuestionable de las mayorías o esconde una urna llena de votos favorables detrás de unas cortinas para falsificar un resultado y así, liderar su partido. Sin honor. Esto puede oler a naftalina, pero creo que tal y como se mueve el globo; el honor y la verdad son dos grandes banderas en peligro de extinción que creo merecen defenderse.
Otros demócratas al uso aceptan que los políticos puedan hacer uso de la mentira, pero no soportan que se juegue sucio y se cambien las reglas del juego democrático cuando la partida ya ha empezado; salvando, por ejemplo, de la casilla de la cárcel a los amigos, porque ha pedido permiso al resto de jugadores prometiéndoles ayudarles a ellos con la cárcel, más dinero e independencia para sus territorios… porque para ellos la igualdad ante la ley es capital. Y llevan razón.
Los hay que además entienden que uno no puede jugar la partida política si además quiere ser la banca, el árbitro y el moderador de la partida, porque son papeles que están fuera del tablero del juego político. Y es que a los chupones nadie los quiere. Con más o menos pasión, estos son los que pueden encontrar en la calle Ferraz de Madrid.
Los Neo Demo
Me gusta llamar así a aquellos que viviendo entre los otros, en una aparente igualdad, con una presumible inteligencia y cierto grado cultural, lo justifican todo en términos de cantidad. Esto es; la mayoría, esa que antes llamaban masa social.
Los Neo Demo han relegado su pensamiento crítico a lo que diga la autoridad. Si la mayoría lo quiere, está bien. Su moral o ética es líquida, es decir, se adapta a la corriente mayoritaria y todo queda justificado y sancionado como correcto y lícito, porque la mayoría lo acepta. Sus aspiraciones, la mayoría de las veces, quedan saciadas con lo material, cuanto más, mejor. Y sus luchas sociales son por la igualdad de grupos minoritarios, confundiéndola así con la falta de representatividad. Cuestión de cantidad, de nuevo.
De los Neo Demo se echa de menos cierta verticalidad, cierta aspiración a valores universales dirigidos al bien, a la belleza, a la excelencia, a lo mejor. Si los tuvieran en Europa entera arderían las calles por unas estructuras sociales de calidad, mejores servicios, mejores recursos y una gestión eficaz de todos ellos, pero eso no ocurre porque en el fondo la calidad, lo mejor: ha perdido frente a la cantidad. Así tenemos, por ejemplo, que si la educación es mediocre no importa, como tampoco importa si hay déficit de profesores o si los alumnos pasan de curso sin superar objetivos, porque el acceso a ella es universal y con eso es suficiente.
Toda esa justificación de las mayorías, de la cantidad, la masa, no hace mejorar la sociedad, al revés, la deja sumida en una mediocridad existencial que podría definirse como: si ya vivo bien, ¿para qué quiero más? Porque en este nuevo paradigma social todo queda justificado en aras a la mayoría, pero no por el bien de ella. Y de estos, pocos, muy pocos encontrarán en Ferraz.