“Al mismo tiempo, no debemos olvidar que también en la Iglesia el trigo se mezcla con la cizaña. Y precisamente a causa de esa cizaña quise realizar esta peregrinación penitencial, y comenzarla esta mañana haciendo memoria del mal que sufrieron los pueblos indígenas por parte de muchos cristianos y con dolor pedir perdón. Me duele pensar que algunos católicos hayan contribuido a las políticas de asimilación y desvinculación que transmitían un sentido de inferioridad, sustrayendo a comunidades y personas sus identidades culturales y espirituales, cortando sus raíces y alimentando actitudes prejuiciosas y discriminatorias, y que eso también se haya hecho en nombre de una educación que se suponía cristiana”. (Papa Francisco, 25 de julio de 2022, Edmonton, Canadá.
Estas palabras fueron dichas por el Papa Francisco I durante esta semana en su “peregrinación penitencial” en Canadá, donde estuvo reconociendo los errores de la iglesia católica, por la administración de las escuelas residenciales en ese país. El Pontífice visitó Edmonton, la Ciudad de Quebec e Iqaluit (la capital más al norte del país).
En el primer tercio del siglo XIX, el gobierno de los territorios que conformaban el dominio británico de Canadá puso en práctica un sistema de residencias escolares para integrar a los niños que pertenecían a las comunidades locales en un modelo educativo basado en el aprendizaje del inglés, los preceptos del cristianismo y las costumbres de los colonizadores europeos. Específicamente, la Iglesia Católica dirigía la mayoría de las escuelas residenciales de Canadá, financiadas por el gobierno federal.
Londres asumió como una responsabilidad la reeducación de esos alumnos de acuerdo con unos códigos de conducta y un estilo de vida completamente ajenos a sus orígenes. En el trasfondo existía un proyecto bien planificado para que las tradiciones nativas desaparecieran en unas pocas generaciones. Ese plan fue asumido a partir de 1867, tras la fundación de la Confederación, por el nuevo gobierno autónomo.
Ottawa vio en esos niños una fuerza más manipulable y moldeable que sus adultos, con los que vivía en permanente conflicto desde mucho antes de la fundación del país en 1867. Para ello financió una política de “asimilación agresiva” que dejó en manos de la iglesia para su ejecución. Así nacieron las escuelas residenciales, que durante décadas se convertirían en verdaderas cárceles para miles de niños de las primeras naciones (First Nations), Inuits y Métis, muchos de los cuales sufrieron abusos y otros arrastraron para siempre traumas sicológicos, físicos y problemas de inadaptación.
Al principio del programa se contabilizaron unos 1.100 estudiantes distribuidos en 69 escuelas por todo el país. En 1931, en la cima del sistema escolar residencial, había unas 80 escuelas operando en Canadá. En total, más de 130 residencias funcionaron entre 1831 y 1996, año en el que se cerró la última de ellas, Grollier Hall, ubicada en Inuvik, un pueblo de los Territorios del Noroeste de Canadá, y conocida por ser una de las más terribles y severas. Cuatro de sus supervisores fueron condenados por abuso sexual entre 1958 y 1979: el padre Martin Houston, Jerzy George Maczynski, Joseph Jean Louis Comeau y Paul Leroux.
Según las cifras oficiales, unos 150.000 niños de las Primeras Naciones, Inuit y Métis (Mestizos) fueron arrancados durante décadas de sus comunidades y obligados a asistir a estas escuelas. Hay otro dato sobrecogedor: cerca de 6.000 alumnos murieron en ellas. La ignorancia y desidia de los funcionarios de las escuelas residenciales sobre muchas enfermedades fue un factor importante que explica la elevada mortandad.
En los últimos 3 años, la verdad sobre uno de los capítulos más oscuros de la historia canadiense explotó ante la sorprendida sociedad de ese país, con toda su crudeza y horror. Tumbas sin identificar con los cuerpos de casi mil niños fueron encontradas en los predios de antiguas «escuelas residenciales», que durante un siglo buscaron asimilar por la fuerza a menores indígenas en la cultura blanca. De repente, las portadas de los diarios locales e internacionales se llenaron de lo que para las comunidades nativas es, desde hace mucho tiempo, un gran secreto a voces.
El hecho que el Papa Francisco acepte el error de la iglesia y se esté reuniendo con las primeras naciones (First Nations), Inuits y Métis, pida perdón y abogue por reconciliación debido a los abusos cometidos, habla del talante de este papado, y su intención reformista.
Pero no es todo, hace evidente que las minorías anteriormente oprimidas están tomando una relevancia mundial, y deben ser reconocidas no solo por los estados, sino por los organismos de fe, que hicieron parte de violaciones a los derechos humanos, y son causantes (en parte) de su condición de pobreza, despojo y victimización.
El mundo está cambiando, pero este es uno de los aspectos positivos de ese cambio. Instituciones tan ortodoxas y conservadoras como el Vaticano, reconocen los abusos cometidos contra grupos anteriormente sin derechos, que no eran ni siquiera considerados humanos, y aceptan sus despotismos, y piden perdón por eso.
El hecho que el Papa viaje a Canadá con esa única misión, hace que la exclusión, la pobreza y la victimización de los primeros habitantes de esas tierras sigan ganando relevancia nacional, y pone una presión al gobierno frente a lo que se viene. Esto es, la necesidad de condenas y justicia hacia quienes hicieron parte de ese genocidio sistemático.
Se acabo el momento de homenajes, menciones del territorio en cada evento, reconocimientos y minutos de silencio. El Papa Francisco I ha abierto la puerta para la justicia hacia los abusadores y victimarios de las escuelas residenciales. Ahora, el balón esta en la cancha del Estado Canadiense para llevar esto al siguiente nivel.
Trudeau y la Comisión de la Verdad y Reconciliación canadiense tendrán que hacer una tarea de pedagogía, diseño institucional e investigación muy fuerte para que se de todo el apoyo posible por parte de la sociedad, con una efectividad estatal hasta ahora inexistente en estos temas, que saque de la paupérrima situación en la que se encuentran estas comunidades, y con un brazo de investigación hercúleo para que pueda indagar hasta el más mínimo detalle.
Hoy se recibe con emoción al Papa en Canadá ¿pero ese país tendrá lo que se necesita para hacer la tarea de la reconciliación mañana? Esperemos que sí