En el escenario tumultuoso de los conflictos internacionales, la comunicación emerge como una herramienta de inmenso poder. Los líderes mundiales se convierten en narradores cruciales, capaces de moldear la percepción global y, en última instancia, influir en el curso de los acontecimientos, de forma directa o indirecta, según sea el caso de la nación que representan, esto en el ámbito geopolítico y de relaciones exteriores.
Pero antes de abordar el papel de la comunicación en este escenario, es imperativo comprender la complejidad y la carga histórica que subyace en el conflicto entre Israel y Palestina: una lucha que se remonta a muchas décadas marcadas por la disputa del territorio, por los ataques constantes, por la violación a los derechos humanos fundamentales, todo esto, bajo un profundo arraigo en credos religiosos que se traducen en extremismo y generaciones de dolor, que hoy contabilizan muertos, pobreza, destrucción y desplazamiento forzado.
Uno de los casos más contundentes de este poder se ha puesto de manifiesto con los lamentables hechos que enmarcan el conflicto entre Israel y Palestina de forma reciente, donde la retórica y la narrativa han sido armas igualmente poderosas como las municiones de los combatientes. En el trasfondo de los ataques del grupo armado Hamás contra el pueblo judío desde territorio palestino, se revela el papel primordial que tiene la comunicación en la configuración de opiniones y en la búsqueda de soluciones que en este punto parecen no brindar soluciones sino alimentar una nueva escalada de distanciamiento, sufrimiento y diferencias irreparables.
En pleno siglo XXI, la comunicación ha alcanzado un nivel de globalización e inmediatez nunca antes vista. Las redes sociales y los medios de comunicación tradicionales apalancados en nuevas tecnologías, son canales que trascienden fronteras y conectan audiencias de todo el mundo en tiempo real. En este contexto, los líderes mundiales tienen un acceso sin precedentes para dirigirse a sus connacionales y dar forma a las percepciones que configuran el orden social y el imaginario colectivo de la sociedad.
La comunicación en medio del conflicto posee una dualidad intrigante: puede ser tanto una herramienta para construir puentes y fomentar la comprensión, así como un arma para avivar el fuego del conflicto y la violencia desbordada. En los hechos recientes que vuelven a poner en primera página a israelíes y palestinos, los líderes tienen la responsabilidad apremiante de elegir -sabiamente- cómo comunicar(se) a partir de su dignidad diplomática. En este punto, valdría la pena acudir al liderazgo empático como una virtud esencial de quienes nos dirigen, pues deberían ser capaces de ponerse en el lugar del otro, de comprender el sufrimiento y las necesidades de las partes en conflicto que, a pesar de las retaliaciones y defensas bélicas a las que pueda haber lugar por semejantes atrocidades, termina acabando con los sueños y esperanzas de personas que no escogieron levantarse en armas, y que, por el contrario siguen contabilizando pérdidas humanas y materiales mientras el mundo expectante, presencia ataques y bombardeos indiscriminados desde la comodidad de las redes sociales.
La rivalidad de las narrativas en el conflicto israelí-palestino es palpable. Cada uno tiene su versión de la historia, su interpretación de los eventos y su visión del futuro. Los líderes deben abordar estas narrativas con sensibilidad, buscando puntos de encuentro y entendimiento, sin minimizar el sufrimiento de ninguna de las partes involucradas.
En un mundo donde las opiniones extremas a menudo dominan el discurso público, los líderes se enfrentan a un desafío considerable: encontrar el tono y las palabras que promueven la moderación y el entendimiento mutuo. Este es un acto de equilibrio delicado, que requiere una comunicación pensada desde las bases de la democracia que propenda por el respeto de la dignidad humana, por la defensa de la libertad responsable, así como desde un papel profesional, cuidadoso y reflexivo de los llamados a gestionarla.
El conflicto entre Israel y Palestina sirve como un recordatorio estremecedor del papel catalizador de la comunicación que prevé y guía hacia una paz sostenible y una convivencia pacífica en el mundo que habitamos, pues lo último que necesita esta herida tierra, es repetir, una y otra vez, episodios dolorosos y atroces como el Shoá perpetrado por la Alemania Nazi contra los judíos; el genocidio de Ruanda como un intento de exterminio de la población tutsi por parte del gobierno hegemónico hutu; y podríamos citar otros, más recientes como el ocurrido en Myanmar donde el ejército tomó el poder hacer poco más de un año y desde entonces viene llevando a cabo ataques indiscriminados contra la población civil; los ataques en escuelas y sitios públicos de Türkiye, Varsovia, Bruselas, Damasco, Guatemala… todos ellos con un aspecto en común: la avanzada violenta estuvo precedida por una ola de mensajes que daban por sentada una postura extremista.
Comunicar(se) es sinónimo de construcción de puentes, de promocionar la empatía y la búsqueda de soluciones justas. Es justamente todo lo contrario a la retórica polarizada y las narrativas enfrentadas que vemos hoy por doquier.
Ante el horror, las palabras.
Christian Barboza
Director de comunicaciones de la Universidad de América