Escucho a Pilar Alegría, ministra y portavoz del gobierno, hablar de la estadística sobre delitos e inmigración y de ella se extrae que los inmigrantes, el 13% de la población, comenten el 27% de los delitos en España. Ella lo vende como que la mayoría de los delitos los comenten los españoles, cuando lo cierto es que la tasa de delitos cometidos por inmigrantes es 2,5 veces superior. ¡Qué sorpresa, Alegría!
Confieso que desde el privilegio en el que me ha situado la vida, el que he trabajado y desde el que ahora disfruto, miro con horror y espanto aquello que lleva el apellido de inmigración. No porque no desee inmigrantes, no por Dios, yo lo soy, lo he sido, y no se si tal vez pueda dejar de serlo, mi vida es de inmigrante, mis amistades en su mayoría lo son y mis hijos se han criado en un cóctel de culturas que te da el haber vivido en varios lugares distintos, tan distintos como España, Alemania y Colombia. Tengo dos hermanas inmigrantes una en África- otro mundo- otra en Reino Unido- también muy distinto. Y no somos un problema. Fuimos con toda la mejor disposición a nuestros nuevos países y trabajamos en ellos de la mejor de las maneras. Y como nosotras son la mayoría de los inmigrantes que habitan nuestro país. Cuando uno trabaja y vive adaptado, no causa problemas.
Lo cierto es que una sociedad sana siempre tiene un porcentaje de delincuencia, de delito, de vivir fuera de la ley y eso se considera normal. Como a cierta edad los achaques de salud. Desear que sea de otro modo es utopía, al fin y al cabo, el hombre vive caído desde que es hombre y lucha por su supervivencia desde entonces.
El problema con la inmigración no es tal. El problema está con los inadaptados, los delincuentes, los estafadores, los violadores, ladrones…Esos son el problema. Y para ellos está la justicia y los mecanismos de defensa al inocente. Si además a estos profesionales de vivir fuera de la ley los acompaña el apellido inmigrante, entonces toca poner medidas. Si de mi dependiera, aquellos cuyos delitos sean repetidos- no si si el Estado es de 70 veces 7, pero al menos 5 veces un delito meno, o cometan delitos graves o muy graves, volverían a sus lugares de origen con una carta de rechazo y con ellos se irían sus familias. Si, pagarían justos por pecadores y esta es la única forma ejemplar que encuentro, los lazos familiares pesan y pueden ser más crueles aún que una turba de vecinos enfurecidos.
Claro que no habría que llegar a tanto si de verdad se cumplieran y revisaran todos y cada uno de los requisitos que uno tiene que cumplir cuando va a ir a vivir a un país; certificado de penales, carta de invitación, contrato de trabajo, estar libre de cargas económicas y fiscales en su país de origen y yo añadiría una declaración jurada de cumplimiento de la ley so pena de ser remitido de vuelta con todos sus familiares.
¿Y si uno es un inmigrante ilegal y no cumple los requisitos? Pues se le regulariza, se le busca un trabajo y se le pone a trabajar. No hay nada que dignifique más a la persona que el trabajo, pese a que la actual ministra española considere que trabajar es una carga pesada. ¿Y el sueldo? El digno, conforme a sus funciones, condiciones y formación. ¿Y si no hay trabajo para todos? Pues de vuelta a casa. La ociosidad constante del varón embrutece y no se puede salir adelante a base de mentiras, trabajo ajeno y paga por nada. El Estado está para proteger, pero al que está y lo ha cuidado, o al menos no lo invade con su llegada. Además, el varón ha de estar ocupado, es sabido que tiene mucha más energía que si no libera la malgasta molestando a los demás. ¿Y la mujer? Ella siempre anda ocupada.
Culturalmente las personas son capaces de adaptarse allá donde van, se trata de en lo público adoptar al país, en lo privado mantener las raíces propias. Uno no va a casa de nadie a imponer sus recetas, ni cantos, sino que agradece lo que le dan y vive con lo que se le ofrece y se enriquece de lo que los otros le dan: trabajo, lengua, leyes, seguridad… La fórmula es sencilla.
Aún no he escuchado ninguna medida real sobre este problema, pero ahí les dejo la mía. Sencilla, eficaz y económicamente viable.
Almudena González Barreda
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