Juan Manuel Santos es el expresidente con mayor poder en Colombia, aunque quiera figurar como un hombre prudente y alejado de la política, sus tentáculos tienen profundas raíces en el aparato burocrático del Estado; la injusticia jurídica a la que ha sido sometido el expresidente Uribe, pone en manifiesto no solamente, los sesgos y el imperativo de una reforma a la justicia, sino el complot mediático y al titiritero detrás.
La democracia colombiana se enfrenta a dos grandes peligros, al Petrismo y al Santismo, al primero lo conocemos, es un dictadorcito mitómano y audaz, que representa tesis retrógradas y antidemocráticas, pero, el segundo es un lobo con piel de oveja, es sigiloso y se mueve en la oscuridad; no le basta con haber entregado el país al narcotráfico, y doblegarlo ante el terrorismo, su sed de poder es inagotable. Va por más, la coalición Centro Esperanza es muestra fehaciente de ello.
Hace pocos días se dio a conocer a la opinión pública la gran alianza del Santismo, que de ‘centro’ no tienen nada y de ‘esperanza’ menos. Por supuesto que no reconocen que el principal arquitecto de una alianza de semejante envergadura es Santos, una coalición que desde ya promete convertirse en una de las mayores fuerzas políticas que disputa por la Casa de Nariño. Aunque la prensa Santista, la misma que vendió la ilusión de la era del posconflicto, e hizo silencio cuando se vulneró la soberanía del pueblo colombiano expresado en el NO; hoy hace uso de eufemismos, para definir una coalición cuyos integrantes no pueden representar una renovación de la política, cuando han estado toda la vida turnándose los altos cargos del Estado.
Decir que Álvaro Uribe tiene veinte años en el poder es un sarcasmo. Hoy no estaría luchando desde sus posibilidades por preservar el sistema democrático, y el modelo político y económico, que con tantas dificultades ha cimentado el pueblo colombiano. Los colombianos, especialmente la juventud, debe reconsiderar, y elegir desde los resultados, no desde el discurso. — Para la muestra un botón — Ya Gustavo Petro nos dio la pruebita de lo que sería su gobierno, su desempeño como alcalde fue nefasto; y actualmente los modelos de gobierno, que mejor representan a la centroizquierda es la Bogotá de Claudia López, y Cali con Jorge Iván Ospina, que hoy tienen los índices de inseguridad y desempleo más altos. Y Medellín, con un alcalde que cabalga entre el Santismo y el Petrismo, y ha convertido la alcaldía en un botín burocrático, nepotista, y corrupto.
La centroderecha debe abandonar los egos e ir unida a primera vuelta; porque el titiritero está ahilando todo a su conveniencia para volver al poder, ya le ha hecho mucho daño a Colombia, y el 2022 será clave para volver a decirle NO.