El estado de guerra ha sido reemplazado por el estado de odio. El odio reivindica la violencia y la violencia aumenta la incertidumbre y el azar, sobre todo para quienes la ejercen, por eso los que planearon el asesinato de Miguel Uribe se encontraron frente a resultados imprevistos. La gente se identificó con Miguel porque representaba a la vez al político virtuoso y a la elite ilustrada, era la moral más el conocimiento.
Un buen hombre que era también un hombre superior. En este caso el hombre superó a la idea y los asesinos fracasaron porque no eliminaron ni al hombre ni la idea y pusieron en la escena política la expectativa profunda del hombre común de ser liderado por la virtud y no como se cree usualmente, por la simple eficacia. Pero de este “viaje del héroe” solo Miguel Uribe Londoño extrajo la verdadera consecuencia política que implicaba cuando afirmó que “esta guerra tiene culpables y responsables. Lo sabemos. No tenemos ninguna duda de dónde viene la violencia. No tenemos duda quién la promueve. No tenemos duda quién la permite. “porque frente a esta certidumbre el objetivo es que los asesinos de Miguel Uribe no ganen las elecciones, se trata de votar por los asesinos de Miguel, o en contra de ellos.
Leo Strauss estableció que la política era en el fondo un tensión permanente entre razón y revelación. El ámbito religioso en que se desarrolló la larga agonía de Miguel, las palabras dichas en una catedral, la oración fúnebre y los símbolos sagrados que rodearon y rodean su muerte, suponen que en este caso la tención de Strauss se inclinó por la revelación, por una ciudadanía que rechaza el mal en un marco paradójico y brutal porque no se puede ignorar que una parte de la sociedad, de manera secreta, y vergonzante, se alegró por el asesinato de Miguel, la parte que conforma el estado de odio y que ahora tiene representación y voz desde el estado. Por eso la afirmación de “no tenemos ninguna duda de donde viene la violencia…” es el único enunciado verdaderamente estratégico que se ha planteado en medio de la confusión. Es una afirmación política y supone una causa, la de erradicar esa fuente de violencia, la de derrocar al odio.
El asesinato de Miguel creó un escenario político completamente nuevo. Un escenario que los planificadores del crimen no controlan. Su objetivo era conservar el poder, pero el resultado ha sido que perderán el poder, siempre y cuando, sus opositores comuniquen con absoluta claridad que la ciudadanía tiene que elegir entre los asesinos de Miguel o quienes castigaran a sus asesinos y como “no tenemos ninguna duda de donde viene la violencia…”, la elección tiene que ser sobre quien no tenga ninguna duda. Se trata de representar un legado moral, no un legado ideológico. Más que una simple elección, estamos frente un desafío existencial.
Descubrimos que en política la virtud es posible. Miguel, con su trágico destino, logró que la gente entendiera que no tenemos por qué elegir el mal. Después de la caída, unos disparos en un parque nos mostraron que lo contrario del odio es la virtud.
Jaime Arango
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