Sufro un bloqueo. Dicen que a veces pasa. Nada de lo que leo me sorprende y casi todo me apena. El verano pudiera apaciguar las cosas, sin embargo, ocurre todo lo contrario. El monte arde al norte, al oeste, al sur, también al norte de los Pirineos hay incendios. ¿Quién es el desalmado que quema el jardín de su casa? Porque el monte, la montaña, es de todos y a todos nos corresponde su cuidado y protección. Más a los de cerca, pero sobre todo a los políticos. Los locales, los autonómicos y los estatales.
¿No están cansados ya de pagar tanto gobierno inútil y que nunca nadie asuma su responsabilidad en las catástrofes que nos suceden?
Ojalá el fuego se llevara por delante tanto asiento ocupado y sin beneficio. Tal vez así se aligerará la carga de cargos que tenemos que mantener a costa de los impuestos, que en lugar de destinarse a cuidar del campo, los ríos, los mayores, los desempleados, los cuidadores, las infraestructuras, los transportes públicos… se esfuman en mantener a mucho vago y mucho amigo bien colocado que han encontrado en la política su modo de vida, y se agarran a ella como aquella garrapata que se pegó a mi pierna.
Lo mío se solucionó con veinte días de antibiótico, pero a estas garrapatas políticas no nos las quitamos ni con aguarrás, ni con elecciones, pues ellas mismas han creado un sistema tan perfecto y tan corrupto del que se alimentan sin pudor y con descaro.
Pronto en mi pueblito alemán nos enfrentaremos a nuevas elecciones. No conozco a ninguno de los políticos que se presentan. Todos prometen una mejor gestión de lo público y yo desconfío de ellos, pues desde que vivo aquí, hace ya seis años, no sólo no arreglan el puente que me une a la ciudad, sino que han cerrado otro que me unía al pueblo vecino, donde tengo varias amigas.
Lo peor no es eso, lo peor es que prometen y no cumplen. Entiendo que se han instalado en una vida en la que ellos chupan del bote y reparten, a costa de deuda, la ayuda social – una falsa solidaridad a costa de los que sí trabajan- convirtiendo así en dependientes y vagos a todos aquellos poco cualificados que han acabado, gracias a estas políticas sociales, recibiendo algo de dinero.
A veces pareciera que sus políticas sociales no son más que el lavado de sus propias conciencias, empobrecidas por el poder y la corrupción de la codicia, y compran así el apoyo de muchos.
Se les llena la boca con políticas que hagan feliz a los trabajadores, como trabajar menos, y yo pienso; al trabajador lo que le gusta es trabajar y ganar su dinero para prosperar y gastarlo en lo que le dé la gana, ¿pero qué empleo van a crear unos políticos que jamás han tenido que buscarse el porvenir más allá del amiguismo de un partido? Uno no puede crear, ni mejorar, ni siquiera imaginar un mundo mejor, cuando no ha salido del sistema, del círculo o de su barrio y está tan infectado de ideología o directrices que ya no sabe mirar más allá.
Yo haría como hice con mi garrapata, arrancarlos de raíz, sin miramientos, al menos habría algo de alivio y ligereza en las estructuras del Estado.
Almudena González Barreda
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