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Confidencial Noticias 2025

| Columnista |

En la Colombia actual, hablar de inteligencia estratégica no tendría por qué incomodar ni despertar fantasmas del pasado. Por el contrario, debería infundir esperanza y marcar el inicio de una conversación seria y urgente sobre el porvenir del Estado. Bien concebida y ejecutada, la inteligencia estratégica permite anticipar amenazas y garantiza que las decisiones políticas y de seguridad sean tomadas con base en conocimiento estructurado, ético y legítimo.

En los últimos años, en el país hubo un retroceso en la materia, porque en lugar de consolidar una Dirección Nacional de Inteligencia (DNI) profesional, técnica y al servicio del Estado, se permitió su captura por agendas ideológicas. La DNI ha estado ausente frente a las amenazas más graves de la última década: el estallido social, la captura criminal de los territorios, la expansión de las disidencias de las FARC, el fortalecimiento del ELN, la sofisticación del Clan del Golfo y la infiltración del crimen transnacional en actividades extractivas, electorales y de gobernanza local.  Por eso hoy, más que nunca, Colombia necesita una reforma profunda, audaz y ética de su sistema nacional de inteligencia estratégica.

¿Qué es la inteligencia estratégica?

Se debe empezar por aclarar que la inteligencia estratégica no es espionaje ni persecución. Por el contrario, es la herramienta institucional que transforma datos e información dispersa en conocimiento útil para tomar decisiones en función del interés general y mantener la vigencia del estado social de derecho. Y más aún, es un acto de responsabilidad estatal frente a las incertidumbres del entorno nacional e internacional siempre complejo.

En otras palabras, la inteligencia estratégica es el puente entre el presente y el futuro, que permite a los líderes políticos, a los planificadores y estrategas del Estado, anticipar escenarios, prevenir crisis, reducir daños y preservar el orden constitucional y democrático.

Inspirado en modelos como el del Reino Unido, Sir David Omand (2010), exdirector del Cuartel General de Comunicaciones del Gobierno -GCHQ- británico, ha dicho con claridad que “la inteligencia es la manera como un Estado puede mirar hacia el futuro tomando decisiones en el presente”.

El nuevo enfoque de inteligencia estratégica que se debe proponer para Colombia entiende esta disciplina como un sistema público de gestión de conocimiento especializado, orientado a la protección de bienes públicos esenciales como la vida, la soberanía, la infraestructura crítica, la gobernabilidad, los derechos fundamentales y, sobre todo, para construir la paz.

La inteligencia estratégica no puede depender de la voluntad del gobernante de turno. Tampoco, reducirse a una oficina que produce informes de coyuntura, ni mucho menos debe ser una proveedora de empleos bien pagos para los intereses clientelistas de tirios y troyanos. La inteligencia debe ser el cerebro anticipador del Estado. Si se tuviera que definir inteligencia con una sola palabra, esta es anticipación.

Un nuevo enfoque para reconstruir la inteligencia en el país debe partir de los siguientes postulados:

  1. Actuar bajo el principio de imparcialidad, libre de sesgos ideológicos y partidistas, como lo exige la Ley 1621 de 2013.
  2. Ser parte del sistema de gobernanza pública, dialogando con las instancias de planeación, la evaluación de políticas y la protección de bienes estratégicos.
  3. Tener una visión amplia, multinivel y multiactor, que permita articular esfuerzos entre la Fuerza Pública, la academia, la sociedad civil y las agencias de control.
  4. Ser transparente en sus límites, y sujeta a control político y judicial razonable, sin comprometer su eficacia operativa.
  5. Contar con doctrina nacional, para dejar de importar modelos ajenos que no responden a nuestra realidad.

En este marco, la inteligencia estratégica no es sólo una función de seguridad, es  también de planeación del desarrollo, gestión del riesgo, gobernabilidad territorial y protección de la democracia. Por eso propongo una “ruta crítica de acción” que incluya medidas como:

  • Nombrar en los cargos y acción de la inteligencia estrategica a servidores públicos profesionales expertos y respetuosos de la constitución y la leyes.
  • Restablecer alianzas internacionales con agencias de inteligencia de países aliados.
  • Reactivar las “task forces” -grupos de trabajo temporales- de inteligencia conjunta, hoy desmanteladas.
  • Reincorporar personal experto de la Fuerza Pública que han sido estigmatizados y retirados.
  • Fortalecer la inteligencia cibernética y electrónica.
  • Rediseñar el Plan Nacional de Inteligencia con prioridades claras para los próximos 10 años.

La prioridad para el próximo gobierno será recuperar la seguridad sin perder el alma democrática. Un Estado fuerte no es aquel que vigila sin control. Es aquel que anticipa sin violar derechos. Por eso, la inteligencia estratégica debe operar siempre dentro de los límites de la Constitución y el respeto por los derechos fundamentales.

La clave está en tener una doctrina de inteligencia para la democracia, no para el autoritarismo. Una inteligencia al servicio de la “res publica”, que no confunda la crítica con la amenaza ni la oposición política con el enemigo interno. Esto implica educación, formación, transparencia, control parlamentario y fortalecimiento del sistema judicial.

Quiero cerrar esta columna con un llamado sincero a las fuerzas vivas del país a  recuperar la confianza en la inteligencia estratégica colombiana. A pesar de los errores, el país cuenta con oficiales, analistas, académicos y profesionales comprometidos con una visión ética y moderna de esta función del Estado. Son mujeres y hombres que creen en la democracia, que trabajan en silencio, que aman a Colombia y que saben que su deber es servir a los ciudadanos colombianos. A ellos les debemos la totalidad de las victorias que hemos obtenido en nuestra historia frente al crimen y a los enemigos del Estado.

Necesitamos proteger los valores fundacionales de nuestra sociedad: la paz, la vida y la libertad. Sin inteligencia estratégica, Colombia camina a ciegas. Y un país que camina a ciegas siempre tropieza en el mismo abismo.

Por: Coronel (RP) Juan Carlos Nieto Aldana, PhD en Gestión, experto en inteligencia estratégica y en seguridad ciudadana.

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