La vergonzante doble moral en un mundo bajo sospecha

Hoy me he propuesto sonrojar a más de uno, si no logro, al menos dejar una minúscula semilla en la conciencia colectiva sobre el mundo que estamos construyendo: doble moral, indecencia y mucho chisme, barato, corto, que no nos haga pensar demasiado, que eso es malo. La nueva versión del ‘pan y circo’.

Según evolucionan las redes sociales el mundo cambia a una velocidad vertiginosa y la opinión pública, antes generalmente desinformada, se ha transformado en un despropósito intelectual cargado de vanalidades, inexactitudes, sesgos, mentiras y rencor, sobre todo, mucho rencor fruto de las frustraciones de las personas que ahora sí pueden exponer sus ideas públicamente y sin filtros. Democracia mal entendida.

Un fenómeno muy actual es el sentimiento de vivir las 24 horas del día en un permanente Gran Hermano. Ya ni en la propia cama de nuestro dormitorio uno está a salvo de quedar grabado y expuesto al linchamiento de la nueva Santa Inquisición del Siglo XXI, las redes sociales. Ese sitio donde millones de personas que no conocen a uno, probablemente con menos formación intelectual, académica (y en muchos casos también moral) tienen el atrevimiento de juzgar cualquier cosa de uno de una manera temeraria, gratuita y, lo peor de todo, es que acaba teniendo consecuencias devastadoras en la vida de las personas.

Cada día pasa con cientos o miles de anónimos pero también con famosos o estrellas del deporte o la música. La reflexión, no obstante, viene por el último caso de Luis Felipe Gómez, el aficionado que supuestamente ingresó licor al estadio en el partido de Japón-Colombia, y por lo que fue despedido de su empleo como alto ejecutivo en Avianca. Reitero, un caso puntual, pero que es la punta del iceberg de lo que pasa en el mundo a diario.

No seré yo quien haga una heroica defensa de este señor, al que no conozco de nada y que con toda seguridad cometió una imprudencia, una bobada, una falta, quizás hasta un delito menor… pero sorprende la ola de indignación generalizada y colectiva (in crescendo además según pasaban los minutos) que hizo rasgar las vestiduras de la intachable moral tuitera colombiana ¡¡¡en un país con 11.000 homicidios y 4.000 abusos a menores al año!!!

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La nueva Yihad lo que sabe hacer es destilar las frustraciones de sus vidas personales sobre los demás, lo único que hacen es criticar, faltar el respeto y masacrar en masa a las personas que no conocen por X o por Y. Una especie de nueva hoguera en la que se quema todo lo que no gusta. Si este señor Gómez cometió una falta o delito que sea juzgado por ello, pero mezclar peras con manzanas nunca suele dar buen resultado. Y en cualquier caso, y cualquiera que tenga mínimas nociones de derecho, sabe que la sanción o pena en cualquier sistema judicial (salvo twitter que todo lo sabe) debe ir en consonancia con la gravedad del hecho que se juzga.

Capítulo aparte merece la actuación de Avianca. Cada uno decide sus políticas internas y a quien emplea, faltaría más. Pero lo moralmente cuestionable son las formas con las que actúa contra un empleado, supuestamente ejemplar pues tú mismo lo has nombrado gerente. El despido se produjo fulminante, a la pocas horas, sin contrastar versiones, sin permitir derecho de defensa, ahhh pero eso sí, con luz y taquígrafos para que quede claro ante esta nueva opinión pública que nosotros como compañía sí somos muy ‘decentes’, por supuesto, aumentando de esa manera el linchamiento público de la persona.

Pues señores de Avianca han puesto el listón muy bajo para los siguientes despidos de su empresa. A partir de ahora comienza la caza de brujas interna. No les quepa duda. A cualquier otro ejecutivo o empleado que ‘cacen’ un día manejando hablando por el móvil, saltándose una cebra mientras practica running, o dándole un leve cachete a su hijo por hacer algo mal… o cualquier otra sanción menor de estas, supongo que también supondrá un despido. La desproporción de la sanción, nuevamente, la desproporción…

Más bien me inclino a decir que es una decisión cobarde, ‘populista populera’, dale pan al pueblo que tiene hambre. Una decisión más bien entendida desde ese mal que contagia la sociedad de lo asquerosamente políticamente correcto. El buenismo cínico que todos se jactan de predicar en las redes y que nadie (o casi) cumple estrictamente en su vida personal. Caretas fuera, en las cárceles morales colombianas habría 50 millones de presos si esto se juzgara así en todos los momentos de nuestra vida. Lo que pasa es que el show mediático necesita madera, más madera para chamuscar a la gente y que la llama siga encendida. No hace falta ser muy perspicaz para imaginar que si en lugar de ser gerente de una gran multinacional, Gómez hubiera sido un mensajero o un oficinista cualquiera, no hubiera pasado nada, pero no hay que perder de vista que la envidia es un hecho en esta sociedad.

Pero amigo lector no se confíe. Con total seguridad, el próximo puede ser usted, porque cientos de cámaras le graban cada semana, sin su consentimiento por supuesto, y la ‘moral de yihad cibernética’ es implacable. Prepárese para ese momento y recuerde estas líneas si le llega.

Urge una regulación mundial de las redes sociales y, por qué no no decirlo sin complejos, establecer un control de lo que se publica, ya puestos a vivir en el Gran Hermano real en el que ya vivimos, al menos que sea más digno que el actual pozo de pobredumbre moral que permea en la sociedad. Este mundo da más pena que asco. Eso sí, que todo quede grabado en Full HD con un celular bien moderno para que no haya duda… y subidito a la cuenta de Instagram.