Algo de oro colombiano debe haber en el recubrimiento de 48 g que hay en los espejos de berilio del telescopio espacial que acaba de revelar las imágenes más impresionantes del universo, después de una inversión de diez billones (miles de millones) de dólares, años de trabajo de más de 20.000 ingenieros y las ansias de demostrarle a un mundo que cambia de poderes que los Estados Unidos de América son aún la gran potencia que transformó todo con su tecnología. Entre tanto, los Emiratos Árabes se proclaman los colonizadores naturales del desierto marciano, la India, mas pragmática, reina de las comunicaciones interestelares y, eventualmente con China, de la minería extraterrestre.
Sin su antecesor, el venerable Hubble, nunca hubiésemos tenido la inspiración de la belleza revelada y multicolor de la diversidad estelar, un paisaje de millones de años luz de amplitud visto en el primer mapa completo del universo en 2020, annuus horribilis pandemicum, así como centenares de miles de artículos científicos que verificaron, descartaron o pusieron en duda las teorías de la física contemporánea, además de nutrir los escenarios espaciales del cine de ciencia ficción.
Miles de planetas, por otra parte, han sido descubiertos en los últimos años, dándonos una sensación de abundancia inigualable, como si estuviésemos a punto de encender el motor colonizador y dispersarnos: hay tantas oportunidades allá afuera, que estamos a nada de establecer una colonia boyacense en SQ267 sin pelear con nadie.
No me malinterprete, Mr. Webb, soy la más apasionada de la exploración espacial, de pequeña reconocía la topografía de la Luna y sabía que Ganímedes era un satélite joviano que no tenía las ciudades imaginarías que Josip Ibrahim le había implantado. Tuve armado en mi armario el modelo del cohete que había llevado los astronautas del Apolo 11 por mucho tiempo y también sabía que el Dr. Spock era Leonard Nimoy, que mis verdaderos amigos eran los que se aguantaban sin chistar las escenas infinitas de la construcción del Enterprise antes del primer episodio del “boldly go…” en cine y que mi rol model era la consejera Deanna Troy.
El problema Mr, Webb, y sé que ya no nos acompaña en este planeta, es que este, precisamente su planeta, donde logró convertir a la NASA en la más poderosa agencia de exploración espacial gracias a su talento, está a punto de colapsar, un poco antes de tener listas las naves para evacuar; una mala idea, sin duda.
Estaría bien entonces, apelar al recuerdo de sus habilidades burocráticas en la interfase científico política para mirar si con una fracción de lo que costó el telescopio que hoy lleva su nombre, salvamos este aporreado mundo y lo que lo sustenta, que no es otra cosa que la expresión de las leyes de la física en formato bioquímico, la potencia de un planeta carbónico en crisis, amenazado por su último invento biológico, la gente.
Mr. Webb, estamos a punto de clarificar el origen del universo. Pero si no nos da una ayudita, también el de nuestro fin. Hay que invertir en este planeta y recuperar algo de su funcionalidad ecológica, lo dice todo el mundo, y parece que existen los recursos y capacidades para hacerlo, usted lo demostró, sólo que están ocupados en otras tareas. ¿Cómo le hacemos?