Sánchez lo ha vuelto a hacer. Se fue como Presidente de turno de la Unión Europea a Israel y ha vuelto creando una crisis diplomática con el país que le recibió, por decirle a Netanyahu que las muertes de civiles son insoportables. ¡Cómo si a él le importaran!
No sé qué mueve la psiquis del psicópata Sánchez (ni de ningún otro) pero sí sé que tendría la cara suficiente para decir que no fue su yo presidente de turno, si no el Sánchez ciudadano del mundo el que lo dijo, si es que en algún momento quisiera pedir disculpas por escupir a Israel en su cara.
Este conflicto bélico de Oriente próximo es muy antiguo y está lleno de aristas culturales, religiosas, geopolíticas, económicas, sociales… que se nos escapan y muchas jamás entenderíamos, nos falta profundidad en el alma para comprender que mucho proviene de un gran problema de fe, de la lucha eterna del bien y el mal, sin que los pueblos implicados representen a ninguno de los dos en lo absoluto.
Azúcar y sal
Las causas de la tierra, las raíces, la pertenencia y el estado palestino son de un romanticismo tal que a la izquierda más universal le encanta y asume sus símbolos sin pararse a pensar que detrás de todo conflicto hay dos caras y una sola verdad.
Es difícil mediar en un conflicto entre dos hermanos que se odian y que siempre andan buscando venganza. Al igual que es difícil separar el azúcar y la sal. Si alguna vez lo han intentado, porque por equivocación han echado uno en el bote del otro… ¿Qué han acabado haciendo?
Pedro, no puedes viajar en representación de toda Europa y decirle a Netanyahu que es insoportable lo que está haciendo. Que sí, que qué horror todo, pero que ya basta. No, Pedro, no eres hombre de paz por mucho que en tu país gobiernes con los asesinos de más 800 españoles de bien. No eres hombre de paz por tratar de mediar en un conflicto que te supera, porque a diferencia de ti – que olvidas y cambias de opinión con frecuencia- los palestinos han sufrido mucho y los israelíes también y ellos, ni olvidan, ni perdonan.
Pedro, a Netanyahu se le ha mezclado el azúcar y la sal. Y durante un tiempo ha estado separando grano a grano, ahora ya, lo va a tirar todo a la basura. Es desesperante.
Hamas y el pueblo palestino viven mezclados y nadie sabe muy bien quién es uno y quién otro. Todos son cómplices, porque cuando las víctimas no se levantan, son cómplices de su destrucción. Pero es que Hamas, esos que acaban de agradecer tus palabras, son tiranos que matan si pestañear a todo el que se ponga por delante, lo mismo da que seas judío, cristiano o un turista sueco.
¿Dónde está el dinero?
Además, Pedro, no seamos cínicos, Hamas se ha gastado todo el dinero de las ayudas internacionales (esas que no se auditan, ni se les sigue la pista) en crear esos túneles de salvación de terroristas y en perpetuar la pobreza y la falta de infraestructuras básicas para el pueblo. Así que no, no Pedro, no tienes licencia para escupirle a la cara a Netanyahu que deje de bombardear, aunque tengas razón y a todos nos duelan los muertos inocentes de todos los conflictos.
Aunque sólo sea por educación, por cortesía (que es lo mínimo para mantener la concordia) uno se debe guardar las verdades porque no infundes más paz, ni se espera eso de ti, del cargo que ocupas. Pedro, recuerda que eres tu cargo, ni más ni menos y que deberías (por un mínimo de decencia) mostrar cierta empatía con Israel, si es que vas a visitarlos. Si no, mejor no vayas.
Puedes volver a Bruselas, como presidente de turno, y pedir que se hagan auditorías de las ayudas que se destinan a ayudas al desarrollo. Tal vez se estén administrando mal… Tal vez.
Una Europa con miedo
Entiendo que dentro de poco, el año que entra 2024, habrá elecciones Europeas y que la izquierda quiere adueñarse del discurso pacificador, abierto, multicultural y conciliador con otras culturas y religiones y que Pedro juega esa baza, y le saldrá bien. Pocos son los países que hoy por hoy siguen defendiendo la política de puertas abiertas, ni siquiera el socialdemócrata Scholz quiere dejarlas abiertas ya. Hay miedo en Europa.
La derecha está harta de que el rojerío acepte a todos con los brazos abiertos y así, con ese buenismo, que no es bondad, se nos ha llenado la casa de musulmanes que lejos de integrarse están dispuestos a inmolarse por la causa al mínimo llamamientos del primer imán de Irán.
Si, también los hay pacíficos, no religiosos, ni instalados en la política, pero les diré una verdad; cuando un país te acepta pero te hacen de menos, y hacer de menos no tiene nada que ver con las ayudas económicas, ni con dejar que se hagan mezquitas, o con establecer clases de cultura islámica- todo eso te introduce más en el gueto-, el sentimiento de no pertenencia a ese lugar crece y te radicalizas en tus raíces, esas que sólo has tenido en casa y en el grupo, que te acoge porque eres como ellos. Miren lo que ocurre en Francia, Suecia, Holanda, Alemania, España… los índices de criminalidad siempre son mayores entre los extranjeros o nacionalizados. No es odio, es la estadística real, aunque no sea lo políticamente correcto distinguir por nacionalidades o por procedencia y aunque la criminalidad tiene aristas ligadas a la pobreza, a la falta de recursos y a la vida fácil, que no es precisamente la ordenada.
Acoger es amar al diferente
Tal vez no se lo hayan planteado nunca, pero el sentimiento patrio crece cuando se vive en el extranjero. Es ahí, en el frío del país de acogida, donde uno se da cuenta de lo grande que es su país. Y si a mí me pasa con España, imagino que a mis conocidos palestinos, turcos, indios, colombianos, mexicanos y chinos, les pasa lo mismo.
La mezcla entre la idealización de un recuerdo y la falta de calor entre los vecinos que te rodean es lo que te acerca a lo tuyo. Se desea más lo que no se tiene, porque la idealización lo agranda todo.
Acoger, integrar es preocuparse por el diferente, y aquí fallan las políticas, lo vemos cada día. No se trata sólo de dar un puñado de euros para vivir y enseñar los derechos y deberes. Los euros están bien, pero formar en el porvenir es mejor. Conocer los derechos y deberes es primordial para vivir en sociedad, pero acoger en una cultura al que viene de fuera es enseñarle, desde el respeto y el convencimiento, los valores de la cultura a la que llega.
El problema es que en Europa la tolerancia a todo ha destruido los valores propios y ya pocos saben qué defender, enseñar o transmitir y lo peor; cómo actuar. Pedro, estás entre ellos.
¿Qué nos queda de la Europa civilizada que dio forma al mundo si todo lo tolera?, No hay muertos más válidos que otros, el terrorismo de Hamas es intolerable, denunciable y punible y son tan responsables de las muertes de israelíes como de las de su propio pueblo. Esta sumisión al todo es válido y respetable nos ha llevado a la crisis de valores profundos y los hemos cambiado por ideas incuestionables, cuyas ideologías se han convertido en religiones, con fanáticos como adeptos. El problema es que Europa tiene a muchos ciudadanos dispuestos a morir y matar por sus valores que sí viven, con más o menos radicalidad.