El populismo punitivo es una de las expresiones más peligrosas del vacío político. Es la herramienta preferida de quienes no tienen ideas, pero sí micrófono; de quienes reemplazan la argumentación con gritos y el estudio con espectáculo. En Colombia, ese fenómeno ha encontrado nuevos rostros, y uno de ellos es el del Senador Jonathan Ferney Pulido Hernández, quien se hizo elegir hablando de cambio, justicia y derechos, y hoy vota todo lo contrario.
Pulido Hernández no representa los ideales del Partido Alianza Verde. Es, más bien, el reflejo de una política confundida y sin norte. Lo suyo no es debate, es improvisación; no es liderazgo, es delirio. La forma como encara al senador Iván Cepeda no es valentía: es una muestra de ignorancia política, una bravuconada que solo evidencia la falta de formación y de comprensión sobre el papel que le confirió la democracia, o lo que es peor con dolo desinforma e induce al error.
Pero el problema no es solo él. Es lo que permitimos. ¿Qué está pasando con la Alianza Verde? ¿Hasta cuándo seguiremos mirando hacia otro lado mientras el pragmatismo se traga los principios? ¿Hasta cuándo vamos a justificar lo injustificable en nombre de una supuesta unidad? Si seguimos cobijando bajo el umbral electoral a quienes no entienden ni defienden los ideales que nos dieron origen, entonces el proyecto verde se diluye en la nada.
Hacer política es una responsabilidad enorme. Por eso, la formación política debe empezar desde el colegio, no solo como una asignatura, sino como una práctica democrática cotidiana. Solo así tendremos ciudadanía crítica, capaz de reconocer las diferencias entre una propuesta seria y una payasada populista. Solo así elegiremos con conciencia y no por ruido.
Las mujeres, los jóvenes, los animalistas, las nuevas ciudadanas que alguna vez encontramos en la Alianza Verde un espacio de esperanza y coherencia, hoy nos preguntamos cómo seguir defendiendo este proyecto cuando vemos a personas como Pulido Hernández convertir el Congreso en un circo. ¿Cómo llamar a nuevas generaciones a sumarse, si quienes están adentro desdibujan el sentido de hacer política con propósito?
El populismo punitivo no construye país: lo destruye. La política no es un escenario para el show, sino para el servicio. Y recuperar la dignidad del debate público es tarea de todos y todas. Callar ante el ridículo es complicidad. Decir las cosas por su nombre, aunque incomode, no fingir demencia, no ser indiferentes, alzar la voz y empuñar las letras, aunque no les guste, aunque les incomode, es el primer paso para salvar la política de los oportunistas que la usan para hacer finalmente el oso nacional.
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