Por un puñado de mocos

¿Se han llevado alguna vez a casa material de oficina? Un bolígrafo, un paquetito de folios, un cuaderno… Resulta que hay quien piensa que llevarse a casa bolis para los niños es peccata minuta.

Cuando lo que desaparece de la oficina son tazas de porcelana, a razón de cinco tazas por persona, como ocurrió en la fábrica alemana de Tesla, 65.000 tacitas para el café en total, ya empieza el asunto a ser a ser algo más llamativo. Ya se nota en la partida de gastos. ¿No creen?

Y cuando lo que desaparece es una miniexcavadora, de esas que trabajan en las aceras de las calles que transitamos, una carretilla, una taladradora o cualquier otra herramienta… Entonces hablamos de robos. De la apropiación indebida de un bien material ajeno o cuya propiedad no nos pertenece.

Si hablamos de dinero público según dónde y qué se haga con ese dinero estaremos hablando de malversación, corrupción… Si es dinero privado delitos económicos, evasión de impuestos…

En todo hay grados.

Pero no por estar en la parte baja de la escala se es menos deshonesto o se tiene una ética mayor. El daño está hecho, principalmente a uno mismo, a los valores, a la ética.

¿Pero cómo llamamos a cuando el que desparece es el propio trabajador que, sin dejar de cobrar su sueldo, enlaza baja tras baja?  Los directivos de Tesla – de la misma fábrica de la zona de Berlín- lo tienen claro y ante un absentismo del 17 por ciento de la plantilla (el triple que la media de la industria), llegando en temporadas hasta el 30 por ciento, aumentando los viernes y en los turnos de noche y siendo el absentismo mayor entre los empleados fijos que entre los temporales se han propuesto revisar los casos de los más de 200 empleados que hasta septiembre no habían aparecido en su puesto de trabajo.

El caso de Tesla es llamativo sin duda, pero no es un caso aislado; hace dos semanas me llamaba una empresa de servicios para disculparse porque los dos trabajadores que tenían destinados a mi proyecto doméstico estaban de baja- después de un mes de vacaciones, un lunes- y tenían que retrasar los trabajos unos días más.  No habría dado importancia al asunto si no fuera la segunda vez que me pasaba en un mes, con dos empresas distintas,  y si no fuera una tónica más o menos establecida en empresas de cierto tamaño en ciertos sectores de producción donde tengo amigos que sufren la ausencia de sus trabajadores y compañeros de trabajo.

Me atrevo a decir que, en estas sociedades avanzadas cuyos ciudadanos viven atiborrados de derechos y ayudas, confortables y comodones, bien asistidos y cubiertos por si la desgracia llama a la puerta, el uso del sistema asistencial se nos está yendo de las manos, tal y como apunta André Thierig, director de la factoría alemana de Tesla.

Es el momento de apelar a la ética de los trabajadores, a la personal, y hacer pedagogía social y dejar claro que por mucho que la ley te asista, que el sistema de apoye, hay ciertos comportamientos que son contrarios a la honestidad personal y dañan sobre manera el bien común. Pero la sociedad no está capacitada para hablar de honestidad, ética u honradez, pues ya no hay una guía válida que indique el camino. Bueno sí pero pocos la siguen.

Las escuelas de negocios están llenas de cursos de ética, liderazgo, buen gobierno… pero sospecho, lamentablemente,  que los centros de formación, escuelas medias y técnicas ha dejado de lado la ética, los valores, la búsqueda del bien común y se han centrado en la lucha por los derechos -que está muy bien- pero que de nada sirve si no van acompañados de la verdad del ser humano, de los valores que le dan forma, como persona y como trabajador.

Las bajas laborales tienen un sentido social de protección al trabajador en caso de enfermedad y dudo que el resfriado común- principal causa de baja en Alemania- sea esa enfermedad incapacitante en una cadena de montaje, en fábricas o incluso en colegios e institutos. Señores, desde hace cinco años, y según señala el instituto de investigación laboral y ocupacional alemán el absentismo ha aumentado un 70 por ciento. Tal vez sean unos blanditos aunque yo me inclino a pensar que hay mucho cuento en todo esto y cierta psicosis post pandemia de la que muchos se benefician, pero ese es otro tema.

¿Y quien paga esta feria de bajas y ausencias? En el caso alemán durante seis semanas la empresa y después la mutua, el seguro sanitario o asistencial. Vamos un chollo que sale barato a las arcas comunes y tal vez por eso nadie hace pedagogía de que los mocos no impiden ir a apretar tornillos, de que la tos con una mascarilla no afecta al control de calidad de una cadena de montaje, o que tener los ojos congestionados no es motivo para quedarse en casa.

El mercado laboral alemán es tan protector con sus trabajadores que se ha olvidado señalar que la honradez y la honestidad son partes fundamentales de la formación adulta y profesional de la persona. Es tan protector que nadie se para a pensar que estos comportamientos deshonestos afectan a la sociedad entera, porque perjudica a todos y acaba creándose un clima de desconfianza total. El deshonesto se hace de a poquito, sin que se note, hasta que él se corrompe, vicia el sistema y acaba quebrando la confianza en uno, en un gremio, en la sociedad.

Almudena González