La moral es el discernimiento personal entre lo correcto y lo que no lo es. Como cada situación es diferente, la moral se basa en principios que son inalterables al paso de las situaciones. Con base en esos pilares, los principios, la persona tiene el fundamento para actuar respecto a su moral ante cualquier situación.
La ética es la definición para una sociedad de lo correcto y lo que no.
El derecho es el marco de reglas explícitas en que pueden moverse los individuos de una sociedad siendo legales.
El derecho debería mapear la ética de una sociedad. Y tal vez, de hecho sí lo hace. Es asimilable a una cuestión de promedios y desviaciones en estadística. El problema no es el promedio sino la magnitud de la desviación de lo que, partes de una misma sociedad, considera que es ético frente al promedio que representa el derecho. Si fuera cero tal desviación, el derecho coincidiría con la ética. El problema yace entonces en qué tan homogénea es la ética de nuestra sociedad, al considerar todos los grupos de individuos, en los que hay enormes desviaciones de moralidad. Y ahí es donde se puede entender que de pronto sí, el derecho ha mapeado el promedio de la ética de nuestra sociedad, que dicho de una manera general, no es muy ética frente a lo correcto.
La historia de la humanidad recuerda casos protuberantes de desviación entre lo ético y lo legal: la esclavitud era legal hasta 1865 en USA, el antisemitismo que llevó al exterminio durante la segunda guerra mundial era legal hasta 1945 en la Alemania nazi, el racismo era legal hasta 1991 en Suráfrica, la homosexualidad se castiga aún hoy en países como Arabia e Irán (en 71 países es un crimen). Aunque esas brechas han ido cerrándose, el promedio no representa la totalidad de la población, ya que se conservan reductos que propenden por regresar a sus épocas terribles (grupos pronazis, supremacistas, nacionalismos extremos, y no se diga de los extremistas religiosos).
Nuestros resultados más sobresalientes actuales parten de la “corrupción legal” y terminan en concentración de la riqueza, desigualdad y pobreza, en la que no necesariamente se cometieron hechos ilegales, como la influencia y determinación que ejerce el poder económico sobre el poder político, o la “captura del Estado” en la denominación del Banco Mundial, como explican los profesores de economía Lucio Picci y Jorge Iván González en recientes artículos (UN Periódico) aludiendo a la práctica generalizada de la contribución a las campañas políticas para que luego los elegidos sometan las políticas públicas a los intereses de los grupos económicos contribuyentes en tales campañas. Ésta es quizás la mayor expresión de corrupción de la que se puede conocer aunque sea legal.
El vacío entre el derecho y la ética se explica entonces por la falta de homogeneidad de principios de los individuos de una misma sociedad. Y ese vacío entre el derecho y la ética es el margen que los individuos tienen para hacer lo incorrecto sin ser ilegales. Entre más compleja la situación, más asesoría de abogados especializados que sepan moverse en ese vacío, y que encuentren la forma de salirse con lo incorrecto quedando impunes en lo legal. En el campo de lo ilegal tenemos, por supuesto, todos los tipos de corrupción arraigadísimos y con impunidad reinante que hace avizorar la continuidad o empeoramiento de la situación.
El magno reto que tenemos es conciliar el derecho con la ética, y ésta con la moral. Igual de difícil es al grado supremo de importancia que tiene. Como todas las enormes construcciones, de bloque en bloque debemos lograrlo. Algunas ideas para esta
El primer bloque es el personal. La moral es una decisión personal, como lo explica bien César Constaín, ingeniero y filósofo de la realidad (en sus artículos de Facebook). Hay que tomar la decisión personal, fuerte, de hacer lo correcto aun cuando lo incorrecto pueda enmarcarse en lo legal.
El segundo bloque es el ejemplo y la influencia con el ejemplo, a todo quien esté al alcance en todos los ámbitos de la vida. Hay que reclutar adeptos a lo correcto, en todas direcciones, y que sea el motivo de orgullo de su nuevo grupo.
El tercer bloque es que ejerzamos los instrumentos de la democracia para que quienes nos representen sean íntegros, que hagan lo correcto siempre sin necesidad que alguien los controle, porque ellos darán el ejemplo que requiere la gran población para volverse proclives a ser correctos. El problema del mal ejemplo de los más altos dirigentes no es que con su corrupción roben más que todos, sino que le enseñan a robar a todos. Por eso es fundamental tener gente correcta en los cargos directivos del Estado.
El cuarto bloque es la intolerancia con la corrupción en cualquiera de sus formas, grandes o pequeñas. Hay que hacer presión para que los corruptos no tengan ningún tipo de complacencia en la sociedad.
Lo antes que asumamos el magno reto, lo antes que empezaremos a avanzar entre todos. Solo así es posible que logremos dejar un país mejorado para nuestros hijos y nietos.