En los próximos seis meses empezará a hervir la caldera de los discursos y las manifestaciones políticas que solo persiguen votos. Tal es la urgencia de recobrar la atención de la agitada ciudadanía que dejó el paro, que los líderes de la política tradicional ya empiezan a sonreír más de la cuenta en espacios en los que poco o nada se les suele ver.
Para la muestra, varios botones. El mercado digital sin duda rinde frutos a la hora de captar la atención y viralizar -así como si se tratara de patologías- contenidos superficiales pero efectivos. Todos vimos memes de los caballos del ubérrimo con queratina ¿no?
Es natural que los discursos oficialistas que han comandado el ejecutivo por más de 20 años se aprovechen de la mimesis y la ambigüedad para construir una nueva opción atractiva de cara al 22. Por ello es fundamental que los liderazgos alternativos y la ciudadanía recuerden omitir a toda costa el entendimiento de la historia de forma lineal.
Esta aproximación suscita un vértigo que nos obliga a ver hacia adelante como la única posible dirección y de manera tácita logra una desconexión entre los protagonistas y sus historias. Craso error.
Por estos días que se van solidificando más y más las precandidaturas, invito a la ciudadanía a revisar con atención tanto los discursos como la historia y los benefactores detrás de cada una de las candidaturas que hoy construyen ilusión en el imaginario de los ciudadanos de a pie.
Si bien es cierto que al interior de los sectores alternativos hoy se tejen diálogos y acuerdos programáticos, tanto del lado del pacto histórico como de la coalición de la esperanza, y estos prometen bastante, es prudente tomar dos pasos atrás y hacer una lectura panorámica del espectro político y la dinámica electoral.
El país atraviesa un periodo de inflexión y, aunque por momentos parezca que exagero, nunca ha sido tan fundamental en la historia reciente del país como ahora la participación activa y constante de la ciudadanía.
El o la próxima presidente deberá enfrentar los retos más complejos en materia de cohesión social, salud pública, brecha digital, acceso a servicios públicos y estabilización de la economía; que ha sufrido el país en décadas. Sumado esto el sostenimiento de los espacios de paz y una política de estado que ponga la vida por encima de cualquier diferencia es lo que entra en disputa.
Si bien los discursos a los que estaremos expuestos propondrán una lectura del futuro que solo ve hacia adelante, para movernos con seguridad y evitar tomar riesgos innecesarios, muchas veces prudente lazar la mirada al retrovisor y tomar la mejor decisión posible. Confía en que Colombia ya lo ha entendido.