El pasado lunes 6 de Julio el pequeño corregimiento de Tasejera, hasta entonces desconocido por la mayoría de los colombianos, saltó a la luz pública por el incendio de un camión cisterna, que en la troncal del Caribe explotó dejando a su paso 60 heridos graves y 7 víctimas fatales, allí quedaron los cuerpos irreconocibles de quienes se acercaron al camión buscando cargar con combustible sus garrafones, una forma de sustento común en la Ciénaga grande.
Tasajera: entre el hambre y la exclusión.
El corregimiento de Tasajera, está ubicado en el municipio de Puebloviejo, es una población con cerca de 33 mil habitantes, dista de la capital del departamento Santa Marta a 38 kilómetros, sus pobladores se dedican a la pesca artesanal, el 94% de la población alterna sus actividades entre la pesca, que en los últimos años se ha visto afectada por los problemas ambientales que sufre la Ciénaga y la venta informal, el municipio no cuenta con agua potable, ni alcantarillado y el servicio de electricidad apenas llega al 70% de cobertura, Puebloviejo es uno de los municipios más pobres de Colombia.
Y mientras muchos viendo las noticias, se cuestionaban acerca de la responsabilidad de los fallecidos y heridos, ninguno señalaba al estado colombiano, responsable ineludible de la tragedia que hoy llena de luto a 35 familias colombianas, sumidas en el dolor de perder a sus hermanos, hijos, primos, esposos, amigos y vecinos, que desde hace años cuando se volvieron invisibles para el gobierno nacional y local, fueron sometidos al rebusque para poder sobrevivir.
Producto de esa falta de oportunidades, es que Puebloviejo se sitúa cuarto en pobreza monetaria en Colombia y séptimo en pobreza multidimensional, solo el 24 % de la población termina el bachillerato, y únicamente el 1 % accede a la educación superior. Más del 50% de las viviendas en Puebloviejo están en condiciones precarias, la mayoría de casas están construidas con material reciclable, en pleno año 2020 los habitantes salen a la troncal del Caribe a exigir que le provean abastecimiento de agua potable y suministro eléctrico, los habitantes del corregimiento de Tasajera duran meses seguidos sin servicios de energía y con cortes prolongados de agua.
Reivindicar el nombre de las víctimas
Mientras pasaban las horas, la crudeza de la tragedia fue mostrando su cara, el número de heridos aumentaba, obligando a la Fuerza Aérea Colombiana, al Ministerio de Salud y a la gobernación del Magdalena a iniciar un plan de traslados de alta complejidad, hacia las 7:30 de la noche del 7 de Julio llegaron 7 heridos al Hospital Simón Bolívar, pacientes jóvenes que presentaban quemaduras extensas de segundo y tercer grado, desde el 13% al 65% de su superficie corporal, con condición médica crítica y pronóstico reservado, con afectaciones en la vía aérea debido a la inhalación de humo. Al día siguiente otros dos pacientes fueron remitidos en las mismas condiciones.
De manera paralela a la puerta del hospital Simón Bolívar, en el norte de la capital, empezaron a aparecer los familiares de los heridos, oriundos del corregimiento de Tasajera, Magdalena, que residen en Bogotá y que llegaron a la capital del país buscando mejorar sus condiciones de vida.
Don Edilber Ariza estudió un Técnico en producción agropecuaria en el SENA, ante la escasa oferta laboral, decidió trasladarse hace 17 años y empezar de cero en Bogotá, la que llama la ciudad de las oportunidades, aunque nunca pudo ejercer su profesión, logró estabilizarse, pasados los años se dedica a la venta informal. Ariza tenía pensado viajar al Magdalena para visitar a su familia en diciembre, llevarles algunos regalos y colaborarles con algo, como lo hacía todos los años, lo que jamás se imaginó fue tener que visitar a sus dos sobrinos, que se debaten entre la vida y la muerte en el pabellón de quemados del Simón Bolívar.
Con el acento inconfundible que tienen los que nacen en el caribe, uno a uno, en cada entrevista recordaron que salieron de su corregimiento años atrás, por falta de abastecimiento de agua potable y suministro eléctrico, situación que aseguran se replica en los barrios de la periferia de la Ciénaga Grande de Santa Marta, y como si no fuera suficiente la tragedia que afrontan, en cada relato los familiares de los heridos tratan de reivindicar el nombre de sus seres queridos, cada entrevista empezó con un “mi sobrino no era ladrón, era un pelao, tenía 25 años, era pescador”…y sentí vergüenza, sentí que en cada frase había un grito por limpiar el nombre de sus familiares y una excusa no pedida.
Los olvidos voluntarios del Estado, las mentiras conscientes de los dirigentes y la búsqueda de los pobladores de Tasajera, solo en campaña electoral, son suficientes motivos para que los colombianos no busquemos en las víctimas respuestas, y para que se cuestionemos de manera implacable al estado, por qué una población tiene que seguir viviendo sin que se le garantice servicios básicos como el agua y la luz, hoy los políticos salen a lamentarse en Twitter, más preocupados por dar a conocer su propaganda, que por infundir una moral a la política, transformada en un círculo de mandatarios de la peor especie, ajenos a la realidad de sus comunidades, indolentes, que lejos de gobernar para los que los eligieron y aplicar las reglas más fundamentales de la democracia, se lucran a costillas del esfuerzo y trabajo de los colombianos, la tragedia de Tasajera, tiene un responsable directo y ese es el estado colombiano que los ha dejado sumidos en el abandono y la exclusión.