Un juego pragmático y soberano

Por Juan Camilo Clavijo Martín

El viernes 20 de octubre se llevaron a cabo manifestaciones en apoyo de Gaza y condenando el bombardeo israelí del enclave asediado en todo el mundo árabe, incluso en países que han normalizado relaciones con Israel. En Egipto, donde las reuniones públicas fueron prohibidas después de que los militares tomaron el poder en 2013, decenas de miles de personas salieron a las calles de El Cairo y otras ciudades mientras las autoridades intentaban controlar la ola de ira pública. (Le Monde, octubre 20).

La reacción del mundo árabe (a pesar de no ser una masa uniforme, y con sus características individuales) se ha hecho sentir, y ha tenido eco en otras grandes capitales del mundo. El rechazo a la guerra y demanda de un cese al fuego inmediato, han hecho que gobiernos como el de Francia, Alemania o incluso Estados Unidos, cuyo secretario de estado ha viajado por todo oriente medio buscando apoyos para acciones humanitarias, manifiesten (así no sea en un tono enérgico) también la necesidad de soluciones a la crisis humanitaria.

Por ejemplo, en octubre 18, según Al Jazeera, miles de personas se manifestaron en países de Medio Oriente y África del Norte para protestar contra un ataque a un hospital en la Franja de Gaza que mató a casi 500 personas, según funcionarios palestinos. Tras los llamados a un “día de ira”, la población del Líbano, Jordania, Yemen, Egipto, Túnez y la ocupada Cisjordania salieron a las calles para denunciar el ataque al hospital árabe al-Ahli y expresar su solidaridad con los palestinos en Gaza.

Esas manifestaciones han puesto a los gobiernos de estos países en una posición muy difícil. Varios de ellos habían comenzado la normalización de las relaciones con Israel con los “Acuerdos de Abraham”, pero este nuevo panorama presenta un nuevo obstáculo. Esto es especialmente cierto en Bahréin y Marruecos, donde protestas generalizadas, en solidaridad con Palestina y contra la ofensiva israelí en Gaza, también han pedido el fin de la normalización de las relaciones con el Estado judío.

Según Elonora Ardemagni, Investigadora Senior de ISPI:

Esto es especialmente cierto en el caso de Bahréin. Desde 2020, han estallado manifestaciones ocasionales frente a la embajada de Israel en Manama, así como en el caso de la guerra entre Hamás e Israel. Entre los bahreiníes, el sentimiento popular hacia Israel parece todavía frío. Según una encuesta de 2022 encargada por un grupo de expertos estadounidense, sólo el 23% de los bahreiníes cree que los Acuerdos de Abraham están teniendo un impacto positivo en Oriente Medio. Por el contrario, la mayoría de los bahreiníes cree que el acuerdo ha producido un impacto regional negativo (36%) y muy negativo (37%). Curiosamente, esta percepción es compartida entre chiítas y suníes bahreiníes, así como entre las generaciones mayores y más jóvenes. En ese marco, la guerra entre Hamás e Israel no va a mejorar el ánimo de los bahreiníes sobre este tema”.

Los líderes de Egipto y Jordania, los dos países árabes con las relaciones diplomáticas más duraderas con Israel, son cada vez más conscientes de las dificultades para equilibrar las relaciones con Tel Aviv (y los tradicionales aliados occidentales), por un lado, y el apoyo popular a los palestinos, por el otro. El Cairo como Ammán temen los efectos desestabilizadores de la guerra, particularmente en términos de la posible afluencia de nuevos refugiados.

Por otro lado, en el norte de África, al capitalizar los sentimientos populares antiisraelíes en Túnez y arremeter contra los socios occidentales del país, el presidente Saied busca consolidar aún más su popularidad y legitimidad.

A diferencia de gran parte del mundo árabe, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos no se han visto hasta ahora sacudidos por la ira de sus ciudadanos: el espacio limitado para la disidencia y una percepción popular cada vez menos hostil hacia Israel en los últimos años parecen explicar, al menos en parte, la ausencia de movilizaciones masivas en estos países.

Según Carnegie Endowment for International Peace, al entrar a la sexta semana de la guerra Israel – Hamás, algunos Estados árabes del Golfo han tratado de utilizar su influencia regional e internacional para poner fin a las hostilidades. Catar se ha convertido en un intermediario fundamental entre Israel y Hamás, aprovechando sus sólidas relaciones con los aliados occidentales de Israel, así como con los propios funcionarios de Hamás. Si bien Doha desea aprovechar esta oportunidad diplomática, la mediación no está exenta de peligros, especialmente cuando el emirato intenta distanciarse de la acusación de albergar a grupos terroristas.

El encuentro clave ocurrió el 11 de noviembre, donde Arabia Saudita recibió a decenas de líderes en una cumbre árabe-islámica (primer viaje de un líder iraní a Arabia Saudita en 11 años, después de que los dos países restablecieran las relaciones diplomáticas en marzo pasado), donde emitieron un comunicado conjunto pidiendo un alto al fuego inmediato y acusando a Israel de crímenes de guerra, a pesar de las múltiples diferencias entre cada uno de los países. Hay un consenso en la presente crisis.

Sin embargo, los esfuerzos recientes en la región se han centrado casi por completo en los Acuerdos de Abraham y en la falsa impresión de que la paz es posible en la región sin llegar a un acuerdo con los palestinos bajo ocupación. Ese mito se ha acabado con la actual guerra.

Además, esta vez la situación es diferente. La comunidad internacional se enfrenta a un gobierno israelí radical que no está interesado en ningún compromiso, a un liderazgo palestino ineficaz que se ha visto aún más debilitado por los acontecimientos actuales y a una administración estadounidense preocupada por las elecciones presidenciales del próximo año.

Lo anterior evidencia que Estados Unidos ya no tiene la misma influencia de años anteriores. Lo más destacado últimamente, fue su rol como promotor de los “Acuerdos de Abraham”. Sin embargo, no tiene el liderazgo para encontrar salidas humanitarias entre la radicalización de Israel, las protestas en países del medio oriente, y la independencia de los gobiernos de oriente medio.

Por ende, los países con países islámicos (con sus excepciones como Irán), han entendido bien su rol dentro de este conflicto, encabezados por Catar, como mediadores, y promotores de acciones humanitarias que atiendan las necesidades más básicas y urgentes de la población gazatí, acudiendo al consenso sobre cese al fuego inmediato y acusando a Israel de crímenes de guerra, del pasado 11 de noviembre.

Los países de oriente próximo están tomando agencia de su región, y buscando soluciones a una crisis que los afecta no solo a nivel de seguridad, sino económico y social. Estos gobiernos (guardando sus posiciones particulares) están izando las banderas de su autonomía, sin afectar los intereses comerciales y de crecimiento. Haciendo de sus relaciones internacionales un juego pragmático y soberano.