No hay tiempo que perder. En medio de la euforia por la victoria electoral histórica de Petro y Francia que le entrega por vez primera, en la Colombia contemporánea, el Palacio de Nariño a una coalición de izquierda y centroizquierda, el Presidente electo y su equipo mas cercano tienen la tarea urgente de identificar decisiones inmediatas para los primeros cien días de gobierno. Deben ser acciones que atiendan en parte las enormes expectativas que el país abriga sobre su nuevo mandatario y que tengan la potencia y viabilidad para convertirse en victorias tempranas.
Gustavo Petro, en su primer discurso como Presidente electo el 19 de junio en el Movistar Arena de Bogotá, notablemente emocionado expresó el significado histórico de su triunfo, estableció su perspectiva de los enormes desafíos que enfrenta la sociedad colombiana y la humanidad en tiempos de crisis climática, se aventuró a proponer unas primeras líneas de lo que será su política exterior y su relación con Estados Unidos, insistió en el compromiso de su futuro gobierno con la inclusión, la igualdad, la democracia y La Paz de todos los colombianos; y se apresuró en enviar mensajes de reconocimiento a esa otra colombia que votó por su adversario Rodolfo Hernández, proponiendo un Acuerdo Nacional para consensuar y adelantar las reformas que la sociedad colombiana requiere.
El Presidente Petro tiene la oportunidad de convertir su promesa de cambio en acciones de gobierno desde el primer día de su mandato. Empezar desde ya y con el liderazgo de su Canciller, el experimentado Leyva Durán, acercamientos que permitan la declaratoria de un cese al fuego por los primeros cien días de gobierno por parte del ELN, las distintas disidencias de la antigua guerrilla de las FARC y del Clan del Golfo, provocaría un ambiente de distensión en las regiones afectadas por la presencia de estos fenómenos de violencia y sería un enorme mensaje de esperanza en un gobierno comprometido con La Paz total. Sería pertinente ademas, un acto de relanzamiento del Acuerdo del Teatro Colón que signifique refrendar y honrar el compromiso del Estado Colombiano con este pacto de paz que ponga fin a un cuatrienio obsesivo en hacerlo trizas.
Las enormes expectativas sociales deben empezar a ser atendidas. Un par de decretos presidenciales que garanticen, con recursos del gobierno nacional, matricula cero para los dos próximos semestres académicos al cien por ciento de los estudiantes de todas las universidades publicas del país, y un plan de alivio inmediato y contundente a los deudores del ICETEX, mientras se terminan de tramitar en el Congreso sendas iniciativas legislativas que ya fueron aprobadas en primer debate y que exigirían mensaje de urgencia del nuevo gobierno, es lo menos que esperan los jóvenes protagonistas de los estallidos sociales del 2019 y 2021 y de la reciente campaña presidencial. Urge empezar a concretar una política de renta básica, fusionando y unificando todos los programas de asistencia social y lucha contra la pobreza, para lo cual una experiencia piloto con lo avanzado en Bogotá en esa materia y la vinculación de las alcaldías y gobernaciones en otras regiones del país podría ser un buen comienzo. El hambre y la pobreza de millones de colombianos y las posibilidades de acceso a bienes de consumo básico, no dan espera.
Decisiones en el campo ambiental pueden adoptarse de inmediato que signifiquen una señal de los nuevos tiempos: Prescindir del uso del glifosato en la política antinarcóticos y escoger la opción de la sustitución concertada y voluntaria de los cultivos de uso ilícito; cancelar definitivamente los proyectos pilotos de fracking que adelanta Ecopetrol en Puerto Wilches y otras regiones del país; comprometer a las nuevas mayorías del Congreso para lograr antes de octubre la ratificación del Acuerdo de Escazú; y culminar el proceso de delimitación del Páramo de Santurban que permita dejar en firme la protección de este ecosistema estratégico.
Las noticias que hemos recibido en materia de relaciones internacionales son verdaderamente esperanzadoras. Este nuevo ambiente es propicio para iniciar la normalización de las relaciones con Venezuela, apoyándose en lo avanzado por los gobiernos territoriales de Norte de Santander del lado colombiano y del Estado del Táchira del lado venezolano, así como de sectores empresariales y académicos de ambos paises. Es oportuno este momento también para inaugurar una nueva era en las relaciones de Colombia y Estados Unidos, y consolidar nuestra actuación en la Organización de Naciones Unidas y en la Organización de Estados Americanos, principales escenarios internacionales para el continente y el mundo democrático. Resultaría de buen recibo para el campo y los sectores productivos conformar una comisión de alto nivel que en los primeros cien días de gobierno entregue una propuesta de ajustes a los 17 Tratados de Libre Comercio celebrados por Colombia hasta la fecha.
El Presidente Petro y su equipo de gobierno no pueden dejar escapar la esperanza que hoy invade a millones de colombianos. Y para ello hay que combinar el diseño de las soluciones de mediano y largo plazo, las metas viables y posibles en el cuatrienio que arranca el próximo 7 de agosto, con acciones inmediatas que demuestren un talante y un cambio de rumbo en la conducción del Estado Colombiano. Y los cíen primeros días son cruciales para mantener el optimismo al alza obteniendo victorias tempranas del nuevo gobierno del cambio