Desde su primer día, el presidente Petro ha convocado a grandes diálogos nacionales para lograr sacar adelante sus principales objetivos. Se le ha visto, defendiendo sus ideas en espacios donde, seguramente, no ha de sentirse totalmente cómodo, como los encuentros de empresarios y ganaderos. No obstante ¡Ahí ha estado! Lastimosamente, no podemos decir lo mismo de su ministra de salud, quien no sólo no le ayuda a su jefe, sino que conduce su cartera con hermetismo.
Atrás quedaron los días de concertaciones sectoriales. Por ejemplo, el reciente Plan Decenal de Salud Pública 2022-2031, aun cuando fue formulado durante la Pandemia por Covid-19, tuvo la participación de más de 13 mil personas, entre su etapa de construcción y validación de los planteamientos técnicos. La administración de la Dra. Corcho ha anunciado cambios en este Plan y hasta ahora, a casi cuatro meses desde su llegada, no ha ocurrido la primera convocatoria abierta a discutir tales ajustes. Por otro lado, el programa preventivo, lanzado en Aracataca con el propio Presidente, no tuvo una sola reunión con las comunidades ni los agentes del sector para discutirse, mejorarse y perfeccionarse y ¡sí que lo necesita!
Además de lo anterior, la ministra no ha asistido sistemáticamente a los encuentros sectoriales, como los foros de mayor convocatoria de este segundo semestre. Pero, sin duda, lo más preocupante, es que dentro del mismo ministerio de Salud existen barreras físicas y otras invisibles que han cortado, casi por completo, la comunicación entre la alta dirección y los equipos técnicos. Empecemos por las primeras: en el viejo edificio “de la 32,” se ha prohibido el ingreso de cualquier funcionario a los pisos de los despachos de la Secretaría General, los Viceministros y la propia Ministra, donde no solo laboran estos directivos sino un gran número de asesores, cuya labor debe ser, precisamente, la interacción constante con los distintos equipos de las Direcciones. En cuanto a las segundas, la ministra Corcho, ha hecho un llamado público a todos los funcionarios a evitar cualquier diálogo con el exterior, sobre todo si perteneció a administraciones pasadas, avocando a la lealtad.
No solo es desconcertante esta situación, sino, debo confesar, triste. Por un lado, el Minsalud siempre había sido un lugar de trabajo donde los despachos estaban abiertos y se sentía el flujo de funcionarios, en un constante intercambio de opiniones técnicas, distintas y diversas. Por el otro, existen cientos de temas coyunturales, cotidianos pero importantes, que surgen y deben ser tratados inmediatamente —de ahí que cuando un funcionario se presentaba a mi puerta, siempre lo recibí, al menos con la pregunta acerca de su inquietud— y estas barreras lo impiden.
Zurbriggen dice que el arte de gobernar, sobre todo en Latinoamérica, requiere de un diálogo y concertación de los distintos grupos sociales, sobre todo de aquellos que piensan distinto, algo que hace parte de las democracias liberales modernas. No obstante, la ministra de salud parece hacer oídos sordos al llamado constante de diálogo del Presidente, a la evidencia sobre gobernanza y, de forma más inquietante, a sus propios técnicos. Mientras tanto ¿dónde están las discusiones sobre el nuevo Plan Decenal de Salud Pública, la política farmacéutica, la seguridad sanitaria, las Enfermedades Huérfanas —cuyo plan estaba casi terminado al final de la administración pasada— mientras tanto ¿dónde está la ministra?
Germán Escobar Morales.