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Confidencial Noticias 2025

Etiqueta: Opinión

El rostro del fascismo contemporáneo en Colombia y sus peligros

En la Colombia del siglo XXI, los daños causados por el conflicto armado se hacen sentir en ciudades y regiones, se vislumbra un preocupante fenómeno, que la humanidad creía haber enterrado, se trata el resurgimiento de discursos y prácticas autoritarias que, bajo ciertas caretas, encarnan rasgos del fascismo. Este fenómeno, que se convierte en una tentación para todos los sectores políticos, lejos de ser un mero eco del pasado, se adapta a las nuevas realidades y desafíos políticos, amenazando la convivencia democrática y la pluralidad social que el país está construyendo.

El fascismo contemporáneo en Colombia se expresa a través de discursos espurios que exaltan la supremacía de ciertos grupos, representados en abolengos o riqueza económica, y minimizan la importancia de la diversidad cultural, ideológica y étnica. En un contexto de polarización política, algunos líderes y movimientos han regresado a la retórica chovinista y a la exaltación del orden y la disciplina, buscando movilizar a sectores de la sociedad insatisfechos y temerosos ante los cambios sociales. Esta estrategia, que combina el populismo con un lenguaje autoritario y patriotero, resulta especialmente peligrosa cuando se alimenta del resentimiento y de la sensación de exclusión e incumplimiento político.

 

Uno de los elementos clave del fascismo moderno es la creación de un “nosotros” -la gente de bien- versus “ellos” – los desadaptados- que divide a la sociedad. En Colombia, este fenómeno se ha intensificado mediante la utilización de redes sociales y medios de comunicación dominantes, donde mensajes simplificados y cargados de emotividad se viralizan con rapidez. La desinformación y las pseudoteorías ligadas a supuestos cambios en las reglas democráticas, actúan como catalizadores de un discurso que demoniza a grupos políticos, organizaciones sociales y especialmente a las víctimas del paramilitarismo y del Estado, al tiempo que ensalza la figura de un líder salvador, ya entrado en años, que promete nuevamente restaurar el orden a cualquier costo.

La emergencia de un discurso y un proceder fascista en Colombi, respaldado por corrientes mundiales que se expresan en América, representa una amenaza directa a nuestra aun débil democracia. La exaltación de la autoridad central y la minimización del pluralismo político pueden desembocar en un debilitamiento de las instituciones. Cuando el discurso autoritario se naturaliza, se corre el riesgo de ver restringidas las libertades fundamentales, como la libertad de prensa, la libertad de expresión y el derecho a la protesta pacífica, como es el caso de las acciones que se realizan en contra de los mensajes expresados en los murales que respaldan a las madres que buscan a sus hijos y familiares en la zona de la escombrera en Medellín.

El uso de retóricas cargadas de falsas verdades, de supuestas peticiones del pueblo violentas y excluyentes incrementa la posibilidad de confrontaciones sociales. En un país marcado por la corrupción, las profundas desigualdades y heridas históricas, la emergencia de ideologías extremas podría reavivar tensiones y generar un clima de hostilidad que favorecerá la aparición de nuevos conflictos a nivel local e incluso nacional.

La educación en valores democráticos, en reconciliación y paz, la promoción de espacios de diálogo, la construcción de puentes en la sociedad y la inclusión social son herramientas esenciales para contrarrestar los discursos de odio y autoritarismo, que parece que este gobierno ha olvidado. Es necesario fortalecer las instituciones democráticas y garantizar que la ciudadanía cuente con mecanismos efectivos para expresar sus desacuerdos y participar activamente en la vida política del país y en la toma de decisiones.

La resistencia al fascismo contemporáneo pasa por el compromiso de cada uno de los actores sociales y políticos para asegurar que la diversidad y el pluralismo sean vistos como fortalezas, y no como amenazas. Solo a través del diálogo, la educación y la participación activa se podrá evitar que el autoritarismo anide nuevamente en el corazón de la sociedad colombiana.

Luis Emil Sanabria D.

Petro, el tóxico

El presidente de Colombia no solo es tóxico en sus redes sociales, también lo es para Bogotá. Sobre lo primero, dice el propio mandatario que él puede pronunciarse a cualquier hora del día a través de X; sin embargo, y lo que definitivamente no puede es actuar de forma irresponsable como si fuera un simple tuitero o “bodeguero” que se va lanza en ristre contra quien quiere, como lo hizo recientemente hacia Estados Unidos y el recién posesionado Donald Trump.

Sobre lo anterior, Petro no midió las consecuencias, poniéndonos al borde de una hecatombe diplomática por su irresponsabilidad.

 

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Pero me quiero concentrar en que Petro es tóxico para Bogotá. Desde que llegó a la Casa de Nariño solo ha buscado ser un palo en la rueda para el desarrollo de la ciudad. Mientras la capital del país trata de salir adelante de la catastrófica administración que hizo Claudia López, el mandatario de los colombianos se esmera una y otra vez por condenarla al retroceso.

No es cosa menor que Petro anunciara, a través del decreto 069 de 2025, el aplazamiento de $770.000 millones de pesos para el Metro, $328.000 millones para la troncal Calle 13 y $346.000 millones para el Regiotram de occidente, obras que sin duda alguna impactarán en la calidad de vida de millones de bogotanos y de la región.

Aún con este panorama, a Petro le tiene que quedar claro que Bogotá va a tener Metro elevado sí o sí. Ahora bien, que el Gobierno esté representado en este momento de la historia por un presidente charlatán, no exime a la Nación del compromiso adquirido desde hace ocho años de cofinanciar la obra con el 70%. Los recursos están comprometidos mediante acuerdo contractual, por lo tanto, es una obligación legal cumplir con lo establecido.

Este vaivén al que nos quiere someter Petro va a tener serias consecuencias y, sobre todo, impactará en la credibilidad de Bogotá. Sumado a eso, los consorcios mirarán con recelo los proyectos de gran envergadura y, seguramente, adoptarán clausulas y medidas que nos perjudicarán. Aquí se está corriendo el riesgo de que las obras resulten a precios más elevados en caso de no contar con contragarantías de la nación. 

Sumado a lo anterior, el presidente de Colombia no puede asumir posiciones impositivas, aunque esas sean sus formas. Resulta que Bogotá tiene un alcalde, quien debió ser notificado o informado sobre la decisión que se adoptaría desde Palacio. Ante esto, el Distrito tiene que asumir una posición firme y seguir adelante con férrea determinación en defensa de las obras de la primera línea del Metro que ya registran un avance del 46%.

Actualmente, hay una sumatoria de esfuerzos para lograr que a nuestra ciudad le vaya bien. No en vano, el año pasado en el Concejo de Bogotá aprobamos un cupo de endeudamiento para proyectos de inversión, algunos de los cuales son complementarios o alimentadores del Metro, como la Av. 68. 

Por eso, en compromiso con los bogotanos, junto a varios cabildantes creé la Comisión Accidental de Seguimiento y Control a la Ejecución del cupo de endeudamiento y esta semana se instaló con la presencia de la secretaria de Hacienda, Ana María Cadena. Aquí se tienen que cuidar los recursos, porque cada peso cuenta y sale de nuestros bolsillos. Bogotá debe seguir avanzando, sus obras también y ningún capricho político va a impedir que así sea. Ya basta de tanta toxicidad infundada por parte del petrismo.

Andrés Barrios Bernal

Colombia y Estados Unidos: Una relación desigual que exige reinvención

Colombia no puede defender su dignidad frente a Estados Unidos porque su historia no le ha permitido engrandecerse como nación.

La semana pasada el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, inició su andanada contra diferentes países del mundo, con el fin de plantar los límites de su nación, ampliar su poder y establecer un nuevo orden mundial. Con Colombia tuvo un encontronazo feo, envió dos aviones con migrantes esposados y tratados como delincuentes, el presidente Gustavo Petro respondió con firmeza a las presiones estadounidenses, defendiendo la soberanía nacional y criticando la forma en que Estados Unidos estaba tratando a sus connacionales, entonces a Trump no le tembló y sacó sus dientes poniendo aranceles y creando una cantidad de castigos a la economía colombiana. Lo que hizo que los colombianos, radicados en Colombia, reaccionaran de una manera reveladora: muchos criticaron a Petro por “poner en riesgo” la estabilidad de la relación con Estados Unidos. Respuesta que refleja una dependencia histórica y una falta de capacidad para construir un futuro autónomo.
Colombia no puede defender su dignidad frente a Estados Unidos porque su historia no le ha permitido engrandecerse como nación. Y esto no es solo una cuestión de política exterior, sino de realidades internas que nos han debilitado como sociedad.

 

Los números que nos condenan

Comencemos por la educación, base de cualquier proyecto de nación. Según la Encuesta Nacional de Lectura de 2020, el 52% de los colombianos no lee un solo libro al año, y el promedio de lectura es de 2.7 libros anuales por persona, muy por debajo de países como Alemania (12 libros) o Finlandia (15 libros). Este bajo índice de lectura se traduce en una población con dificultades para analizar críticamente su realidad y elegir líderes con estándares altos. No es casualidad que, según Transparencia Internacional, Colombia ocupe el puesto 87 de 180 en el Índice de Percepción de Corrupción (2022).
La pobreza, otro lastre histórico, afecta al 39.3% de la población (DANE, 2022), y la desnutrición crónica en niños menores de cinco años alcanza el 10.8%. Una población mal alimentada enfrenta mayores dificultades para desarrollar procesos cognitivos complejos, lo que limita su capacidad para innovar y pensar estratégicamente.

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En el ámbito científico, Colombia produce apenas 0.2% de la investigación mundial, según Scimago Journal & Country Rank (2023). Comparado con Estados Unidos, que lidera con el 28%, o incluso con Brasil, que aporta el 2.7%, nuestra contribución es ínfima. La brecha tecnológica también es abismal: mientras en Estados Unidos el 93% de la población tiene acceso a internet de alta velocidad, en Colombia la cifra es del 50%, según el Ministerio de las TIC (2023).

El tejido empresarial no es más alentador. Según el Banco Mundial, el 80% de las empresas colombianas son microempresas, muchas de ellas informales y con baja productividad. Además, el peso colombiano es una moneda débil y vulnerable, que se devalúa fácilmente ante las fluctuaciones del dólar, lo que nos hace dependientes de las decisiones económicas de potencias como Estados Unidos.

Una propuesta país: Reinventarnos para crecer

Frente a este panorama, es urgente un proyecto de nación que nos permita diversificar nuestras relaciones internacionales, fortalecer nuestra economía y construir una sociedad más justa y educada. Aquí, algunas propuestas concretas:
Diversificar mercados: Colombia debe dejar de depender exclusivamente de Estados Unidos, que representa el 28% de nuestras exportaciones. Es clave fortalecer relaciones comerciales con la Unión Europea, Asia y África. Por ejemplo, potenciar acuerdos con países como India, que tiene una economía en crecimiento y demanda de productos agrícolas, o con Corea del Sur, líder en tecnología.

Transformar la educación: Necesitamos un modelo educativo que priorice el pensamiento crítico, la ciencia y la tecnología. Finlandia, líder en educación, invierte el 6% de su PIB en este sector; Colombia apenas llega al 4.5%. Debemos aumentar la inversión y modernizar los currículos para formar ciudadanos capaces de competir en un mundo globalizado.
Eliminar el hambre: Programas como “Hambre Cero” deben ser una prioridad. Brasil, durante el gobierno de Lula, redujo la desnutrición en un 50% en una década mediante políticas de seguridad alimentaria y apoyo a la agricultura familiar. Colombia puede seguir este ejemplo.

Fomentar la ciencia y la tecnología: Crear incentivos fiscales para empresas que inviertan en I+D, y fortalecer alianzas entre universidades y el sector privado. Corea del Sur pasó de ser un país agrario a una potencia tecnológica en 30 años gracias a una apuesta decidida por la educación y la innovación.

Fortalecer la moneda: Reducir la dependencia del dólar mediante acuerdos comerciales en monedas locales con otros países de la región, como Brasil y Argentina.

Combate a la corrupción: Implementar sistemas de transparencia con tecnología blockchain y fortalecer la independencia de las entidades de control.

Colombia no puede seguir siendo el patio trasero de nadie. Para defender nuestra dignidad frente a Estados Unidos y el mundo, debemos empezar por resolver nuestras propias contradicciones. Esto implica invertir en educación, ciencia, tecnología y justicia social. Solo así podremos construir una nación que no dependa de la caridad ni de la condescendencia de otros, sino que se levante sobre sus propios pies.

El camino no es fácil, pero es posible. Y el momento de empezar es ahora.

Diego Romero

¡Violentos!

Estoy conmocionado con los excesos de violencia. Me conmociona la violencia producida en las poderosas redes sociales por parte de nuestras personalidades públicas. Me conmociona la violencia verbal y física en manos de letrados e iletrados en la prensa tradicional. Y me conmociona sentir las décadas de violencia por las que hemos pasado con el cruel resultado de un desvalorizado precio a la sagrada vida y millones de muertos rememorados en los archivos de nuestra historia.
Ser violentos se convirtió en una estrategia de los más connotados líderes en aras de generar amenaza, miedo y zozobra, intuyo, con el ánimo de buscar protagonismo digital, periodístico y populista. Me explico.

Por un lado, el presidente de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), Fabio Arias, amenazó con liderar un nuevo ‘estallido social’ si “los empresarios no pierden algo o, de lo contrario, deben someterse a otro fenómeno parecido al que literalmente quemó al país en 2021”. Esa revuelta, le costó al país “el abuso de la fuerza, violaciones a los DD. HH. y enfrentamientos violentos entre policías y manifestantes marcaron las protestas que dejaron miles de heridos, decenas de desaparecidos, más de 70 muertos y otros daños colaterales”*. Aun con estos resultados, se le echa gasolina al fuego. Que miedo.

 

El tono perverso, característico de los sindicalistas, es ciertamente exagerado en el sentido de atacar sin ‘pelos en la lengua’ a millones de empresarios, inversionistas e incluso emprendedores arriesgados a formalizar empresas, aportar su capital humano y financiero, y siendo honestos generar empleos formales para millones de colombianos, sin tener presente la fuerte carga tributaria y parafiscal para sostener y funcionar como negocio o empresa legal en nuestra revolucionada nación. Insisten los analistas en temas laborales en la necesidad de abordar temas puntuales para mejorar las condiciones de la mano de obra criolla, pero es en el Congreso donde se debaten con altura, argumentos, datos y cifras esos menesteres. Será qué a punta de mensajes violentos logramos nuestros requerimientos? No creo.

Por otro lado, los extremos políticos nos generan violencias verbales en las redes sociales que atentan contra los derechos fundamentales. La pelea Petro vs Trump en (@Twitter) ahora X con mensajes nacionalistas, izquierdistas y autoritarios dejaron en evidencia como se constriñe en su ser a cada colombiano que busca en la tierra del ‘sueño americano’ un mejor futuro y una mejor calidad de vida entendiendo que en su nación, el presidente o gobierno de turno es incapaz de cubrir con serias políticas públicas sus necesidades y un sólido bienestar social. Ese mismo compatriota se arriesga a ser ciudadano ilegal, luego señalado de bandido y ahora deportado como el peor delincuente. Las historias de vida de los deportados son violentas.

Las posturas de Petro vs Trump dieron pie a una feroz reacción de ambos bandos en las poderosas redes sociales y sus millones de seguidores, sin medir las consecuencias para miles de empresas, empresarios y emprendedores atentos por estos días a poner a disposición sus productos y servicios colombianos en los capitalistas eventos como son el Super Bowl y el Día de San Valentín, en donde el café, el aguacate, los bananos y las flores, entre otros, dejan grandes dividendos a la tierra del ‘Papá Trump’ y la del ‘Aureliano del siglo XXI’. Por Dios! “Superado el torbellino, conviene extraer lecciones. La primera es evidente: algo de tanta importancia y que involucra la estabilidad de millones de personas como lo son las relaciones internacionales de un país necesita de sensatez y sentido de responsabilidad en función de proteger el bienestar de la mayoría”, dice un editorial de El Tiempo.

De los mensajes violentos en la red, el ‘pueblo´, o mejor, los hinchas de cualquier equipo del fútbol colombiano lanzan sus odios o sus violencias verbales y físicas contra los jugadores o el equipo visitante como sucedió recientemente en Santa Marta, en donde Millonarios fue recibido a punta de ‘madrazos y pedradas’ dejando como resultado a un jugador del equipo capitalino seriamente herido y el aplazamiento del partido. Una violencia sin límites en una de las pocas actividades de entretención masiva con cierto amago de amistad dentro y fuera de las canchas para los que encontramos en esta actividad deportiva una forma de entretenimiento y una salida a este estrés mediático de las violencias. La película es rebobinada con frecuencia con saldos de heridos, muertos y enfrentamientos caóticos.

Más violentos para donde. Los hechos del Catatumbo, una guerra territorial sin tregua para controlar el negocio transnacional del cultivo y comercialización de la coca, según la Defensoría del Pueblo es: “la matanza en esta zona del país que podría ser considerada la más grande de la década (pueden ser más de 80 muertos) y desató el desplazamiento de por lo menos más de 50.000 personas, el más grande registrado en 30 años en Colombia”. Lo más lamentable es que 1.800 niños y niñas también son afectados en sus derechos a la niñez y el impacto devastador del conflicto armado en sus vidas. Las violencias poco perdonan edad, sexo, raza o región. Vamos mal…

Tan mal que, de acuerdo con estudios, en Colombia se cometen al menos 36 asesinatos al día con el antecedente de ser violentos, es decir, sin medir los medios y las formas para acabar sin asco con la vida de cualquier ciudadano. “La confrontación, el insulto, el golpe bajo, y la puñalada trapera son recursos aceptados por quienes saben que en ese lodazal todo está permitido”, dice Frenando Carrillo en su libro Sin miedo. Yo me arriesgo a tratar de concluir, como dije a un programa de televisión internacional deportivo: “el Fútbol Colombiano y en general nuestra Colombia es el reflejo de una sociedad carcomida por nuestra histórica violencia, Y hoy, alentada por nuestros líderes políticos que incitan a solucionar por medio de vías de hecho”

Edgar Martínez Méndez

Aureliano presidente

Gabriel García Márquez (1927-2014) describió de manera exuberante la América del Caribe. Esa América, crisol de razas, costumbres y tragedias. La América que más pareciera un teatro por todo lo curioso, extraño y absurdo que allí ocurre. La América que inmortalizó en Cien años de soledad bajo el nombre de Macondo, el cual bien pudiese estar localizado en cualquier lugar de la América del Caribe extenso allende Los Andes, ese lugar donde todo sucede y nada pasa.

Macondo fue consecuencia de un crimen. Fundado por el asesino, José Arcadio Buendía, para huir de los tormentos del fantasma de Prudencio Aguilar. A José Arcadio le siguió una prole de Aurelianos y Arcadios, cual semillas contaminadas, se esparcen durante varias generaciones con un sino trágico de muerte, sufrimiento, lascivia, violencia y locura, que se enmarcan en lo que los críticos llamaron realismo mágico que, en el fondo no es más que, la tragedia del Caribe extenso.

 

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El primer Aureliano Buendía fue un taciturno revolucionario, escaso en el verbo, con capacidad para la clarividencia e incapacidad para amar, que se entretenía como orfebre fabricando pescaditos de oro, sin ideología alguna militó en el partido liberal simplemente por no pertenecer al partido conservador pues no tenía más para escoger. Aureliano fue también pedófilo, contrajo nupcias con Remedios Moscote, cuya mano pidió cuando la niña tenía nueve años de edad. También participó en 32 guerras civiles y todas las perdió. Luego de suscribir un tratado de Paz, regresó a Macondo como un badulaque que esparció su simiente en diecisiete mujeres, diecisiete hijos que fallecieron sistemáticamente de forma violenta.

Aureliano jamás presidió Macondo, no obstante haber sido el primer natal de este lugar. Macondo es reflejo de miseria, ruina, hambre, pobreza, pedofilia, decadencia e insania, donde se itera: Todo sucede y nada pasa. Macondo desaparece en un torbellino de polvo, pero el Macondo geográfico existe. Aparecería el último Aureliano Presidente de Macondo. Este nuevo Aureliano autodeclarado heredero de la simiente del primer Aureliano, se parece demasiado a la prole Buendía. Hasta el momento lo único que no ha demostrado es su capacidad para la orfebrería, pero se le debe conceder el beneficio de la duda, probablemente aplique la fórmula alquímica inversa y, el oro lo convierta en plomo.

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Aureliano Presidente, sabido es, padece de “gastristis” y pese a ello se toma sus whiskeys. No se conocen los periplos del primer Aureliano; a Aureliano Presidente no le gusta mucho viajar al Norte porque le resulta aburrido pese a que le gustan Whitman, Simon, Chomsky, Miller y otros anarquistas. El orden y la seguridad no son lo suyo, prefiere viajar a Haití, no hay que olvidar que Haití también es Macondo. Según Aureliano Presidente, Macondo es el corazón del mundo, razón tiene, si la tierra es redonda donde se pose estará el centro.

Macondo es tan etéreo como el viento. Lo que germinó en Macondo poco trascendió para bien. Aureliano Presidente ratifica que, pertenece a la estirpe de los Buendía, con cierta vanidad, “(…) quizás el último” pero no de los románticos como su coterráneo Nicola Di Bari. Ojalá Aureliano Presidente sea el último gobernante de la estirpe de los Buendía, ya tuvieron dictador, Arcadio, el hijo del segundo José Arcadio y Pilar Ternera. Aureliano Presidente tiene mucho de Arcadio, y también del primer José Arcadio, orate de barrabasadas por doquier, que terminaría amarrado a un castaño, en Macondo no hubo frenocomio.

Por el bien de Macondo, no más Buendías en el poder. Al gobernante no deberían elegirlo las mayorías macondianas, la historia ha demostrado que suelen ser populacheras, inescrupulosas, carentes de sentido común y emocionales, generalmente terminan por elegir al menos indicado. Macondo trascendió a Aracataca, razón tenía el novelista cuando sentenció su cimera obra: “Porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad en la tierra”. Ya pasaron cien años.

León Sandoval

La vida es lo importante, no la visa

Ahora, a quienes les rechacen la visa dirán que es culpa de Petro. Miles de colombianos y colombianas son rechazados para ingresar a ese país. La tasa de rechazo de visas estadounidenses es alta. Tan solo en junio de 2023, el 41,9% de las solicitudes fueron negadas a colombianos y colombianas por razones, a mi juicio, altamente especulativas: no tener definido un destino, no contar con dinero suficiente, o no cumplir con estándares de “presentación personal adecuada”. ¿Qué le piden a un extranjero para ingresar a Colombia?

No comprendo por qué la gente sigue arriesgando su vida al intentar entrar a Estados Unidos por la frontera mexicana. Tampoco comprendo por qué en nuestro país no se replantea la política migratoria hacia aquellos turistas que buscan explotación sexual de menores, mientras nuestros propios niños y niñas siguen siendo víctimas de trata de personas y mercancía de la pobreza.

 

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Lo que sí sorprende es la creatividad de este pueblo para reírse de sí mismo con los temas de coyuntura nacional: que si hay rodilleras, que si el presidente estaba borracho. Pero, al final, el equipo presidencial y la Cancillería resolvieron la crisis diplomática, y se mantendrán los canales para ingresar de manera legal a Estados Unidos. Lo que quedó claro es que la repatriación de ciudadanos colombianos se hará bajo los protocolos establecidos a nivel mundial, y que ser inmigrante deportado no es un delito de lesa humanidad ni debe ser tratado como un crimen, pues somos ciudadanos del mundo.

La reciente crisis diplomática pone de manifiesto un tema importante: la soberanía de Colombia no puede depender de decisiones externas ni de la percepción de otros países sobre nuestra ciudadanía. Las políticas migratorias deben enfocarse en proteger a quienes buscan mejores oportunidades en el exterior y, a la vez, garantizar que nuestros connacionales sean tratados con dignidad, tanto dentro como fuera de nuestras fronteras. Además, es indispensable que el Estado promueva condiciones para que la migración sea una opción, no una necesidad, fortaleciendo la economía local, la educación y la seguridad. La soberanía implica no solo independencia política, sino la capacidad de garantizar a todos los ciudadanos una vida digna dentro de su propio país.

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En medio de esta crisis, un tema que merece especial atención es el de los 26 menores que llegarán este martes en vuelos de deportados enviados por el Gobierno Nacional desde Estados Unidos. Así lo confirmó Astrid Cáceres, directora del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), quien aseguró que los equipos de la entidad estarán encargados de recibir y brindar acompañamiento a estos niños. Este es un recordatorio de que, más allá de las tensiones diplomáticas, las decisiones políticas tienen un impacto directo y profundo en las vidas de los más vulnerables, como los menores involucrados en estos procesos de deportación, quienes no son ni delincuentes ni narcotraficantes..

Si Estados Unidos no contara con los millones de migrantes que realizan trabajos que los nacionales no desean hacer, su sociedad sería completamente distinta. ¿Qué harían sin la diversidad étnica que caracteriza sus principales ciudades? ¿Sin los barrios chinos, los ghettos latinos o la mezcla cultural que les da vida? Sin duda, el aire de Estados Unidos sería pálido, insípido y carente de emoción. Sin embargo, mientras se benefician de esta riqueza cultural, se endurecen las políticas migratorias y se criminaliza al inmigrante.

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Esta noticia, por importante que sea, no debe opacar otros temas cruciales para nuestro país, como el conflicto en el Catatumbo y los retos del proceso de paz. La guerra no solo destruye vidas humanas, sino también el ecosistema, acabando con miles de animales y especies que habitan las zonas de conflicto. Es un desastre que enriquece únicamente a la industria armamentista mientras deja tras de sí un país desgarrado.

Pedir “mano dura” contra el Catatumbo es ignorar las lecciones más dolorosas de nuestra historia. ¿Qué pasaría si los combates se trasladaran a las ciudades? ¿A los centros comerciales, al Transmilenio, a los parques? La guerra urbana sería insoportable, ahí si no nos gustaría la guerra.

El camino debe ser la paz. Es imperativo cumplir los acuerdos de los procesos de paz, garantizar la restitución de tierras y la reparación de las víctimas, y asegurarnos de que las décadas de masacres y crímenes de lesa humanidad no queden en la impunidad. La prioridad debe ser escuchar a las cuchas como les dicen con cariño a las madres de los desaparecidos, quienes, con razón, claman por justicia. La fe mueve montañas y la escombrera empezó a devolverlos. Solo así avanzaremos hacia un país en el que la paz y la dignidad sean una realidad para todos.

No a la guerra, y a La Paz un siempre SI.

Marcela Clavijo

Integración servicios públicos

Las leyes 142 (saneamiento básico) y 143 (energía) son los pilares de la profunda transformación de servicios públicos en Colombia de los últimos 30 años. Permitieron la transición de la ineficiencia politizada, a un modelo de Estado regulador que incentivó la inversión en cobertura y calidad. Su eje central fue la promoción de la competencia, entendiendo que los monopolios sin control, sean públicos o privados, perjudican al consumidor. Adicionalmente, los pírricos presupuestos estatales, no alcanzaban para subsanar décadas de sub-inversión. Los avance tecnológico demandan más inversión y competencia no menos. Con convergencia de telecomunicaciones, energía, y agua en retos de acceso de ultima milla física en el hogar y ultima milla digital en el celular, es hora de coordinar mejor la regulación.

El impacto positivo es indiscutible. Según datos de Andesco, entre 1990 y 2023, las coberturas en millones de usuarios aumentaron de manera exponencial: energía 4.023%, gas domiciliario 62.500%, acueducto 3.884%, alcantarillado 4.057% y aseo 4.843%. Este crecimiento alcanzó, en muchos casos, coberturas cercanas al 97%-99%, siendo la ruralidad extrema el mayor obstáculo para una mayor expansión. Además, bajo los principios de estas leyes, surgieron sectores como internet fijo, telefonía móvil y televisión paga, desarrollados sin necesidad de recursos públicos. Al pasar de empresario a regulador, el Estado logró que actividades que antes generaban pérdidas ahora contribuyan con casi el 11% del total del recaudo tributario.

 

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La regulación del futuro debe abordar desafíos emergentes como el despliegue de infraestructura 5G, la disminución de pérdidas a través de medidores inteligentes, o la promoción de ciudades inteligentes. La última milla es crítica y la coordinación entre la CRA, CREG y CRC es fundamental, no pueden avanzar cada una como rueda suelta. Estas entidades deben alinearse para gestionar la creciente interdependencia entre servicios: la facturación de energía asegura la viabilidad de servicios de aseo o la compartición de infraestructura de ciudades inteligentes. El futuro es convergente, pero persisten retos.

La crisis energética en el Caribe contrasta con los avances logrados por regiones con menores entornos de desarrollo. Las inversiones necesarias para salvar esta región, son tan significativas que solo dos empresas públicas (Pereira y Medellín) asumieron el riesgo, a costa aumentar los privilegios para las empresas previas a la Ley 143. La competencia se puede incentivar si se garantizan condiciones de igualdad, todos en la cama o todos en el suelo, y evitando la peligrosa influencia de la información privilegiada.

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En su momento, la poderosa bancada antioqueña no permitió a separar las funciones de generación, distribución y transmisión. La privatización parcial de las de empresas municipales otorgan a privados ventajas no razonables en el espacio publico. Propuestas de expandir el conglomerado de Ecopetrol a lo divino y lo humano generan mas preocupaciones. Cualquier actualización que regula la convergencia debe profundizar la inversión y la competencia. Antes de hablar de fusionar las comisiones de regulación, una vez el presidente logre nombrar la CREG, estas podrían empezar a hacer reuniones de coordinación de agenda regulatoria.

Simón Gaviria Muñoz

La economía popular no se limpia, se incluye

Hace pocos días, en el Concejo de Bogotá, lideré un debate de control político para analizar el trato que la administración distrital de Carlos Fernando Galán da a la economía popular y los vendedores informales. El balance fue preocupante. El Distrito, representado por la Secretaría de Gobierno y el Instituto para la Economía Social (IPES), presentó una oferta débil y carente de visión integral, que redujo las soluciones al desalojo y la reubicación improvisada. Sus argumentos dejaron en evidencia una concepción limitada de la economía popular, tratándola como un obstáculo en lugar de reconocer su importancia como sustento de miles de familias y como parte esencial de la dinámica económica de Bogotá. En lugar de estrategias estructurales para fortalecer a este sector, lo que encontramos fue una narrativa de “limpieza” que excluye a quienes no encajan en el modelo económico formal. Este debate, lejos de cerrar el tema, mostró la necesidad urgente de reorientar el enfoque de ciudad hacia uno que sea verdaderamente inclusivo

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Bajo esta perspectiva, las ciudades parecen diseñadas exclusivamente para quienes encajan en un esquema de producción formal, ignorando a miles de ciudadanos que diariamente sobreviven en la informalidad. En Bogotá, esta realidad no es menor: el 36.5% de la economía de la ciudad es informal y cerca de 90.000 personas trabajan como vendedores callejeros, según el Instituto para la Economía Social (IPES). Estos números no son simplemente cifras, son historias de lucha y resiliencia, de mujeres, hombres y familias que han encontrado en la calle un espacio para resistir frente a un sistema económico que no les ofrece oportunidades.

La visión de Galán, centrada en “limpiar” el espacio público, no es nueva en la historia de las ciudades latinoamericanas. Esta narrativa, revestida de términos como “seguridad” y “movilidad”, busca construir urbes funcionales para un sector reducido de la población: los formales, los privilegiados, los visibles. Pero ¿qué pasa con aquellos que han sido históricamente marginados del acceso al trabajo formal y de derechos sociales básicos?.

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En operativos como el desalojo masivo de vendedores en la estación Ricaurte de TransMilenio, que buscaba liberar los corredores para garantizar la movilidad de más de 70.000 pasajeros diarios, queda claro que la solución es fragmentaria. Estas intervenciones, aunque justificadas en términos de seguridad y funcionalidad, no abordan el problema estructural de la informalidad. Por el contrario, lo profundizan al desplazar a las personas sin ofrecer alternativas reales.

Contrario a lo que muchos creen, los vendedores informales no son una anomalía en la economía de Bogotá. Son actores clave en la dinámica urbana, como lo ha demostrado ampliamente el presidente Gustavo Petro, quien durante su alcaldía (2012-2015) promovió políticas inclusivas que reconocían a los vendedores como parte de la economía popular. En lugar de criminalizarlos, Petro los visibilizó, integrándolos en estrategias que buscaban su formalización progresiva. El Plan de Desarrollo “Bogotá Humana” implementado por Petro reconoció que la economía popular no es un problema que deba erradicarse, sino una oportunidad para construir una ciudad más equitativa. Estas políticas, aunque perfectibles, sentaron un precedente: la informalidad no puede combatirse únicamente desde el desalojo.

Los académicos Hernando de Soto y Saskia Sassen coinciden en que la informalidad es una respuesta a sistemas urbanos excluyentes. De Soto, por ejemplo, plantea que la economía informal encierra un capital potencial que solo puede liberarse con mecanismos que formalicen sin reprimir. Pero cuando se ignora esta visión, como ocurre bajo la administración actual, lo que se fomenta es la exclusión de un sector que ya vive al límite.

La pregunta que deberíamos hacernos no es si el espacio público debe ser ordenado, sino para quién está siendo diseñado ese orden. Bogotá, una ciudad que acoge a personas de todos los rincones del país, debe ser también un lugar donde quepan todos sus habitantes. Desplazar a los vendedores informales no solo vulnera derechos, sino que crea un espacio público vacío de humanidad, carente de esa diversidad que le da vida.

La Corte Constitucional ha reiterado en múltiples sentencias que las acciones estatales hacia los vendedores informales deben garantizar sus derechos fundamentales al trabajo, la dignidad y el mínimo vital. Decisiones como las sentencias T-772 de 2003, T-043 de 2007 y T-772 de 2016 subrayan que los desalojos no pueden ser arbitrarios ni desproporcionados, y que las autoridades deben ofrecer alternativas reales y sostenibles como reubicaciones concertadas o programas de empleo dignos. En relación con el Decreto 098 de 2004, que regula el uso del espacio público en Bogotá, la Corte ha enfatizado que su implementación debe equilibrar la recuperación del espacio público con el respeto por los derechos de los vendedores informales. Esto implica que las intervenciones deben ser dialogadas, incluir soluciones inclusivas y no limitarse a un enfoque represivo. La Corte insta a interpretar este decreto desde un enfoque de derechos humanos, reconociendo el aporte de la economía popular al tejido social y económico de la ciudad.

El reto para Bogotá no es solo lograr que el espacio público sea funcional, sino que sea un lugar donde la justicia social y la equidad prevalezcan. Un modelo que priorice la expulsión y el desalojo nunca será sostenible ni humano. Si queremos una Bogotá donde todas y todos caminemos seguros, debemos empezar por diseñar una ciudad para todos y no solo para unos pocos. La ciudad es de quienes la habitan, no de quienes la administran.

Quena Ribadeneira

Banderas rojas

En lo que llevamos de año he visto casi todas las series que se recomiendan en mi feed de redes sociales. Mi feed está compuesto básicamente por amigos, conocidos y periodistas y sus medios de comunicación.  Tengo que confesarles que ver la serie más recomendada de todas ha sido un error Los años nuevos, de Rodrigo Sorogoyen. Tranquilos que no les voy a hacer adelantar naday tampoco les voy a recomendar o no recomendar que la vean. Hagan lo que les dé la gana. 

La serie en sí es buena; gusta seguir la historia, los actores lo bordan, pero… siempre hay un pero, destila un pesimismo abrumador, una inmadurez extrema. ¿Acaso ya no vende la ilusión por formar una pareja sana, alegre y duradera? Tal vez el cine o el arte  debería inspirarnos algo mejor, tal vez no… Ahí les dejo un debate.

 

Una pareja sana, alegre y duradera

La historia de Los años nuevos es un drama muy actual  y refleja bastante bien lo mal que se empareja la gente joven de hoy así que  ejerceré de abuela cebolleta y me permitiré unos consejos que creo siempre vienen bien:

El equilibrio en una pareja empieza por uno mismo. Familia, amigos, entorno ahí es donde uno se hace y crece. Si tienes relaciones sanas será más fácil saber qué quieres y encontrar lo que buscas.

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Hablando se conoce la gente, así y no de otro modo. Hablando de todo. De lo que gusta, disgusta, de los estudios, de los padres, de los hermanos, de los sueños, de las metas, de lo que te quieres poner el fin de semana, de la fiesta de Mengana y de enfado que tienes con Zutana.

Haz caso a tus sentimientos y no olvides poner la cabeza en ellos. Esto es muy difícil en un momento de euforia enamoradiza pero en toda relación toca hacerse la pregunta de ¿me conviene?, es decir, ¿me lleva a lo que quiero para mi?

¿Esa persona saca lo mejor de mí? ¿Saco yo lo mejor de ella? Si es que sí, sí. Si es que no, no. Si es a veces, no. Déjalo mejor antes que después.

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Importante, aunque parezca lo contrario el sexo no lo es todo, ni lo fundamental. El sexo es la parte divertida, generosa y multiplicadora del amor, pero no ha de girar en torno a eso.  

La generosidad es clave para la convivencia y para amar esa rutina de la que todos los que tienen poco desarrollado el lóbulo central se quejan.

50 años no son nada

Esta mañana mientras esperaba en la panadería que me atendieran ha entrado una señora algo mayor, vestida para triunfar, y las dependientas, que debían conocerla, han preguntado que a qué tanta elegancia. Hoy celebraba 50 años de casados, “pocos llegan” ha dicho con una sonrisa encantadora. Yo he pensado en todos los que han llegado: mis padres, mis abuelos, mis tíos…  Y he sonreído y felicitado, porque es cierto, es un logro y yo lo quiero también para nosotros. Sospecho que cuando una pareja es buena y funciona, el tiempo pasa como un suspiro, como un verano vivido intensamente que se hace corto cuando llega septiembre.

El orden, la rutina bien entendida, el sosiego, la paz, la tranquilidad de poder confiar en alguien, la fiabilidad de las personas, la fidelidad a uno mismo y al otro través de los años… No vende. Al menos eso parece al mirar la cartelera y no deja de ser curioso porque sospecho que la mayoría de las personas estamos hechas para vivir en pareja, soñamos con ese amor duradero que atraviesa el mundo y se lanza al abismo cogido de la mano.

Las separaciones y divorcios, los fracasos, las infidelidades y abandonos no son lo normal ni lo deseable, aunque hoy nos lo muestren como lo habitual. No se dejen engañar, esa visión pesimista no es más que el reflejo de la inmadurez imperante y del egoísmo individualista. Hay historias de amor que fracasan y dejan de serlo, pensar que es bonito es una bandera roja de lo engañados que estamos.

Almudena González

La separación de los poderes al desnudo

La democracia, formalmente, se tipifica por elecciones periódicas, la separación de los poderes públicos y la vigencia de libertades regladas por una Constitución. Por estos días, mucho se habla de las bondades de la tridivisión del poder público, donde cada rama controla a la otra y así se evitan los eventuales abusos que pudieran tentar a un poder concentrado.

Según la teoría, el Congreso hace las leyes, pero encuentra el control de constitucionalidad y de legalidad por parte de las altas cortes. Estas constituyen la cúpula de la “rama menos peligrosa,” según las palabras de Alexander Hamilton, pues la judicial “no ostenta ni la espada ni el poder de gasto” que son las fortalezas del Ejecutivo, al que le corresponde direccionar la política pública, defender las fronteras y mantener el orden público. La rama más fuerte es la legislativa, al tener el poder de dictar las leyes y aprobar los recursos que ordenan la actividad estatal, pero es un poder disperso en su interior que depende del ejercicio de las mayorías y minorías en su interior. Hasta aquí, a grandes rasgos, la teoría de cómo el poder controla al poder público.

 

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Pero ¿pueden contrarrestarse esos pesos y contrapesos entre las distintas ramas del poder público en la práctica de la política? El problema de fondo se encuentra en la fortaleza de las instituciones que se reduce a la voluntad de los que las dominan de actuar conforme a los límites de sus atribuciones y de la determinación de quienes deben ejercer los controles de aplicarlos oportuna y contundentemente, unos y otros dentro de las finalidades y límites previstos en la Constitución y la Ley.

A partir del 20 de enero de 2025, cuando se posesiona Donald Trump como presidente de los Estados Unidos, se pondrá en juego la capacidad de las instituciones norteamericanas para sostener la tesis de que el poder controla el poder. El nuevo presidente ostentará lo que, en Washington, siguiendo la jerga hípica, se denomina una “trifecta gobernante”. Con mayorías del partido del presidente en ambas cámaras y en la Corte Suprema de Justicia, se pondrá a prueba la separación real de los poderes públicos.

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La lealtad partidaria es buena, pero en todas partes tiene el límite de la Constitución y la Ley, como también el de la consciencia. En el periodo anterior de Trump, votar con la consciencia o con la Constitución sobre la orden partidaria significó el retiro del apoyo partidario a quienes osaron desobedecer. Un caso paradigmático es el de la representante Liz Cheney, quien fue expulsada de su cargo de liderazgo dentro de la bancada republicana y perdió la candidatura a la reelección en la Cámara por haber votado la acusación de Donald Trump, después de haber participado en la investigación por el asalto de partidarios del presidente Trump al Capitolio el 6 de enero de 2021, durante la sesión para confirmar la elección de Joe Biden.

Esta semana, una comisión de representantes republicanos que analizó la investigación en que se basó la Cámara para acusar a Trump, cuestionó el papel desempeñado por Liz Cheney, lo que llevó al presidente electo a presionar al FBI para abrir una investigación en su contra. La politización del poder investigativo del Estado para utilizarlo en contra de los presuntos opositores a la voluntad del mandatario, cuando este tiene mayorías partidarias en todas las ramas del poder público, augura mal para la efectividad de los contrapesos institucionales contra el abuso del poder. El Partido por encima de la Constitución deja la separación de los poderes al desnudo.

Clara López Obregón

El espacio es de todos, no para todo

“¡Quiero vivir en una ciudad en la que pueda caminar a donde quiera ir!”. Así, con signos de admiración, era la frase que leí hace unos meses y que se estancó en mi mente. ¿Y qué es lo primero que debe tener una ciudad para ser “caminable”? Un espacio público amplio, limpio y sin obstáculos. Esa ha sido una de las más importantes luchas que hemos dado en el Concejo de Bogotá en el último año: defender al peatón y al ciclista, como los más vulnerables, del uso abusivo que tantos hacen del espacio público en la ciudad. Les quiero hablar de mi sueño: una ciudad democrática y equitativa.

¿En Bogotá se gobierna para quién? ¿Para quiénes estamos tomando las decisiones? Esta ciudad tiene alrededor de 2.5 millones de vehículos (contando motos, carros, camionetas y camiones) y cerca de 8 millones de habitantes, la mayoría de los cuales se movilizan en medios de transporte diferentes al vehículo particular y aportan a la movilidad sostenible de la ciudad.

 

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Bogotá, desafortunadamente, se ha convertido en aquella ciudad en la que unos tienen para un Ferrari pero no para pagar un parqueadero, en la que algunos creen que pueden abusar de su privilegio para pasar por encima de los derechos de los otros a un espacio público digno y sin vehículos en los andenes o en las ciclorrutas. Y así sea un Ferrari, un Twingo o una Toyota de un esquema de seguridad, NADIE tiene derecho a pasar por encima del derecho que tienen los otros a disfrutar de un espacio público seguro y amigable para todos; es por ello que debe quedar claro que Bogotá no será más una ciudad tolerante con los mal parqueados, ese mal que afecta negativamente la movilidad de una sociedad así algunos se nieguen a verlo.

En Debre Marqos, Etiopía, se identificó que los mal parqueados reducen hasta en un 24.1% la capacidad de las vías principales; en Nueva York, estos vehículos aumentan hasta en un 15% los tiempos de viaje del resto de la población y son los directamente responsables de hasta el 45% de la congestión de la metrópoli; en Londres han sido responsables del aumento del 6% en los accidentes de tránsito; y en nuestra ciudad, Bogotá, los mal parqueados llegan a reducir el flujo de tráfico hasta en un 54%. ¿Y nos van a decir que no es un problema serio?

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Por eso Bogotá debe trabajar en recuperar su autoridad, la que con operativos quita a los vehículos mal estacionados de las calles, la que impone comparendos y se lleva los carros a los patios, la que detiene a las motos que van a toda velocidad por los andenes poniendo en riesgo su vida y la de otros. Y eso nos trae otro reto: no podemos normalizar la violencia contra la autoridad cuando esta hace su trabajo de defensa del espacio público. Hace unos meses la conductora de una grúa que participaba de un operativo con la Secretaría de Movilidad recibió un golpe en su cabeza con una piedra del tamaño de un ladrillo; piedra lanzada, presuntamente, por un ciudadano cuyo vehículo habría sido inmovilizado minutos antes. ¿Son esos los comportamientos que vamos a defender? ¡Claro que no! Es esa conflictividad social a la que no podemos llegar. Si hablamos de una democracia y equidad más profunda en la ciudad, no podemos dejar atrás el respeto y la obediencia a las normas, pues si estas no se respetan y obedecen viviremos en la absoluta impunidad y estas perderán toda su eficacia.

¿Cómo podría funcionar así una sociedad?

Reconocemos el gran trabajo de esta Secretaría de Movilidad y de la lucha frentera contra los mal parqueados del Alcalde Galán, pero debemos ir más allá, por lo que me voy hasta el

Congreso de la República: señores congresistas, ¿por qué la gradualidad de las multas no solo tiene en cuenta la gravedad de la infracción sino también el valor del vehículo de quien cometió dicha infracción? A lo que me refiero es que la multa por mal parqueo (C2 según el Código Nacional de Tránsito – Ley 769 de 2002) no equivalga a 15 salarios mínimos mensuales para todos, sino que si su vehículo cuesta $270 millones o $400 millones, la multa se calcule según ese valor para que la sanción sea realmente efectiva y quienes cometen la infracción lo piensen dos veces antes de dejar su carro tirado en la mitad de la calle o un andén.

Bogotá debe ser referente mundial de defensa del espacio público, del respeto por los derechos de todos a movernos y de no permitir que unos pocos abusen de sus privilegios cortando el flujo del tráfico de la ciudad por no ser capaces de pagar un parqueadero. No lo olviden, #SiTienePalWhiskyTienePalHielo, si tiene para el carro tiene para el parqueadero.

Nota: justo la noche antes de terminar de escribir esta columna, los ocupantes de una camioneta a la que denuncié por mal parqueada me insultaron, amenazaron y persiguieron mientras sacaba a mi perro y compraba unos medicamentos. Sospecho que querían ubicar el lugar de mi casa. En Bogotá se debe defender el espacio público y recuperar la autoridad. Estos hampones no lograrán nada con intimidaciones.

Juan David Quintero

El espejismo de la Paz Total

Un espejismo es una ilusión óptica, una imagen sin verdadera realidad y esa es la mejor forma para describir la Paz Total. Esa política que prometió el gobierno de Gustavo Petro tras llegar a la presidencia de la República, rápidamente se desvaneció en medio de una realidad de violencia que quisieron combatir con discursos bonitos, incluso diciendo que el ELN se acabaría en tres meses.

La “ambiciosa” política con la que supuestamente se resolverían los problemas de orden público en el país, solo logró contribuir al agravamiento de la situación. En el caso concreto del Catatumbo, que padece días dramáticos y desoladores, históricamente, ha sido una zona disputada por diversos actores armados a los cuales en este gobierno se les permitió fortalecerse. La anterior, es la razón por la cual actualmente ese lugar se ha convertido en epicentro de una crisis sin precedentes que deja más de 40 mil desplazados.

 

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Lo cierto es que, mientras Petro ha insistido durante todo su mandato en dialogar con grupos criminales bajo la bandera de una paz negociada, las personas que viven en esta región del oriente del país son las que han tenido que poner el pellejo y sufrir por el incremento de homicidios, desplazamientos forzados y confinamientos impuestos tanto por las disidencias de las FARC, como por el ELN y cuanto grupo residual de la zona.

En lugar de reducir la violencia, los ceses bilaterales ordenados por el gobierno, llevaron a la reconfiguración de estos grupos terroristas, consolidando sus economías ilícitas, llevándolos a tener control territorial en esa zona y expandiendo su influencia incluso a Venezuela, donde existe un régimen corrupto y criminal liderado por Nicolás Maduro y seguido por Diosdado Cabello. Una tiranía, que como sabemos, el petrismo se negó a condenar.

Según informes de las Naciones Unidas, en 2023 el Catatumbo superaba las 54 mil hectáreas de cultivos de hoja de coca, convirtiéndose en uno de los enclaves cocaleros más grandes de Colombia, superando la producción de departamentos como Nariño y Putumayo. En definitiva, Petro cedió a las exigencias de los grupos armados, legitimándolos como interlocutores, mientras estos aprovechaban para fortalecerse y andar a sus anchas.

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Lo anterior, no solo ha desmoralizado a las fuerzas armadas, encargadas de velar y garantizar la seguridad en cada rincón de Colombia, sino que también ha minado la confianza de los ciudadanos en el Estado Social de derecho. Y, aunque Petro vocifere y critique el enfoque de mano dura de gobiernos anteriores, sabe perfectamente que es necesario el despliegue militar en zonas críticas, que hoy en día aumentaron debido a su responsabilidad y por culpa de su complacencia con criminales.

En este contexto, no se puede ignorar que tenemos un presidente que, mientras predica la justicia social, abandona a miles de colombianos en regiones periféricas y prefiere irse a Haití con gran parte de su gabinete para supuestamente estrechar y fortalecer relaciones. En el entretanto, Catatumbo, como tantas otras zonas, sigue siendo un territorio donde el Estado es apenas una sombra y la paz es un lujo distante.

Aquí se necesita justicia, autoridad y un compromiso real con la seguridad de todos los colombianos, pero no es a punta de Paz Total o, mejor dicho, impunidad total. Debemos estar alertas al decreto de conmoción interior emitido en días recientes por Petro. Infortunadamente, en Colombia tenemos un gobierno corrupto y mentiroso, que podría aprovecharse del caos generado por ellos mismos, para sacar réditos e imponer su fracasado modelo.

Andrés Barrios Bernal

El gobernador de Antioquia pone primero la minería que la soberanía alimentaria

Al gobernador de Antioquia pareciera molestarle la idea de que las tierras del suroeste antioqueño sean usadas para alimentar a la gente en vez de convertirse en una mina gigante. Su airada reacción en contra del establecimiento de una Zona de Protección para la Producción de Alimentos (ZPPA) en la región bajo el argumento de que se trata de la imposición de un régimen comunista parece estar más bien alineado con el interés de las grandes empresas mineras.

Andrés Julián Rendón hace quizás de manera intencionada una interpretación errónea de lo que es una ZPPA y cuál es su alcance. No es expropiación ni acciones de una junta central socialista como ha afirmado el gobernador, se trata de un mecanismo indicativo para identificar áreas del territorio que, por sus características de uso, de suelo y el ordenamiento territorial que las determina deben ser protegidas para la protección de alimentos, teniendo en cuenta que el artículo 65 de la Constitución Política determina que la protección de alimentos goza de especial protección del Estado.

 

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La ZPPA responde a las solicitudes de organizaciones campesinas de la región para la salvaguarda de sus territorios ante los riesgos que representa principalmente la actividad minera. Rendón dice que la decisión la toma un burócrata en su escritorio en Bogotá, cuando fue la Unidad de Planificación Rural Agropecuaria la que sí se sentó con las organizaciones de los 23 municipios del suroeste en múltiples encuentros desarrollados en territorio entre julio y agosto del 2024 donde los actores claves denunciaron que la actividad minera pone en riesgo los recursos hídricos de la región y fueron reiterativos en afirmar que se presenta un conflicto por el uso del suelo donde las actividades campesinas se ven desplazadas por la minería.

Es Rendón el que no tiene idea de cuáles son las solicitudes que se hacen desde el suroeste por estar más pendiente de lo que tienen por decir las grandes multinacionales mineras. No sabe que las áreas sembradas en el Suroeste han crecido en un 12% durante los últimos quince años, así como también ha sido constante el crecimiento en la producción de productos agropecuarios y que es la agricultura y no la minería la actividad que más emplea personas en la subregión, siendo la fuente del 38% de los trabajos.

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Quienes critican la priorización de la producción agrícola por sobre la explotación minera a gran escala sostienen el argumento de que la minería al ser una actividad económica más lucrativa trae consigo el desarrollo de las regiones. Lo que no dicen es que las ganancias obtenidas no se distribuyen de manera equitativa.

Miremos por ejemplo al Bajo Cauca, en donde se han priorizado los intereses mineros por los campesinos y que de acuerdo al Informe de Calidad de Vida en Antioquia para 2023 es la subregión con mayor incidencia de pobreza multidimensional, afectada en un 55% por bajo logro educativo y en un 37% por rezago escolar. Se pregunta uno a dónde va a parar la riqueza minera, porque en la población del Bajo Cauca no se queda.

A Rendón le parece inverosímil pensar que los campesinos de Antioquia, como lo serán los del suroeste a medida que vaya avanzando el proceso de la ZPPA, se organicen en torno a proyectos productivos agropecuarios en donde las ganancias fruto de su trabajo se puedan quedar en la comunidad, que mediante la economía solidaria la tierra sea usada por y para los campesinos con la ganancia extra de que se garantizará para la región y el departamento la soberanía alimentaria, en vez de tener que vender sus tierras y eventualmente su trabajo a la minería.

La protección del suelo para la producción de alimentos en el suroeste antioqueño no es una imposición arbitraria ni un capricho ideológico, sino una medida necesaria para garantizar la sostenibilidad, el empleo y la seguridad alimentaria de la región. Mientras algunos defienden la minería como motor de desarrollo, la realidad demuestra que sus beneficios no se traducen en bienestar para la población. Apostar por la agricultura no solo preserva el medio ambiente y los recursos hídricos, sino que también fortalece las comunidades locales y su derecho a una economía propia y digna.

Alejandro Toro

Q.D.E.P. el reggaetón

El Reggaetón es un estilo o género musical, que básicamente es una mezcla de RAP, Hip Hop, Dembou y Reggae Jamaiquino en español, con una cantada recitativa, que se dio principalmente en las barriadas de Puerto Rico y Panamá por allá a mediados de los 90`s y se fue extendiendo por el caribe antillano hispano hablante principalmente.

Un ritmo pegajoso, con letras callejeras y urbanas que se presentó como oportunidad de éxito a una nueva camada de jóvenes que no encontrarían espacio alguno entre los géneros ya consolidados donde la exigencia de mejores y afinadas voces eran la regla.

 

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Acá, al utilizar ritmos afrocaribeños ya conocidos y mezclarlos con instrumentos electrónicos y programas de computadoras, se acortaba el camino de tener buenas e inteligentes rimas, letras con sentido y voces de verdaderos cantantes, ese camino no ya no era necesario, pues el tipo de público no es que fuera muy exigente.

Así las cosas, el famoso y mundialmente exitoso Daddy Yankee y Dj Playero, en el mixtape de 1994 “Playero 36” acuñan la expresión “Reguetón”, como una mezcla entre las palabras Reggae y Maratón, sabrán ellos por qué, pero lo cierto es que les funcionó, fueron un hit mundial, que nos puso a debatir al mismo tiempo que a bailar y nos generó alegrías a la vez que repudio por algunas de sus letras.

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Se convirtió en el centro de la movida musical y ayudó a que cientos de barbaros que no sabían ni leer, ni escribir bien, que no tenían ni idea de lo que era la gramática, retorica o sintaxis, se expresaran y desahogaran su ser en uno o máximo dos versos y una o dos rimas, a lo mucho, que eso sí, generaron muchas ventas y muchos nacimientos.

Un ritmo que permitió a una generación olvidarse de la lucha diaria de sus vidas para tener un poco de alegría, un poco de ímpetu para romper esa vieja y aburrida costumbre de serenatear a una mujer, de componerle algo bonito y romántico que la ensalzara por su belleza, su feminidad y su valía, para simplemente recordarle su utilidad de satisfacción sexual momentánea, porque lo importante acá no era la galantería, ni el respeto por la mujer, sino, perrearla.

Pues bien, como la gran mayoría de los géneros musicales, este surge de abajo, como el vallenato, el tango, la salsa, el merengue, la champeta, entre otros, sin embargo, ninguno de esos géneros había llevado la vulgaridad en su máxima expresión a tantos millones de seres y en  tan corto tiempo haber llevado ese caribe antillano a tantos rincones en el mundo.

Si bien, no todos lo hicieron de manera vulgar y grotesca, muchos como nuestros artistas colombianos fueron más bien decentes y le indujeron un “Flow”, muy particular que suavizó el tema y a la vez gustó más, casi que, por ello, terminaron tomándose la escena internacional y reinando en ella.

Un ritmo icónico de la llamada generación “millenial”, que hasta estudios científicos generó, para tratar de entender que pasaba, por qué generaba tanta afición pese a su baja calidad textual, lirica, gramatical y musical, pese a su mensaje grotesco, narco y misógino, así se hizo en Chile y en la universidad de Mallorca en España, que estableció que este ritmo generaba una activación de la parte más primitiva del cerebro y por ello gustaba tanto.

Sin duda, a muchos nos contagió su ritmo, sin importar que no dijera un carajo, era rico y divertido escucharlo, bailarlo con amigos y amigas en una noche de juerga y diversión, en los carros o en algún dispositivo móvil, hasta era divertido, aún lo es, ver como su público, al mejor estilo de los metaleros, punketos, o hip hoperos, se caracterizaban en sus modos de andar y vestir al estilo reggaetonero.

Pero como todo lo bueno se termina, con mayor razón lo hará lo malo, aunque muy divertido, no tiene sustento alguno y ante los ventarrones, se cae, porque no tiene raíces profundas, llegaron los huracanes de la música popular y de banda mexicanos, con tremendas voces, con gran musicalidad y los noqueó, se levantaron de la lona mimetizándose con mezclas del pop, rock y del merengue, otros viejos géneros casi ya en el olvido, que les generaba una base musical sobreviviente.

Sin embargo, se les atravesó en muchos países de centro y sur América la salsa, una guerrera de vieja tradición con la que no pudieron, en Colombia, no lograron vencer al Rey Vallenato, ni a la carranga, ni al joropo. Las regiones y sus viejas costumbres idiosincráticas se atrincheraron y aunque hubo conatos de vallenatón o champetón, los “cangris” perdieron la batalla.

finalmente, al compás de la música popular “contentosa”, encontraron su fin en este suelo patrio donde una carranga “coqueta”, le propinó la estocada final a lo que empezó con un “atrévete” “felina” y en la más importante temporada del año los defenestró, el pegajoso ritmo caribeño y antillano se volvió una moda y como toda moda pasa, es sobre facturada y este ritmo no fue la excepción.

Uno de sus sepultureros, el “conejo malo”, que, a propósito, malo sí es, intenta ahora de manera lacónica echar mano del simplemente llamado “ritmo urbano”, la salsa y otros géneros para sobrevivir, la imagen es triste, es como leer la última escena de la obra de Shakespeare ,“En busca de Ricardo III” y su famoso grito desesperado de “Mi reino por un caballo”.  

Cae un gigante, como cayeron el Rock and Roll, el Rock en sus múltiples variantes, el pop, la Ranchera y sus bellos mariachis, el maravilloso Bolero y las románticas baladas, que bueno que la pasamos, pero así es la cosa, vivimos la era y quedará en los recuerdos, el que lo vivió, lo gozó, pero al final, como todo en la naturaleza, solo sobreviven las más fuertes, es decir, las especies que más se adaptan, nuestros ritmos autóctonos ahora pueden seguir reinando, derrotaron una vez más a otro Goliat, Q.D.E.P. el reggaetón, ton ¡

Juan Camilo Castellanos

Los 20 primeros días del 2025

Enero va volando y con él arrancó el año…

La posesión de Trump, nada que ver, nada innovador el mismo formato usando la bandera gringa por do quier, festone, gerundios y etc. Los latinos que lo apoyaron esperan su estadía permanente y demás privilegios, pero su actuar ya lo conocemos, lo mucho que odia a las y los migrantes, con su discurso de Good bless América, que quien sabe a cuál Dios se refiere ya que el que conocemos el hijo del carpintero del pueblo, para el cual la igualdad es su símbolo de lucha, ni discrimina ni agrede y mucho menos ampara la guerra. Contradicciones permanentes denotan la posesión del presidente de los Estados Unidos de América.

 

Por otro lado, el Catatumbo arde… el ELN no dio voluntad de diálogo ni negociación se levanta la mesa y La Paz total tambalea, en menos de 3 días se incrementa la emergencia humanitaria en Cúcuta, Ocaña y Convención, donde por el momento se cuentan 80 muertos y 11.000 desplazados a muchos de ellos también los está recibiendo Venezuela. A su vez, en el suroriente, en el departamento del Guaviare, un enfrentamiento entre las disidencias de las FARC se ha saldado con al menos 20 personas muertas.

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El presidente Gustavo Petro toma la determinación de declarar un estado de conmoción interior tras la crisis de violencia que se desató en el Catatumbo por el ELN. La medida se venía analizando desde el viernes, cuando hubo un consejo de seguridad en Tibú, Norte de Santander, y se podría decretar por un máximo de 90 días, con posibilidad de prórroga hasta 270 días, ¿esto que implica y que poderes le otorga? ¿Modificación del presupuesto?, ¿del plan de desarrollo? justificado y pensando en que el bien común esté sobre el particular. Valerosa acción la del presidente que sabemos cuento le cuesta, por que es un hombre de paz. Se activan las ayudas se organizan las entregas y se desarrollan planes de contingencia para mitigar este desastre y se prepara la orden militar.

¡Las mujeres en Tibu se le enfrentaron a un uniformado del ELN y les gritaron fuera de acá o péguenos el tiro a todos ya, respete nuestra vida!

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Y precisamente las mujeres son las protagonistas, especialmente “Las Cuchas” las que vienen buscando a sus hijos, esposos, hermanos desaparecidos, luchando por la verdad, y como la fue mueve montañas, los altos de la comuna 13, la escombrera empezó a hablar. Empiezan a aparecer los primeros jóvenes buscados por más de 20 años, y la solidaridad de los pueblos empieza a activarse, las mujeres decían la verdad, se suman cientos de ayudas para acompañar la búsqueda, para visibilizarla, y se plasma en el lienzo público en la calle.

Acompañamos la pintada de la calle 45 en Bogotá del 17 de enero evocando con el pincel a Luz Helena Lidereza de la comuna 13,a quien el 9 de diciembre del 2008, le desaparecieron a su esposo; Luis Javier Laverde en el sector Belencito, dicen que lo bajaron de un colectivo, tienen dos hijas que reclaman a su papá, le escriben cartas sin obtener respuesta, esta mujer merece este mural y merece que conozcamos su historia por eso dedicamos nuestro tiempo a ella, felices de la jornada hasta que el domingo temprano los vecinos alertaron, borraron el mural, lo dañaron, acudimos pronto y pudimos ver como el negacionismo y el facismo llegaron en la madrugada todavía de noche desde lo siniestro como es el actuar de los extremistas de derecha como es su pensamiento y entonces ese 19 vimos lo borrado, y lo volvimos a pintar y si lo vuelven a borrar lo volveremos a pintar. ¡No estamos locas! El sentimiento de indignación traspasa generaciones y así la juntanza es de todes y en las calles apoyando a la asociación Mujeres Caminando por la Verdad y todas las madres hijas hermanas que están buscando a sus familiares.

No son mentiras, no es psicosis, no son fantasmas es la verdad, es la razón, y la indignación por tanto atropello.

Las Cuchas Tenían Razón… Colombia no puede ser una fosa común.

Marcela Clavijo