Que la Superintendencia de Industria y Comercio (SIC), presentara una “Guía de buenas prácticas en la publicidad a través de influenciadores”, es una muy buena iniciativa que busca proteger a quienes todavía creemos en la palabra de las personas. Aquellos que aún sentimos que el mundo es bueno y que la mayoría de los personajes de las redes sociales hablan de lo que realmente les gusta, no de lo que les viene dicho con un cheque.
La historia ha demostrado que la reglamentación es necesaria para ejercer cualquier tipo de actividad. En las últimas décadas son centenares los casos en que una empresa o un sector económico han ido modificando su forma de hacer negocios, a raíz de las continuas demandas y exigencias de los consumidores y de las autoridades que los defienden. Hoy la lupa se pone sobre los nuevos promotores de productos, que, sin grandes empresas de publicidad o marketing, logran atrapar importantes audiencias que los siguen.
Somos muchos los seguidores de redes sociales que entramos ingenuamente a seguir perfiles que, en muchos casos, parecen no pertenecer a ningún conglomerado, no representan casas comerciales y tampoco están atados de forma visible a las más tradicionales marcas del mercado. Pero lo que en realidad estamos siguiendo, son unas “cuentas” que un día pueden vestirse de una marca de carros y a la vuelta del sol estar atacando a la industria automotriz. Son una especie de tienda por departamentos virtual, en donde poco a poco entregan mensajes que hablan de marcas, fomentan el consumo de ellas o buscan persuadir en favor de algunas tendencias comerciales. La línea es tan delgadita que es difícil discernir hasta para los ojos más precisos.
Se anota un buen punto la SIC al introducir esta guía en nuestro país. Con ella da la pauta para que en Colombia sentemos las bases para un buen debate sobre esa responsabilidad compartida de marcas e “influenciadores”. Porque aquí no se pueden esconder las empresas cuya responsabilidad con los consumidores es inmensa. Como mínimo deberían acoger esta clarísima recomendación de la mencionada guía: “Exigir que se informe al consumidor de manera clara sobre su vínculo comercial con el influenciador”.
Parece irrisorio que se tenga que presentar una guía para que podamos confiar en la palabra de otros. Con millones de publicaciones sucediendo en forma paralela, dicho documento es apenas un pequeño (pero muy valioso), esfuerzo por retomar la confianza y creer en que no todas las conversaciones se están ajustando de acuerdo con el interés de quien tenga el dinero y de quien se preste para su juego.
@AlfonsoCastrCid
Managing Partner
KREAB Colombia