Esta columna no es una más. Ya es hora de levantar la voz con toda la fuerza que exige el momento: la ciudad se hunde en basura y necesitamos acción inmediata.
Si no declaramos la emergencia sanitaria ahora, en 150 días Bogotá quedará cubierta de residuos. Frente a esa amenaza, le demando al Distrito una reacción urgente que la capital no puede seguir aplazando.
Bogotá ya ha vivido crisis de basuras como la que tuvo Petro en 2013; no podemos permitir que se repitan. El alcalde Carlos Fernando Galán asumió con liderazgo la emergencia del agua y de los incendios; ahora le pido que, con la misma determinación, se ponga al frente de la emergencia de las basuras. La sala de crisis debe activarse con todo el gabinete alrededor de este desafío inaplazable.
El gobierno distrital se limitó a la discusión sobre el nuevo esquema de recolección que iniciaría en 2026, mientras la crisis ya nos desbordó en el presente. En los próximos 150 días se deben revisar todas las capacidades del Distrito, porque si no lo hacemos, corremos el riesgo de tener una ciudad más sucia por la que no podremos ni caminar, con consecuencias nefastas en salud pública y convivencia.
Propongo medidas concretas que no requieren reformas legales y nos evitan más excusas:
- Que la Secretaría de Gobierno y las Alcaldías Locales por fin impongan sanciones a ciudadanos y comercios que arrojen basura en las calles o la saquen en horarios no permitidos.
- Que la Secretaría de Cultura lidere e impulse una campaña de civismo sobre separación de residuos en la fuente, horarios de recolección de residuos, sanciones claras, fomento de denuncias ciudadanas en redes, entre otras.
- Que la Secretaría de Integración Social ofrezca, por medio de más albergues y otros programas eficaces, una atención integral a habitantes de calle que garantice su dignidad y contribuya a evitar que rompan bolsas de basura y monten cambuches en la calle.
- Que la Unidad Administrativa Especial de Servicios Públicos (UAESP) revise, en los actuales contratos del sistema de aseo, la posibilidad de aumentar las frecuencias de recolección de basuras en la ciudad.
Lo grave es que todas estas acciones ya están en las competencias de las entidades, pero por falta de articulación no se ejecutan adecuadamente.
La declaratoria de emergencia le daría al alcalde herramientas esenciales para anticiparse al vencimiento de los contratos en 2026 y para enfrentar la incertidumbre generada por la decisión de la Comisión de Agua Potable y Saneamiento Básico (CRA), que rechazó la inclusión de Áreas de Servicio Exclusivo. Bogotá no puede quedarse esperando hasta 2026, porque la crisis ya golpea las calles.
Respaldo mi posición con cifras: mientras la población creció apenas 0,8% anual entre 2014 y 2024, los residuos aumentaron entre 2% y 4% cada año. A agosto de 2025, la UAESP reportó 673 puntos críticos de arrojos clandestinos. El programa “Caza Regueros” intervino más de 263 mil focos de basura, pero la magnitud del problema demostró que esta medida es insuficiente.
Cerca de 500 toneladas diarias quedaron sin recoger y terminaron en alcantarillas y ríos. De hecho, la contaminación y el taponamiento de alcantarillas le representaron al distrito más de 30 mil millones de pesos al año en limpieza y retiro de residuos.
Bogotá no soporta más aplazamientos. La emergencia sanitaria es la única salida responsable. Declarar y asumir la crisis de manera integral resulta urgente para evitar que la capital termine enterrada en basura y atrapada en la improvisación.
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