Fue tanto el revuelo que causó la Consulta del Pacto Histórico en la derecha colombiana que a un candidato lo único que le quedó fue caer en un posible delito electoral para tratar de buscar votos. Me refiero a la propuesta de entrega de viviendas que Mauricio Cárdenas lanzó el 28 de octubre, bajo el nombre de “MiCasaYa2” con una premisa aparentemente simple y bien intencionada: si usted vota por mí, le voy a dar una casa.
Con un video grabado en una sala con un fondo lleno de libros, perfecta para proyectar esa imagen de tecnócrata ideal con la que se ha presentado al país, salió a anunciar que los primeros 400.000 colombianos que dejaran todos sus datos personales en su página web de campaña tendrían asegurado ser los primeros en ser tenidos en cuenta una vez llegara a la presidencia para el programa de MiCasaYo2, incluso brindado la garantía de que había ido a una notaría a firmar su compromiso.
Cárdenas, en su afán por tratar de levantar una campaña que ya de por sí venía caída y que luego del éxito de la Consulta del Pacto se ve todavía más difícil de hacer despegar, decidió jugar con una de las más grandes ilusiones que tienen las personas de este país, que es poder contar con una casa propia. En papel no suena mal, al fin y al cabo sí existe un problema de acceso a vivienda y una persona que desea convertirse en Presidente debe poder tener una respuesta ante cómo afrontará dicha problemática. Lo grave del acto de Cárdenas fue que, en vez de plantear una apuesta de política pública en vivienda para toda la ciudadanía, decidió irse por el camino fácil: inscríbase en la página de mi campaña, dígame cuál es su cédula y dónde va a votar y luego de que usted deposite su voto por mí, yo le daré una casa.
El Código Penal es claro en su artículo 390 que la corrupción de sufragante se configura, entre otras, cuando se prometa u ofrezca algún beneficio particular a un ciudadano con el propósito de que vote por un candidato en particular. Lo que hizo Mauricio Cárdenas puede ser presuntamente un hecho de este estilo porque la premisa básica de su página web era que quien le brindara apoyo recibiría el dinero para la cuota inicial de una vivienda. Afirmó de manera explícita que aquellos primeros 400.000 inscritos, a los que les pidió la información necesaria para saber su punto de votación, contarían antes que nadie con el dinero del programa. Cualquier política pública requiere de criterios de focalización para saber a quién es prioritario llegar. Cárdenas, haciendo lucir sus dotes de tecnócrata, se inventó el mejor de todos: ser uno de sus votantes.
No debe sorprender que al día siguiente haya borrado tanto el video como la página web, pero ya la gente se había dado cuenta de su táctica, ya el daño estaba hecho. Tardó una noche el técnico, el apolítico Cárdenas, en darse cuenta que estaba incurriendo en una posible conducta delictiva, o quizás tardó una noche en darse cuenta de que la ciudadanía iba a ver de manera rápida lo que implicaba su estrategia electoral. Tal vez no creyó en que la gente ya no les come el cuento entero, ya es crítica, puede distinguir entre propuestas reales y falsas promesas, entre una política pública sólida y una casa en el aire.
Al señor Cárdenas le tocará afrontar ante la justicia las posibles consecuencias de su fracasada campaña. Para el resto de candidatos de la derecha les deberá quedar la lección de que para derrotar al Pacto Histórico no vale el juego sucio ni las prácticas clientelistas de siempre.
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