Se celebrará a partir de hoy la Conferencia de las Partes (COP por sus siglas en inglés) en Glasgow. La última en Madrid (COP25) fue fallida por la ausencia física y de compromiso de USA, China y Rusia, vitales para los acuerdos de reducción de gases de efecto invernadero, que están en el meollo de la lucha humana contra el cambio climático que nosotros mismos hemos precipitado.
Esta vez las expectativas no son menores a ninguna de las anteriores COP, pero las angustias sí son mayores. En el último informe de ICCP (Intergovernmental Panel on Climate Change (ONU)) se urge la puesta en marcha de acciones que los científicos consideran urgentes, puesto que las proyecciones muestran que antes del 2030 ya habremos superado el límite de 1.5 grados centígrados de aumento sobre la temperatura promedio de la tierra antes de la era industrial, límite por encima del cual se pueden activar reacciones en cadena en las que cada consecuencia se torna en una causa más que acelera y potencia el funesto cambio climático para la vida sobre la tierra como la que conocemos (leer más). Según la OMM (Organización Meteorológica Mundial (ONU)) el año pasado se presentó el pico histórico de concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera de la tierra, incluso habiendo tenido la parada general por culpa de la pandemia. Y las consecuencias del cambio climático ya están aquí, son tangibles y se registran en todo el mundo.
Se conoce que los presidentes de China, India y Rusia no asistirán a la cumbre (1º, 3º y 4º emisores en el mundo) y tampoco irá el de Brasil en donde hay una de las alarmas mas fuertes en torno a la deforestación de la Amazonía. Pero volverá el presidente de USA. Y Europa, incluyendo el Reino Unido, sigue dando el ejemplo de compromisos de reducción de emisión de gases de efecto invernadero; la mayoría de los países tienen metas de reducción del 50% o mas a 2030 y de descarbonación de sus economías para el 2050. Los analistas se encuentran escépticos porque las NDC (Contribuciones Determinadas a nivel Nacional, Acuerdo de París) no van bien.
La ONU se ha esforzado en promocionar bien la cumbre sembrando consciencia en la humanidad. Es probable que ya todos conozcamos a Frank, el dinosaurio que nos da una lección de lógica tremenda hablando en el auditorio de la ONU a los representantes de los países. A Frank lo acompaña en el sito de internet una magnífica presentación de las excusas que nos echamos para no aceptar el cambio climático o para no hacer mayor acción para ayudar a combatirlo.
Pese al pesimismo sobre los resultados de la cumbre, hay que reconocer que la humanidad sí está moviéndose hacia la nueva realidad en la cual, el cambio climático será un protagonista no deseado y que por tanto todos tendremos que participar en su atenuación. Y cada vez con más velocidad.
Ya lo había registrado en un artículo de un año atrás El capitalismo se está vistiendo de verde. El ejemplo más impactante fue la decisión de los grandes fondos de capital del mundo de no volver a financiar proyectos que atenten contra la sostenibilidad o la aceptación de los planteamientos del WEF (Foro Económico Mundial) en los que se reconoce que no sólo las utilidades son las que debe perseguir el sector privado, sino ahora deben generarse en armonía con los demás públicos de interés, entre ellos la naturaleza. Cada vez más hay claridad en que los postulados clásicos de la economía tenían un enorme error que consiste en considerar que los recursos naturales son ilimitados. Por lo que es necesario cambiar los postulados. Ya los ecologistas no son estigmatizados como activistas de izquierda o comunistas, que claro, era una manipulación de quienes se veían afectados por las protestas contra su actividad destructora sin compensación de ninguna clase, movidos por su codicia.
Por ejemplo, ahora tenemos un fuerte soporte conceptual como el de la Economía ecológica que aclara sin ambages que, como ha estado concebido, el crecimiento del PIB destruye la biodiversidad, que el uso de los energéticos fósiles como “carbón, petróleo y gas que producen un exceso de dióxido de carbono y por tanto cambio climático”. Y esos daños, aclara, no se restan del PIB. En contraposición argumenta sobre los conceptos de economía circular, que no es entrópica como la economía industrial, en donde el uso de la energía fósil no se puede recircular. Ese es el enfoque correcto al cual, indiscutiblemente, la economía y los mercados se están moviendo y acelerarán el paso en los próximos años.
Pero no todo podría dejarse a los mercados porque hay manos no invisibles que los retardan y los vuelven imperfectos. Por ejemplo, se conoció recientemente el cabildeo (lobby) que países y empresas poderosas están haciendo para que se modifiquen algunos de los términos usados en las conclusiones del informe de la ICCP. Entre ellos Arabia como gran productor de petróleo, Australia como mayor productor de carbón, India como segundo gran consumidor de carbón para producir energía, y así, todos con sus miradas en el corto plazo de sus intereses económicos haciendo oídos sordos a la devastación que sobrevendrá con el cambio climático según los científicos de todo el mundo congregados por la ONU. Sus argumentos giran en que no es tan grave, que todas las formas de energía se necesitan y que los inventos para captura y almacenamiento de carbono CAC ayudarán en forma determinante. Ya lo había advertido Al Gore en sus presentaciones: no nos podemos confiar en estos potenciales, tenemos que concentrarnos en bajar las emisiones de gases de efecto invernadero que es lo real, lo que todos tenemos a mano para hacer. Por lo tanto hay que actuar desde los gobiernos y desde las entidades multilaterales en acciones que creen los incentivos necesarios, positivos y negativos para forzar la transición necesaria.
Las noticias que se escuchan a diario dan cuenta de acciones positivas. Desde la declaración de Israel de darle al cambio climático el estatus de asunto de seguridad nacional, hasta el uso de lechuzas y búhos para el control de plagas en California. Las propuestas de que los empréstitos a los países pobres vengan condicionados por acciones reales para la reducción necesaria que pronto veremos materializadas (al igual que los fondos de capital privado comentados) son una muestra de ello. Podremos esperar el endurecimiento de condiciones comerciales en los cuales se incluyan cada vez más las acciones de los gobiernos como parte de la aceptación de sus productos en los mercados mundiales, liderados por Europa por supuesto.
Pero aún falta la discusión del reclamo de los países en desarrollo sobre la imposición de este tipo de restricciones por parte de los países desarrollados teniendo en cuenta que éstos últimos en su desarrollo si fueron enormes generadores de cambio climático, que hoy nos tiene en la situación grave actual y que, precisamente, sufren más los países pobres. Por ello la necesidad de hacer realidad los fondos destinados para financiar esas acciones en los países pobres o en vías de desarrollo y que no se han cumplido por parte de los países ricos. Ojalá se dé esta discusión de fondo y se acuerde la estrategia global requerida.
Colombia no se excluye al mundo. Ya hemos prometido reducir en 51% la emisión de los gases y tendremos para 2050 el grado de carbono neutralidad, es decir completamente compensadas las disminuidas emisiones con mecanismos de sostenibilidad. La transición energética tiene política definida en la que participaron el DNP y los ministerios de Energía y Transporte, y aunque paradójicamente se haya facilitado por el problema en HidroItuango, ahora ya estamos iniciando nuestra era de las energías limpias. La Guajira tiene el potencial de instalar 25 GW de energía eólica (hoy el país tiene instalados alrededor de 17 GW) que alcanza y sobra para pensar en exportaciones de energía en la forma de hidrógeno verde, sobre el cual además, muy probablemente se cristalizará la transición energética del transporte, responsable del 12% de nuestras emisiones pero principal consumidor de energía en el país con el 44%. Ya entendemos bien que el consumo energético se refiere a cualquier fuente de energía necesaria que puede provenir de los combustibles fósiles o de energía eléctrica.
Aunque tengan razón los expertos colombianos sobre sus denuncias en no cumplimiento en temas como deforestación, pérdida de biodiversidad, impacto sobre ambientes acuáticos y contaminación de corrientes, hasta los de refuerzo de la prevención de desastres cuya frecuencia se espera que se aumente por efectos del cambio climático, y aunque el común y corriente de los colombianos no parece tener mayor preocupación, las nuevas generaciones ya están conscientes de lo que se nos viene y la presión global hará que entremos en la colaboración mundial más rápido que tarde. Solemos hacer todo lo que el mundo ya ha avanzado, pero con rezago. Deberíamos aprovechar para hacer una transición de mentalidad y no solo la transición energética que ya iniciamos.
* @refonsecaz – Ingeniero, Consultor en Competitividad.