Debido a las ya enconadas discusiones por la transición energética en Colombia hemos perdido de vista que tenemos pendiente la racionalización de la demanda y la búsqueda de consumos eficientes de la energía en todas sus formas. Y eso va primero en una transición lógica que cualquier otra acción como las inversiones en nuevas plantas de energía limpia o de carros eléctricos.
Hablando del consumo en los hogares, la UPME es gestora del estudio de Balance de Energía Útil para Colombia y Cuantificación de las Perdidas energéticas relacionadas y la brecha de eficiencia energética en donde se pueden estudiar las cifras del consumo doméstico. Está en curso su actualización que toma ahora una importancia muy fuerte ya que, sin lugar a duda, la eficiencia en el consumo tiene que ser parte de la transición energética. Pero además, debe tener el primer lugar de las acciones a realizar por su mejor desempeño frente a cualquier otra política dentro de la transición.
En ese estudio se ven ineficiencias grandes sobre todo en refrigeración y aire acondicionado en zonas calientes. En este último debe emprenderse la actualización de los aparatos a tecnologías de bajos consumos, y otras acciones complementarias, como por ejemplo, el uso de materiales más apropiados que permitan aislamiento natural y utilización de otras fuentes de frío (incluyendo la posibilidad de uso de cuerpos de agua), temas propios para investigación científica en universidades que generen conocimiento práctico que cambie materiales y sus formas de uso para la construcción de viviendas que requieran menor enfriamiento. En refrigeración (neveras) se observan grandes oportunidades de mejora debido a cambio de tecnología de los aparatos o incluso por mejoras en su mantenimiento. También en iluminación reemplazando los bombillos incandescentes por luminarias de bajo consumo. Hay cientos de documentos en la red sobre cómo mejorar el consumo energético en el hogar, que no deberían ser solo sugerencias para ahorrar energía y por ende ¡para ahorrar dinero! (un ejemplo: S&P, 2019).
La política pública debe ser agresiva en torno a reemplazar todo consumo ineficiente, sacando líneas de crédito blandas para ayudar a que en los hogares se reemplacen los artefactos domésticos que consuman más energía que la que se debe, teniendo en cuenta los adelantos mundiales al respecto (en electricidad y gas). Además, prohibir la venta de esos artefactos que no sean eficientes (menores a clasificaciones B o A), y poner un año límite en el cual ningún hogar en el país puede tener artefactos que boten energía a la basura (además de pagar por ella). Y desde luego educación a los niños, educación a los mayores, educación a todos y en todas las oportunidades. Y no menos importante, crear los incentivos para emprendedores que hagan un negocio de ayudar a otros a decrecer su consumo de energía a punta de eficiencia, y quien descarta, emprendimientos que encuentren cómo lograrlo con nuevos materiales o usos de los mismos, equipos de optimización y quien sabe qué más asuntos interesantes que además generen empleo y hasta exportaciones.
Según la Organización de Consumidores y Usuarios española (OCU), el ahorro en el consumo doméstico podría llegar a 15% aunque es posible que en nuestro país sea superior, lo cual quedará pendiente para cuando se disponga del nuevo estudio de la UPME. Haciendo un ejercicio con este posible ahorro que ascendería a 313.000.000 kWh/mes de los 2.085.522.453 kWh/mes de consumo mensual en todos los hogares colombianos que registró la UPME en 2015 (año del estudio), se puede establecer que la capacidad instalada equivalente de generación de energía eléctrica sería de 660 MW (calculado por energía media), o para hacerse una idea es como dos de las turbinas de la planta de HidroItuango, y del orden del 30% de su costo final (unos 1,250 USD millones, más de 6 billones de pesos). Muy significativo. Con estos ahorros se puede financiar la política pública necesaria con mucha mejor relación beneficio/costo que proyectos alternativos de transición energética.
Este tipo de cuentas lo he observado en conferencias del ingeniero Julián García, profesor de Los Andes en temas de energía, cada vez que insiste en que el camino de la eficiencia es el primero que hay que tomar, no solo por transición energética y reducción de gases de efecto invernadero sino para reducción de pobreza y desigualdad debido a sus mayores tasas de beneficio socio económicas comparadas con inversiones de similar tamaño en proyectos convencionales de aumentos o mejoras en la oferta energética.
Pero hay una especie de mutismo porque a los economistas no les gusta esta ruta, que se cae de su peso por su lógica casi elemental, porque implica decrecimiento y esa palabreja los irrita, al parecer por posiciones dogmáticas al respecto: la tasa de consumo de energía per cápita, que se considera un indicador del desarrollo de los países, debe crecer o de lo contrario el país no estará avanzando, dicen. Claro, en los indicadores de desarrollo mundial del Banco Mundial (BM, actualización 2022) Colombia se ve retrasadísima. Pero ¿para qué querríamos subir en el consumo por persona si una parte de ese consumo realmente es perdido? Además de estar comparando con cifras de los países desarrollados que seguramente no tienen ese nivel de ineficiencia en el consumo de los hogares (aunque de pronto sí de desperdicio, lo cual es la otra gran discusión del mundo).
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Cuando se aplica tecnología para hacer eficientes los consumos, en especial los de energía, hay que olvidarse de la teoría y abrazar la lógica sin dilaciones. Pero es que además, la liberación de recursos para los hogares por el ahorro energético resulta muy significativo entre más precarios sean sus ingresos, y es una oportunidad de inversión para mejora de su estándar de vida, en vivienda o en educación, por ejemplo.
Hay que dejar de politizar la transición, llenos de odios ideológicos que terminan por opacar la lógica. La política tiene que enfocarse primero a sacar el máximo provecho a los adelantos tecnológicos para reducir la energía que se consume para que no se pierda porque no produce el trabajo que se supone que debe, es decir, por ineficiencia, en este caso de los aparatos domésticos. Y este mismo criterio aplica en todas las actividades en nuestra sociedad; es el mismo tipo de objetivo a lo expresado en Racionalizar antes que decrecer (R.Fonseca, ConfidencialColombia, 2022).
Es decir, tenemos que empeñarnos en la búsqueda incesante de eficiencia. Esto contribuirá a alivianar la factura de los hogares, contribuyendo a la reducción de la pobreza y su parte respectiva a la desigualdad dado su efecto más importante en los sectores menos favorecidos y con menores inversiones para el país. Es la ruta correcta para la transición energética.
@refonsecaz